Bienvenido Stark
Pepper de verdad se había lucido con esa bienvenida. Sin duda, Tony no se había equivocado cuando años atrás la aceptó en su pequeño círculo de amigos, y tampoco al pedirle hacer éste trabajo para él.
Había un sin fin de chicas hermosas paseándose en sexys bikinis por todo el lugar; bendita alberca que había en el hotel. Tony sonreía ampliamente mientras correspondía a todos los saludos.
Desde que había arribado a Nueva York se había sentido revitalizado, había una extraña sensación de emoción recorriendole el cuerpo entero como nunca antes; tal vez se debía a que finalmente lo habían dejado salir de su confinamiento o a que vería a sus amigos de nuevo; quería pensar que se trataba de eso.
***
Tony no entendía porqué seguía cayendo en su propio juego. Todo iba perfecto al inicio, se besó con varias chicas, bebió algunos tragos y habló con un par de conocidos de la universidad, mientras esperaba ansioso. Al principio había tratado de engañarse a sí mismo respecto a ello, pero ahora que la fiesta estaba llegando a su final, su euforia había sido reemplazada por un repentino bajón. Ella no iba a aparecer, ¿verdad? De nuevo se reprendía, no entendía porqué se sentía desilusionado si sabía perfectamente que cabía la posibilidad de no mirarle.
Sacó un cigarrillo de su chaqueta y lo puso en su boca, cuando Pepper se acercó a él junto con un hombre mayor.
—Tony, él es el señor Mclaughlin, dueño de ésta cadena de hoteles.—Dijo la rubita con una sonrisa alegre.
—Un gusto, Joven Stark.
Tony sonrió falsamente y asintió. El tipo tenía una sonrisa bonachona y sus mejillas coloradas que combinaban perfectamente con esa barriga.
—¿A qué debo el placer?—Cuestionó el menor.
—Sólo es un acto de cortesía presentarme cuando alguien importante decide usar uno de mis hoteles.—Respondió el hombre.—Sea usted bienvenido de vuelta a casa.
—Gracias.
—Las gracias debo dártelas yo a tí.—Dijo el hombrecillo con ánimo. Sus cachetes parecieron brillar más.
—¿Y... Eso como por qué?
—Bueno, tenía un asuntillo que me estaba causando problemas, pero gracias a tu aparición, eso ha sumado puntos a mi favor...
—Que bueno ser de ayuda.—Masculló Tony con algo de fastidio, no escuchando mucho de lo que le estaba contando. Asintió varias veces como si estuviera siguiendo la conversación.
—...cuando guste algo no dude en acercarse. Siempre estaremos disponible para usted.
—Un honor, gracias por su hospitalidad. Ahora debo...
—¡sí! No se preocupe. Adiós Joven Stark.
Tony caminó entre la pequeña multitud que aún disfrutaba del lugar y se escabulló hasta unos pilares que se encontraban del lado izquierdo de la piscina. Suspiró agotado y sin mucho reparo se deslizó por el muro hasta terminar sentado en el suelo. Cerró sus ojos un momento, olvidándose de prender el cigarro que aún seguía entre sus labios. Cigarro, pensó. Hizo el amago de sacar su encendedor, cuando sintió como su cigarro era apartado de su boca con un jalón.
—¡Oye!
—Joven Stark.
Tony se quedó de piedra. Alzó la vista y... Sí, ahí estaba ella, tan deslumbrante como siempre con ese largo cabello rubio que se ondulaba y le caían suaves sobre los hombros y pechos. Sin embargo sintió una molestia en el estómago al ver la mirada de reproche en ella.