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«Una ida al hospital de la prisión»

Mucha irritación causaba el tener plena consciencia de despertar a las tantas horas de la noche

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Mucha irritación causaba el tener plena consciencia de despertar a las tantas horas de la noche. Su celular, en donde lo dejaba habitualmente, era la razón del porque sus ojos permanecían abiertos, contemplando con desdén el techo.

La vibración y el tono de llamada eran estímulos rotundos para perturbar su sueño; así que con el deseo de descansar, agarró el aparato y revisó quien estaba llamando. Era un número desconocido y temió, en el fondo de su corazón, que sucedía algo malo.

Concretamente de esa manera fue confirmado su peso en su corazón cuando atendió la llamada.

—Habla con Jeon JungKook.

—Abogado Jeon, lo estamos llamando desde el hospital de la prisión de Seondaemun. —dijeron. —Su cliente está grave, ¿puede venir?

¡Eran las tres de la mañana, ¿cómo iría a la prisión si el transporte público no estaba funcionando?!

—No creo que pueda, ¿no hay alguien más que pueda hacerlo? —Cayó en cuenta de que su cliente no tenía a nadie aparte de él; se sintió culpable.

—Es imposible comunicarse con su contacto de emergencia, además no es viable dar con un integrante de su familia.

—Entiendo, iré. —Suspiró casi desalentado.

¿Cómo iría allá sin traslado inmediato? Le atraía la idea de llamar a JeongWoo –suponiendo que podía soportar sus insultos–, sin embargo, se acobardó apenas vio en la pantalla el número de contacto. Se levantó de la cama y revisó su maletín para sacar su billetera, intentando saber si tenía dinero para recoger un taxi. Sin nada de ánimos todavía, se vistió de una forma desaliñada: una camiseta blanca, pantalones de buzo bastante holgados y una sudadera que tenía un diseño bastante reconocido. Puso su billetera y su celular en el bolsillo de la sudadera gris, partiendo escaleras debajo de su edificio.

Estaba al corriente de que no lograría avistar algún vehículo a la distancia por un rápido periodo de tiempo, y deshaciéndose en suspiros, esperó un largo plazo para agarrar un taxi.

Lógicamente, llegó casi a las cuatro de la mañana a la prisión. Ahí, no muchos rondaban alrededor teniendo que caminar abundantes distancias para pedir ser llevado al hospital. Cuando encontró a un vigilante, mostró su documento que avalaba a su reputación de abogado y finalmente llegó al lugar suscitado.

Pensó en varias situaciones problemáticas en que podía estar la señorita Choi: se hirió considerablemente, agarró una fiebre severa, sufría una enfermedad crónica, etcétera. Incluso concibió, muy para su pesar, el que padeciera la misma condición de su madre: hallarse a pasos de la muerte –o de la locura– por culpa del lazo.

Cayó en la cuenta de la última opción, tan prontamente como abrió la puerta de metal que pertenecía a la sala hospitalaria. Otear el estado de Choi KiYeon le originaba un dejavú: se veía mucho menos aceptable en comparación a la apariencia de la omega del día cuando se conocieron. Sus heridas ya amarillas se volvían a abrir con los rasguños descolocados, su cara estaba totalmente roja y sus gritos correspondían a alguien que luchaba contra sus demonios.

Estado de Inocencia『JJK』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora