17. Especial

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Chloe

Junio 11, 2017.


Tomo en mis manos la pequeña taza de café que me extiende la señora Noemí y le susurro un débil "gracias". No he podido pensar con claridad todo lo sucedido estos últimos tres días, solo sé que mi mejor amigo se encuentra en la habitación de arriba completamente devastado. No ha querido salir de su recamara desde ayer por la tarde, y me preocupa demasiado que él intente hacer algo de lo cual pueda arrepentirse después.

Observo a la madre de Zabdiel y el corazón se me hace chiquito al ver lo cuán preocupada está, la entiendo, yo también lo estoy. Marie, la hermana de Serena, nos dejó a todos como si fuésemos basura, y aunque en cierta parte la entiendo en su dolor, no puede ir por la vida culpando a la gente. A mí también me duele la partida de Serena.


— ¿Intentarías una vez más convencer a Zabdiel de que coma? —Rompe el silencio Noemí, y yo le regalo un asentimiento con duda. Recibiría de su parte de nuevo un: quiero estar solo.


Tomo la bandeja con el desayuno para mi amigo, con las manos temblorosas, no quisiera invadir otra vez la privacidad que él nos pidió, pero su salud me preocupa mucho y es por eso que ahora me encuentro una vez más caminando hasta su habitación.

Golpeo dos veces con la punta de mi tenis la puerta sabiendo que no recibiré fácil la respuesta de Zabdiel, vuelvo a golpear la misma una vez más. Escucho como adentro de la habitación algo cae, poniéndome en alerta, y no es cuando me tranquilizo al escuchar a mi amigo decir:


—Pasa, Chloe.


Abro la puerta asomando primero mi cabeza, encontrándome con el chico de rizos mirando hacia la nada del cuarto, con la mirada completamente perdida, y su piel pálida más de lo normal. Dejo la bandeja sobre el sofá frente a su cama y avanzo hasta él para abrazarlo. No corresponde mi acto, pero puedo darme cuenta como comienza a derrumbarse una vez más. Aprieta sus dedos sobre mi hombro, conteniendo los sollozos, y en mi mente solo vaga la idea del porqué no existe la posibilidad de tener una varita mágica y desaparecer todo el sufrimiento de su sistema.


—Por favor, dime que comerás tan solo un poco —susurro mientras reparto leves caricias sobre su cabeza. No quiero separarme de él pero lo hago para observar mejor su respuesta, la cual es una negación—. Zabdiel, por favor. Sé cómo te sientes, pero no puedes quedarte estancado allí.

—No Chloe, no lo sabes —su voz ronca me hace pegar un brinco, por el tono que ha usado. Y asiento dándole la razón, la cual es clara que tiene. No lo sé, pero puedo imaginarlo.

— ¿Te han llamado de nuevo desde la comisaría? -Pregunto, aunque desearía poder hablar de algo más.

—No —gruñe. Me recuerda a un animal herido—. Y espero que no lo hagan. Deberían de ocuparse de buscar al verdadero culpable.

Miro el desayuno, pensativa.

— ¿Crees que el asesino sea alguien del pueblo? —Inquiero con cuidado, regresando la mirada hasta él.

—No lo sé —contesta después de un suspiro—, aunque estoy casi seguro de que no. Aquí todos nos conocemos.

Asiento estando de acuerdo. La idea estaba rondándome por la cabeza desde hace varios días y me hacía sentir más aliviada saber que no estaba tan equivocada.

—Antes de que esto pasara... ¿Serena tenía comportamientos extraños? —Cuestiono de nuevo, el corazón empieza a latirme rápido cuando veo el ceño fruncido que mi mejor amigo me dedica.

— ¿A qué te refieres, exactamente?

—Pues... no lo sé, quizás algo que nos indique que estaba siendo acosada por alguien —suelto. Mis manos comienzan a sudar—. ¿Uh? ¿Notaste algo fuera de lugar en ella?

Él guarda silencio unos minutos, sumido en sus pensamientos.

—Aparte de sus escenas de celos irracionales, no noté algo extraño —dice finalmente—. Y si ese llegó a ser el caso, nunca me comentó nada al respecto.


Asentí despacio, procesando esa información. De pronto me sentí culpable por ocultarle el hecho de que yo sí lo estaba siendo, que sentía que mi vida estaba en peligro, pero llegados a este punto, no quería agregarle más leña al fuego. Zabdiel se volvería igual o peor de paranoico que yo y no se merecía eso.

Una vez más, me callé.


—Deberías comer, al menos la mitad de la comida —insistí—. Hazlo por Noemí, está loca de preocupación por ti.

Y así, logré convencerlo.




~*~




El frío cala en mis huesos como si estuviéramos en la temporada de invierno.

Tomé aire y protegí mis manos en los bolsillos de la chaqueta mientras iba rumbo al parque para empezar un nuevo día de trabajo. Las calles estaban silenciosas y sólo me hacía compañía el susurro de las hojas que crujían al pisarlas. Reparé en el detalle de que todavía me faltaban dos cuadras para llegar y apuré el paso, no queriendo estar sola más tiempo, de manera que cuando sentí el agarre en mi brazo, estuve a punto de darle un puñetazo a la persona que lo hizo.

Me detuve al reconocerlo. Era Joel.


— ¡Me asustaste! —Grité al borde de la histeria—. Casi te golpeo.

—Sí, lo siento —dijo levantando las manos, mientras trataba de disimular una sonrisa traviesa— . Venías muy rápido y quise alcanzarte. ¿Vas a Magic Fun?

Asentí aún tratando de controlar la respiración. Me había llevado un susto de muerte.

—Sí, ya basta de vacaciones —dije en broma, aunque sin un toque de humor. Retomamos nuestro camino.

—Qué bueno, ya se te extrañaba por allá.


Me giré a verlo extrañada con sus palabras y sintiendo una sonrisa expandirse desde las comisuras de mis labios. Ataviado con un gorro de lana gris y una chaqueta de color negro, junto con la sombra de una barba en su barbilla, no podía negar que se encontraba atractivo.

Aparté la vista sonrojada.


— ¿Extrañabas a alguien gruñendo órdenes? —Pregunté, bromeando de verdad ésta vez.

Él negó con la cabeza, soltando una risita momentánea.

—Para eso está Danielle y ella no ha faltado ninguno de estos días —contestó justo cuando pasamos la reja de entrada—. Me hacía falta alguien especial con quién charlar y reír antes de empezar el turno. Que tengas buen día, Chloe.


Tomó su camino por si solo hasta su área, dejándome perpleja. La palabra especial se repitió en mi mente durante todo el resto del día.

Horror en Magic Fun » Joel PimentelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora