Veintitrés de diciembre, domingo y nublado.
Eran las once de la mañana, tardé en despertarme. Acababa de llegar a la casa de Annaisha, y en ese momento se me vino a la mente el tiempo que había pasado desde la última vez que había ido a su casa. Por lo que me sorprendió su llamada temprano por la mañana:
—¿Qué parte de "voy a dormir todo el día" no quedó claro? —contesté somnoliento, aún en cama, eran las nueve de la mañana cuando me llamó.
—Por favor, Masao ¿No recuerdas que te avise ayer? antes de... —Annaisha dudó continuar, de hecho, sabía a qué se refería.
—Quedarnos dormidos... —dije, finalizando su frase—, de hecho, fue bastante plácida esa siesta —agregué.
—E... ¿En serio? Po... Po... ¿Por qué dices eso? —preguntó nerviosa—. Espera... ¿me estás molestando?
—¿No...? —respondí algo nervioso. Creo que incluso me sonrojé.
—Masao, haciendo bromas... ¡Con mayor razón debes venir!
A esas alturas ya me había sentado en la cama y me restregaba la cara con mi mano izquierda.
—Vamos, Masao... —me suplicaba Annaisha—. Es solo un almuerzo...
—De acuerdo... voy en camino, pero tardaré un poco, si —contesté resignado.
—Descuida, con que llegues, me basta —finalizó amablemente.
y así, luego de tomar una ducha, colocarme mis lentes de contacto ópticos, vestirme con mi abrigo gris, un jersey de lana marrón con un cuello algo suelto, unos jeans y botines negros, me dirigí a la estación para subir al tren que me acercaría a a casa de Annaisha.
La noche anterior, luego de terminar de trabajar, Annaisha y yo abordamos un tren que nos llevaría a la estación cercana a nuestros respectivos hogares. Pero el cansancio, además de la tranquilidad que nos dió el momento, terminó por agotarnos más, al punto de quedamos dormidos y terminar bastante lejos de donde teníamos que llegar, afortunadamente logramos volver sin mayores problemas, pero aun así, fue algo vergonzoso despertar y que ambos estuviéramos casi abrazados... Bueno, al menos eso pasó rápido al darnos cuenta dónde estábamos. Por lo que luego de volver y separarnos en las respectivas estaciones, cada uno llegó a su hogar. Annaisha como de costumbre, una vez había llegado a casa y antes de dormir, me llamó para saber cómo estaba... Algo que cada vez me era más familiar...
Debo agregar que tampoco me molestaba...
Me había ido en desvaríos propios de mí, cuando sin darme cuenta y luego un viaje corto en tren y una caminata, ya estaba frente a la casa de Annaisha, aquella reja con su puerta igual de pequeña me daba la bienvenida, junto con un ante jardín que tenía unas ligustrinas a los costados que demarcaban el camino a la puerta principal, aquella de madera barnizada y junto a ella, a mi derecha, un ventanal delgado del largo de la puerta con un vidrio esmerilado.
Recordé la primera vez que vine a su casa, y como desde aquel día mi vida cambió de una monotonía constante, a una con mayores problemas...
—Y lo peor de todo es que los busqué yo solo... —murmuré, a la vez que me encaminaba a la puerta de la casa.
Presioné el botón del comunicador al costado izquierdo de la puerta e inmediatamente me contestó una niña:
—¿Si?
—¿Emiko-chan? Soy yo, Masao.
—¡Maa onii-chan! ¡Enseguida abro! —finalizó con su alegría de siempre.
Luego de unos segundos, la puerta lentamente se abrió y en lugar de ver a Emiko-chan, quien me recibió fue una niña de alrededor unos cuatro años. Cabellera rubia corta y ojos verdes.
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Lost Sorrow Vol. 2 EDITANDO
Teen FictionPorque la vida cambia y cada paso que das es diferente al anterior... Lo que comenzó como un simple encuentro fortuito, ha dado lugar a un viaje de introspección y cuestionamientos. "¿Estará bien lo que hago?" "¿Es lo correcto?" "¿Es lo que busco...