Capítulo 4.

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-Cuenta la leyenda que, hace muchos años, cuando los ingleses todavía se creían dueños de estas tierras, cobraban medio penique por cada persona que quisiera cruzar este puente. Al principio todo fue muy bien, pero, un día, se le cruzaron los cables y decidieron que ese medio penique sería por cada pie que pisara el puente. No todos podían permitírselo y tenían que pasar cada día puesta que una parte era la zona residencial y la otra era el núcleo de la ciudad, así que un día, un hombre, se colocó a su mujer en sus hombros y después se puso a un niño en cada brazo. Miró al vigilante y dijo: "Solo son dos pies", no mentía, tuvieron que dejarle pasar. El truco se extendió, claro, a las familias les vino muy bien, pero eso es algo que no agradó a los ingleses, así que colocaron pequeños arcos encima para que impedir ese truco y, así, poder volver a cobrar un penique por persona.

 El truco se extendió, claro, a las familias les vino muy bien, pero eso es algo que no agradó a los ingleses, así que colocaron pequeños arcos encima para que impedir ese truco y, así, poder volver a cobrar un penique por persona

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Me quedo callada, impresionada, fascinada. Creí que Maggie no podría contarme nada, pero ella se ha levantado esta mañana, fresca como una rosa, y me ha callado la boca. 

Pienso en todas las veces que crucé ayer este puente y en la historia que, sin saberlo, me estaba envolviendo. Mis ojos se iluminan, emocionados por todo lo que estoy viviendo. 

Maggie, al verme tan ensimismada en mis pensamientos, me coge del brazo y me tira hacia nuestra derecha, me lleva corriendo, como si realmente tuviéramos prisa y, de repente, para en seco. Nos encontramos cerca de la oficina de correos, cosa que me resulta muy curiosa. La miro esperando alguna respuesta y ella, con una sonrisa de oreja a oreja, de nuevo, se pone a hablar.

-Este es el lugar donde se proclamó la República de Irlanda. Cuando por fin nos deshicimos de esos ingleses-ríe-Mira, todavía se pueden ver los agujeros de las mil balas que volaron en la ciudad, el símbolo de la guerra que hubo.

 Cuando por fin nos deshicimos de esos ingleses-ríe-Mira, todavía se pueden ver los agujeros de las mil balas que volaron en la ciudad, el símbolo de la guerra que hubo

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-¡Vaya!-eso es todo lo que puedo decir.

Ayer lo tuve todo al lado y no me di cuenta. Supongo que, acostumbrada a vivir en un mundo de leyendas fantásticas, ver que algunas leyendas realmente pueden ser parte de la historia me tiene viviendo en las nubes.

Maggie me lleva a comer a la pizzería más famosa de la ciudad. Durante la comida, no podemos dejar de reír en ningún momento. No estamos conociendo, pero siento como si ya nos conociéramos, como si lleváramos años juntos. Decimos tantas tonterías que, si realmente nos paráramos un segundo a pensar en lo que estamos diciendo, tal vez optaríamos por quedarnos calladas, aunque así no sería tan divertido.

Pasamos en el restaurante más de lo que deberíamos, pero no nos arrepentimos. Las carcajadas no cesan en ningún momento. Cuando nos vamos, creo que va a llevarme a casa, que no tiene más que enseñarme, pero entonces, sin mencionar palabra alguna, comienza a caminar y me guía, sonriente, hasta el parque St Stephen's Green.

Me quedo tan maravillada que ni presto atención a mi nueva amiga, de hecho, comienzo a caminar sin mirar dónde está ella y, cuando quiero darme cuenta, ya la he perdido de vista. Pero no me importa, me tumbo en la hierba y respiro profundo, cierro los ojos y dejo que los minutos pasen. Enamorada de todo aquello que me envuelve.

-¡Coño! Estabas aquí, no sabía dónde te habías metido.

Abro los ojos. Me encuentro a Maggie mirándome con unos ojos que transmiten reproche y una sonrisa que transmite diversión. Le sonrío yo en respuesta y ella, que es la que menos energías tiene de las dos, me tumba a mi lado y cierra los ojos, justo como yo minutos atrás.

-Descansa Neiva, porque todavía nos quedan demasiadas cosas por ver y, esta noche, pienso llevarte de fiesta.

-Descansa Neiva, porque todavía nos quedan demasiadas cosas por ver y, esta noche, pienso llevarte de fiesta

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No me vi yo muy confiada cuando la oí quedar con unos amigos para la noche

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No me vi yo muy confiada cuando la oí quedar con unos amigos para la noche. Sinceramente, creí que seríamos solo nosotras dos y un par de pintas, pero saber que también iban a venir un tal Alex y una tal Nora con su novio Shawn; sentí que se me iba todo a la mierda. Soy de ir mucho a mi ritmo y solo pensar en tener que compartir mi ritual con tanta gente... No sé si podré estar a la altura.

Me pongo uno de los vestidos que me he comprado esta mañana y los zapatos que me ha dejado Maggie y con los que no creo poder caminar. Vamos a ir al Temple Bar, como no puede ser de otra manera y, para ello, mi nueva amiga se viste con un jersey verde metido bajo una falda de cuero negra. Nos miramos juntas en el espejo y ya nos creemos las futuras reinas del lugar.

Nos reunimos con sus amigos en el local, con las pintas a medias, las mejillas sonrosadas y mil carcajadas que, por poco, no se sobreponen a la música en directo. Siempre he sido muy sociable, pero ahora mismo me siento tremendamente tímida; como si fuera a sufrir el primer veredicto. 

Todos se giran coordinados al oír el estruendoso grito de Maggie avisándoles de nuestra llegada. Ellos nos miran sonrientes y, el que creo que es Alex, se levanta rápido a saludarnos.

-¿Os pido algo?-pregunta casi sin haber dicho hola.

-La pinta más grande que vendan por aquí-digo en un impulso. 

Él mira impresionado, pero enseguida lo disimula y asiente. Tomamos asiento mientras él va a por las bebidas y, enseguida, sus amigos me piden que me presente y les cuente un poco sobre mí.

Al principio no sé cómo empezar, sobretodo porque he tenido una infancia muy monótona en comparación con aquellos que pudieron vivir en libertad, pero, aun así, algo saco y, obviando los acontecimientos que me trajeron hasta aquí, entre sorbo y sorbo, acabo contándoles mi vida entera. Dejándoles mucho más impresionados de lo que alguna vez podría haber pensado.

A mitad de la segunda pinta, Nora y Shawn ya se han apartado para poder liarse y Alex, que no pierde el tiempo en ningún momento, liga con Maggie como si Declan conmigo se tratara. Se ve que hay conductas que, sin importar el siglo, no quieren desaparecer.

Me levanto y me voy a la barra a seguir bebiendo, no queriendo molestar. Ahora que ellos están distraídos, supongo que ha llegado mi turno de beber e ignorar, pensando en todo aquello que deseo y, algún día, me gustaría gritar.

Convirtámonos en leyenda.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora