19. Tres mosqueteros

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Chloe.



Espero con impaciencia la reacción de mi mejor amigo, pero no llega. Su mirada está enfocada en mí, pero sus pensamientos están lejos.

Lo tomo de los hombros con precaución y parpadea, finalmente fijándose en mí.


— ¿De qué estás hablando? —Pregunta perdido.

—Las notas al principio eran solo un recordatorio de que alguien estaba vigiándome —susurré—, pero la noche en la que Serena fue asesinada, el mensaje era claro: había muerto por mi culpa.

—No seas estúpida —gruñó soltándose de mi agarre y poniéndose de pie. Me tragué un sollozo porque no se deseaba llorar más, pero verlo dar vueltas por la habitación, ido, preocupado y asustado, me angustiaba de sobremanera—. Ser no murió por tu culpa, tú no tuviste nada que ver.

Me tranquilizaba de cierta forma el que no me estuviera culpando, pero había una pequeña sombra de duda en su mirada.

—Tengo mucho miedo, Zab —confesé—. Me aterraba mucho más que no me creyeras o me culparas.

Él paró de caminar y se sentó a mi lado. Suspiró con pesadez para luego mirarme a la cara.

—Lo que debemos hacer ahora es descubrir el autor de las notas —dijo con convicción—. Y averiguar si acaso ella también estaba recibiéndolas. No voy a dejarte ni un solo minuto a partir de ahora, Chloe, estás en peligro.

Ya lo sabía, pero el peso de sus palabras me provocó un vacío en el estómago. No quería morir. Ni ahora ni nunca.

— ¿Cómo se supone que vamos a descubrir de quién se trata?

—Haciendo lo que no estamos acostumbrados a hacer dentro de Calico —respondió—. Desconfiando de todos porque, al parecer, no nos conocemos tan bien como creíamos.


Asentí en acuerdo. Todavía me encontraba muerta de miedo, pero el contar con alguien más para lidiar con esto había aligerado la carga notablemente. Solo deseaba no haber cometido un error al involucrar a mi mejor amigo en esto.

Me convenció de no ir al parque, y así lo hice, era la segunda vez que en todo el tiempo trabajando para Magic Fun deseaba no ir. Y sentía horrible que fuera por miedo, y no por otro motivo. Agradecí a Danielle por no pedirme una explicación, al hecho de mi falta nuevamente.



Zabdiel se quedó a dormir esa noche en casa. Cerramos la habitación con seguro mientras revisábamos una a una las notas y aunque no les había anotado una fecha, le aseguré que al menos diariamente había recibido una. Eso lo alarmó, por supuesto, pero no tardó mucho en caer rendido.

Oscuros círculos estaban debajo de sus ojos en señal de que no había dormido bien en las últimas noches, pero ahora que dormía tan profundamente, me aliviaba.

Estaba mirando por la ventana de mi habitación pensando en esto y lo otro cuando sentí vibrar mi celular sobre la mesita de noche. Corrí a tomarlo antes de que el molesto sonido despertara a Zabdiel.



—Hey, chica

—Hola, Soph —respondí—. ¿Qué pasa?

—Nada de qué preocuparse, sólo quería hablar contigo —contestó. Su voz se volvió un tanto nostálgica—. Han pasado tantas cosas que extraño un poco hacerlo.

—Lo sé, me pasa lo mismo —dije sentándome al borde de la cama—. Antes las cosas eran más sencillas.

—Y que lo digas —dijo. Un tintineo se escuchó y lo identifiqué como el sonido que hace un esmalte de uñas al agitarlo—. ¿Sabes si Zab está bien? Chris y yo fuimos a su casa y Noemí nos dijo que no estaba.

—Está aquí conmigo —contesté echándole una mirada.

— ¿Hicieron una pijamada sin mí?

—No nos atreveríamos a semejante cosa —bromeé.

Una sonrisa triste bailó en mis labios al recordar cuál era el motivo de nuestra reunión.

— ¿Y cómo se encuentra él? —Inquirió. La seriedad en su voz me provocó un escalofrío.

—Está mejor, ¿sabes? —Estiré mis dedos para tocar suavemente sus rizos—. La herida aún está abierta, pero quizás comienza a sanar. Al menos ya no se culpa como antes.

—Entiendo —dijo. Un minuto de silencio se instaló en la línea antes de que continuara—: Prométeme que sea lo que sea que estén planeando me van a incluir. No me dejen afuera de eso. Somos los tres mosqueteros, recuérdenlo.

—No sé de qué hablas, pero está bien —dije en un susurro.

—De acuerdo, de todas maneras, también te llamaba para recordarte que mañana no debemos faltar por nada del mundo a Magic Fun —resaltó, ya que hoy yo no había ido—. Resulta que por fin conoceremos a ese chico misterioso que Danielle contrató en tiempo récord.

Giré los ojos.

—No comprendo cuál es su afán de contratar a tanta gente.

—Yo tampoco lo sé, pero ojo a esto, la arisca Danielle me hizo una confesión —cuchicheó.

— ¿Así que ella sabe decir algo más que una orden?

Mi amiga se carcajeó.

— ¡Así es! Me dijo que el chico es muy, muy guapo —contó con aire soñador.

Giré de nuevo mis ojos.

—Un día de estos voy a grabar nuestras conversaciones para enseñarle a Chris todo lo que piensas sobre otros chicos —amenacé con tono jocoso—. Que no te sorprenda si decide cortar contigo.

Ojalá él tuviera un amigo como tú que pensara en enseñarme todo lo que seguramente dice sobre otras chicas, pero ya sabes lo que dicen: entre bomberos no se pisan la manguera —señaló y nos reímos juntas.

—Gracias por llamarme, Soph —dije cuando paré de reír—. Has mejorado mi humor.

Eso es para que recuerdes que tienes una mejor amiga, estúpida —dijo. Sonreí—. Y que pase lo que pase, estaré aquí para ti. Si-em-pre. Buenas noches, C.



Cortamos la llamada con la promesa de vernos al día siguiente y mi cabeza no dejaba de darle vueltas a la posibilidad de que quizás Sophia ya sospechaba que algo me ocurría en particular. Tal vez hasta ya lo sabía y solo esperaba a que yo misma se lo comentara.

De todas formas, no pensaba hacerlo todavía. Primero debía estar muy segura de que traer a bordo a uno de mis mejores amigos no provocaría que el barco se hundiera aún más rápido.


No pensaba arriesgarme demasiado, y menos arriesgar tanto a los que quiero. 

Horror en Magic Fun » Joel PimentelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora