La distancia y el desencuentro

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Alex se despertó sin entender mucho que había pasado hace tan solo unas pocas horas. Recordó a Piper y abrió los ojos rápido al no sentirla a su lado, pero para su decepción se encontró con la cama vacía. Intentó escuchar si oía a alguien en el baño o en la cocina pero nada... su departamento se encontraba en completo silencio. Volteó su rostro y en la almohada a su lado todavía podía reconocer el perfume de la rubia. Suspiró profundo, como intentando adueñarse de ese aroma para no olvidarlo nunca.

Se levantó algo decepcionada, su cuerpo se sentía raro, era una sensación de dolor y cansancio en cada músculo, pero de las más agradables que pudo haber sentido.

Recordó las manos de Piper acariciando su cuerpo, los labios de la rubia sobre sus pezones, su cuello y sobre su boca. Agitó su cabeza como intentando sacar esos pensamientos de su mente y fue directo a darse una ducha.

El bajar sus bragas encontró evidencia de lo que había sucedido hace algunas pocas horas y se ruborizó como si alguien más la estuviera viendo. Sin embargo al mismo tiempo sonrió, porque aunque la rubia ya no esté allí, había tenido la noche más increíble de su vida.

Al pasar sus manos por su cuerpo no podía evitar pensar en Piper y en como ella había recorrido cada centímetro de su piel, sin dudas esa noche jamás la olvidaría.

Cuando entró a su habitación encontró su pantalón tirado en el piso, pero lo que más le llamó la atención fue que el sostén de Piper seguía allí. Recordó que el resto de su ropa debería estar en la sala y por un momento sonrió pensando que la rubia tal vez todavía se encontraba en su departamento. Sin embargo la decepción volvió cuando solo encontró la remera roja de Piper y una nota sobre la mesa de café.

Leerla le dio una mezcla de emoción y tristeza, dejaba en claro dos cosas: primero que ella también la había pasado excelente esa noche y segundo que era una notoria despedida.

Quiso creer que habría dejado su celular anotado, pero solo encontró esas pocas palabras allí. Dobló la nota y la guardó, no era algo de lo que quisiera desprenderse tan pronto.

Siguió buscando su remera y al no encontrarla pensó que la rubia se había ido tan rápido que no solo se olvidó su sostén, si no, que también se había llevado su remera por equivocación.

Genial, pensó de manera irónica, tenía una nota y dos prendas suyas en su hogar. Como si fuera posible olvidarse de ella alguna vez, ahora tenía tres cosas que harían eso aún más difícil.

Pasó el resto del día como siempre: almorzando, mirando algunos capítulos de su serie favorita y luego habló con su madre por teléfono. Todo seguía con total normalidad, solo que ahora una rubia de ojos azules se paseaba entre sus pensamientos una y otra vez, sin siquiera darse cuenta.

Tenía un mes de vacaciones de la Universidad, así que su madre le había pedido que vaya a visitarla. Compró un ticket por Internet para poder viajar y estuvo allí dos semanas. Alex no tenía padre, Diane, su madre le había dicho que ella fue el resultado de una noche de descuido cuando era adolescente y una groupie. Pero que la llegada de ella a su vida fue lo mejor que pudo haberle pasado.

Se criaron casi juntas, su madre aprendiendo día a día como criar a una niña y ella deseando crecer lo más rápido posible para poder cuidar de ambas. Hasta los trece años contó con el cariño de su abuela materna, ella le había enseñado a leer, jugar al poker y que marca de cerveza era buena. Todas indispensables para una vida digna, según ella.

Durante su paso por el colegio Alex había resaltado siempre por sus notas, no era muy sociable, se pasaba los recreos resguardada con la vista en sus libros. Y aunque varios niños y niñas siempre quisieran acercarse a socializar con ella, Alex siempre se negaba. Salía del colegio apurada para poder ayudar a su madre en las cosas de la casa y siempre tener todo listo para cuando llegara Diane del trabajo.

Tú, la más linda coincidenciaWhere stories live. Discover now