Una omega termina en la cárcel debido a circunstancias desafortunadas, que sin embargo, peligraron su supervivencia. Gracias a los paradigmas del Alfa y del Omega, resulta ser maltratada por su entorno y los medios de comunicación. A la única person...
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Cuando la omega finalizó su día de servicio comunitario, sintiéndose realizada porque habló más con sus compañeros, volvió a su celda llevando unos bollos de pan –esta vez con más azúcar y mucho más suavecitos, cortesía de una anciana beta que cocinaba a escondidas de los guardias–, esperando ver a alguien.
Pero el tercer piso del Ala Norte estaba vacío, así que se sentó en su catre, esperando a que alguien apareciera.
Nadie aparecía hasta el momento y KiYeon suspiraba a ratos perdiendo su paciencia. Siguió comiendo su bollo tranquilamente, como forma de perder el tiempo a la vez que movía sus piernas colgadas al ritmo de una melodía que se reproducía en su cabeza.
Terminó de comer su bollo cuando notó por el rabillo de su ojo a alguien parado y giró su cabeza para descubrir quién era. Resopló de alivio al ver que era Jin.
Levantó su brazo, agarrando uno de los bollos.—Oye, Jin, la anciana nos hizo unos buenos panes.
Su sonrisa, que estaba presente al alzar el bollo, desaparecía a medida que iba advirtiendo la seriedad lineada en la expresión caricaturesca de Jin.
—¿Pasó algo malo?—preguntó con cuidado.
—Le dije que sí... No puedo...—al parecer, Jin balbuceaba cosas incoherentes que no podía escuchar bien KiYeon.
—¿Qué cosa dijiste?
Diciendo eso, KiYeon se levantó de su cama y se fue hacia la puerta para salir al pasillo. Mirando con detenimiento, levantó el pan frente a Jin en un acto de impulso.
—¿Qué tal si me cuentas mientras comes esto? ¿Vale?—inquirió con compresión, mientras sonreía ante el movimiento afirmativo que hizo Jin con la cabeza; y el bollo que tenía en la mano fue velozmente quitado por este último.
Jin le dio una mordida mientras estaba siendo llevado por KiYeon hacia su celda y emitió un ruido de relajo. —¿Dónde conseguiste esto? Está delicioso.
—Te dije, de la anciana.—dijo KiYeon y Jin se detuvo para mirarla.
—¿De esa anciana aterradora que vimos el otro día en la cocina?—preguntó arrastrando las palabras y casi en susurros, como si estuviera asustado de pensar apenas en esa persona.
—Yup.—Diciéndolo con alegría, se ganó un puñetazo leve en su brazo. Soltó un aullido de dolor y se sobó su parte dolorida, mirando con dureza a su amigo.—¡¿Porqué me pegaste, ah?!
—¡Nos metiste en problemas!
—¿Ah?—emitió un tanto confusa.—Claro que no, le di un regalo en retorno.
—Jeez,—masculló.—¿qué tipo de regalo?
KiYeon esbozó su sonrisa engrandecida, y señaló con su dedo a la cama de Jin. —Sentémonos y te digo.
