Prólogo.

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Me llamo Neiva Fitzgerald, tengo 23 años y vivo en Adare, un pequeño pueblo que se encuentra en el condado de Limerick, en Irlanda. Vivo con mi madre, desde que mi padre murió y la he visto criarme en un hogar en el que debía realizar un trabajo duro que yo he intentado facilitar lo máximo posible. He vivido la pérdida, la espera, el amor y la esperanza casi como si fueran sentimientos propios y, por eso mismo, me he entusiasmado con cada coma, punto, párrafo e historia que he escuchado a lo largo de los años. Soñadora como solo yo sé serlo, he vivido reprimiendo cada palabra que luchaba por salir de entre mis labios. Asintiendo con cada afirmación y conviviendo con mentalidades prehistóricas.

Me miro en el espejo, vigilo cada ángulo. No entiendo qué está pasando en este pueblo; no entiendo por qué todas las que fueron mis compañeras en clase están ahora casadas, no comprendo por qué mi madre acepta que cada chico soltero se pase por casa con tal de conquistarme. A veces me pregunto el siglo en el que vivo. A veces divago sobre cómo debe ser la cultura irlandesa más allá de nuestras fronteras. 

Melena ondulada hasta media espalda color castaño con mechas rubias, ojos marrones, labios finos y sonrisa permanente. Buenos pechos, culo enorme y unas piernas que, por lo que he podido ver, crean más de un suspiro. Supongo que, a pesar de gustarme mi cuerpo, odio cada mirada, guiño y silbido que trae en consecuencia.

Puedo cerrar los ojos durante mil minutos y suspirar cuantas veces quiera, pero la imagen no cambia. Me separo de mi reflejo y me acerco al escritorio, necesito, una vez más, leer todo aquello que se me va pasando por la mente.


15/06/18

Querido diario, me parece mentira que continúe comenzando así cada página, cada pensamiento y cada emoción. Ahora mismo hay pocas cosas que comprenda. Vivo en un universo paralelo en el que los matrimonios siguen generándose por la prosperidad económica de las familias, donde las leyendas siguen siendo lecciones de vida y donde las mujeres siguen reduciendo su poder a  las tareas del hogar propio, así como el cuidado de los hijos. De pequeña pensaba que eso era maravilloso, pero entonces mamá me compró un ordenador y, con internet, descubrí lo que pasaba en la capital, en cada país, en el mundo.

Vivo callada pensando en mil cosas que me gustaría vivir. Pienso en estudiar una carrera, lograr un título y, con él, alcanzar el éxito en algún trabajo con el que me sienta plenamente realizada. Sueño con quererme a mí misma, sueño con tener el poder y la estabilidad suficiente como para valerme por mí misma. Solo entonces podría pensar en algo más, en ese romance del que todos hablan y que yo tanto he soñado e idealizado de mil maneras distintas. Donde ambos tendríamos el mismo poder, donde ninguno dependería del otro, donde ambos nos habríamos elegido y donde los dos tuviéramos un proyecto común.

Aquello que todos viven, con lo que pocos sueñas porque no es más que su día a día se convierte en una locura imposible de expresar y una fantasía imposible de realizar para mí. Donde las leyendas mágicas gobiernan no hay lugar para mi realidad.

A veces me gustaría poder escapar de todo lo que me envuelve. Y al mismo tiempo estoy tan acostumbrada a mi vida, que no sé de qué manera me atrevería a escapar.


-¡¡Neiva!!

Podría parecer casualidad, pero no es posible que esto ocurra por que sí el 95% de las ocasiones. Se nota que, a pasear de lo muchísimo que mi madre me ama, no piensa más que en que siga la tradición y cree descendencia, no dejando que la imaginación fluya, que las ideas surjan y el brillo en los ojos muestre una revolución interior deseosa de exteriorizarse.

Llego al salón y, mientras veo como mi madre teje su primer jersey para el próximo invierno, me siento a su vera y espero su discurso.

-Ya es tarde, hija mía-comienza-El pub ya debe estar lleno si no te esfuerzas un poco, no tardarán en adelantarte. ¿Sabes lo que sería para nosotras que te casarás con el joven O'Conell? Pronto será el dueño y conoce a todo el mundo. No son más que ventajas.

-¿Más que ventajas? Mamá, no puede ser que esto sea lo único que deseas para mí.

-Te dará nombre en el pueblo.

-No seré nada en el mundo.

-¿Y para qué quieres tú ir tan lejos si aquí lo tienes todo?

Justo aquí es donde ya no vale la pena luchar.

-Tienes razón, mamá. Iré ahora mismo al pub y pasaré la noche con Declan-afirmo tras un suspiro.

-Muy bien, hija. Gracias, estás haciendo feliz a tu madre.

Una media sonrisa, lo suficientemente grande como para que mi madre se la crea, después me acerco a ella y le doy un rápido beso en la mejilla.

Los 5 minutos que me separan del local se me hacen interminables, ya tan cansada de estar en un lugar en el que no pinto nada. Entro con desgana y, sin fijarme, me dirijo directa a mi lugar en la barra. En el mismo en el que Declan ya me espera con una cerveza en la mano y una amplia sonrisa en sus labios.

-Dia Duit*, bella Neiva. Ya pensé que no vendrías.

-¿Y perderme unas horas con el maravilloso Declan O'Conell? ¿¡Estamos locos o que!?

La sonrisa se extiende, toda su atención se centra en mí y yo, que no soporto su mirada fija, le doy un sorbo a mi cerveza y miro a todos lados.

-Conseguiré que caigas rendidas a mis pies, pequeña Fitzgerald. Venceré la batalla, como todo un caballero y me casaré con la más bella de las damas-Y la pregunta es cómo alguien puede pensar que este es un buen cortejo-Serás mi esposa, ghrá**.

-Seguro.

En estos momentos es mejor seguirle la corriente; es horrible lo pesado que puede llegar a ser. Una conversación con Declan O'Conell se traduce en sonreír, asentir y no decir ni una sola palabra. Porque con cada oración que pronuncies, él dirá 10 más y, lo peor de todo, es que ninguna tendrá sentido, pero todas podrán encontrarse en las pintadas rupestres.

 Porque con cada oración que pronuncies, él dirá 10 más y, lo peor de todo, es que ninguna tendrá sentido, pero todas podrán encontrarse en las pintadas rupestres

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*Dia Duit. Hola en irlandés.

**Ghrá. Amor en irlandés.



Convirtámonos en leyenda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora