De vuelta
Stephanie se había encargado de que el menor llegara sano y salvo a su hogar. Durante el camino, lo escoltó en su motocicleta, sonriendo divertida cuando lo veía querer acelerar cuando ella lo emparejaba en velocidad; era algo temerario, pero había sido todo lo precavida posible.
La tensión entre ellos seguía latente, pero al menos Tony se había resignado un poco a que no podía obtener toda la versión de la historia de por qué Stephanie había desaparecido un año entero.
Volvió a su departamento en Brooklyn con la esperanza de poder descansar tranquila lo que quedaba de su tiempo libre. Estaba relajada, pues sabía que su amigo Bucky cuidaría del castaño mientras ella recuperaba un poco de energía después de tantas misiones.
***
Tony no podía decir que no se había sentido bien al ver a la Capitán de nuevo, pero ahora estaba de vuelta en su casa y odiaba realmente que no le pudiera acompañar. Jarvis le recibió con un abrazo cálido y una sonrisa un tanto pesarosa.
—¿Qué ocurre?—Preguntó el menor con cautela.
—Anthony.
Tony suspiró y viró sus ojos al escuchar la voz de su padre.
—¿Qué?—Gruñó el menor, mientras veía a Jarvis alejarse con el poco equipaje que había llevado a sus vacaciones.
—Creo que ya lo sabes.—Dijo Howard con voz baja y tranquila.
—Y tú también, no sé qué quieres que diga.—Dijo con fastidio, intentando subir a su habitación.
La mano de Howard cayó sobre un de los brazos del menor y le sostuvo con fuerza al tiempo que lo giraba hacia sí. Tony soltó un quejido.
—Deja esa insolencia, Anthony.—Masculló con molestia.—A veces apenas puede creer las estupideces que haces.
Tony se retorció en el agarre de su padre, pero éste no le soltó y sólo se lastimó más. Sus ojos comenzaron a humedecerse.
—Déjame en paz.—Murmuró, aún tratando de soltarse.
—No pensarás que te saldrás con la tuya después de lo que hiciste.
—No soy un niño para que...
—¡Eres un mocoso que no piensa en las consecuencias!—Howard apretó más su mano alrededor del brazo de su hijo.—No tengo idea de como burlaste a los guardias pero ten por seguro que de aquí a que terminen tus vacaciones, no saldrás de ésta casa.
Tony dejó de concentrarse en el dolor en su brazo y miró a su padre con sorpresa.
—No lo harías.
—Ya lo hice.—Howard le soltó y le miró alzando la barbilla con una mueca de superioridad.
—¡No soy una mujer que puedas encerrar en una torre!—Gritó Tony con rabia.—No soy como María para que puedas hacerme a tu antojo.
—¡Cállate!
La bofetada resonó por la silenciosa mansión. El rostro de Tony girado hacia un lado mientras las lágrimas salían y sangre comenzaba a salir de su labio. Se quedó así unos segundos antes de murmurar algo.