Capítulo 10 - No sabes cuán dispuesta estoy a quemarme

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Piper estaba llegando al hospital a cumplir con su segunda guardia de treinta y seis horas. Su madre había pasado a saludarla y en un descuido tuvo que conocer a Stella. No la había presentado como su novia, claro está, pero tuvo que aguantarse todo el camino a la clínica escuchando a Carol aconsejarla de que esa chica le daba mala espina.

Cuando por fin llegaron a la puerta de su trabajo, veinte minutos antes como siempre, tuvo que digerir la peor imagen que sus ojos habían visto hasta el momento. Ni siquiera podía equipararlas cuando perdió a su primer paciente en sus prácticas de Londres.

De un Toyota Corolla color rojo Alex se sacaba el cinturón de seguridad mientras saludaba con un tierno beso en la boca a Silvie, uno corto, pero que era suficiente para querer matar a esa castaña.

La rubia la reconoció en seguida, era la misma chica con la que vio caminar a Alex dos años atrás y aunque la decepción la estaba matando pensó que sería una idiota si creyera que una mujer como Vause podía estar sola.

Esa escena que duro a penas unos pocos segundos, pero en su mente fueron tan intensos y tortuosos como si hubieran pasado horas. Se había enojado tanto que golpeó la puerta del auto de su madre tan fuerte que Alex volteó a ver que había sucedido.

Sus miradas se encontraron y una batalla de rabia se desataba entre ellas. Ninguna tenía el derecho de decir nada, la pelinegra todavía seguía enojada con la novia de Piper y no podía explicarse el por qué, mientras que la rubia no podía soportar que los besos de Alex le pertenecieran a alguien más.

Chapman entró al hospital lo más rápido posible evitando saludarla pero como era de esperarse tuvieron que tomar el mismo ascensor.

-: Chapman – dijo casi sin mirarla y poniéndose delante suyo

-: Doctora Vause – susurró casi por pura obligación

Fueron solo veinte segundos pero que parecieron minutos. Lo que no notaron o que intentaron negar es que ambas iban al mismo piso, al mismo salón y al mismo vestuario. Se encontraron con que sus loquers estaban pegados, lo que iba a hacer imposible no chocarse cada día.

Alex podía ser indiferente con todo el mundo, eso no le costaba si quiera un poco. Es más, la mayoría de sus colegas había intercambiado pocas palabras con ella en todo un año. Pero con Piper no podía, la rubia descolocaba todas sus rutinas y desordenaba todos sus impulsos. Sobre todo ahora, que la muy descarada decidió cambiarse frente a ella y podía verla en su sostén color blanco a solo medio metro de distancia. Lo peor de todo es que aunque quisiera no podía desviar su vista, no podía y definitivamente no quería.

Chapman lo estaba haciendo a propósito, buscaba tentarla lo más posible e incluso en un ademán por querer mostrarle su cuerpo se agachó aún en sostén a atar sus cordones apretando sus bíceps contra su pecho de tal manera que sus senos parezcan más apetecibles aún. Sentía la mirada de Alex sobre su cuerpo, esa misma que la volvía loca y que le generaba calor de solo imaginarla. Se demoró lo más que pudo, incluso desató uno de sus cordones para volver a hacerlo, quejándose de que lo había hecho mal.

-: Piper ¿sabes que hay vestuarios cubiertos para que te cambies, verdad? - preguntó sin retirar su vista

-: ¿Tanto le molesta, doctora Vause tener que verme así? - susurró sin mirarla volviendo a desatar sus zapatillas, pero esta vez por que de verdad había olvidado cambiarse el pantalón.

-: En lo absoluto – contestó perdida en su abdomen levemente marcado – pero puede entrar alguien – dijo excusándose.

-: Yo no veo que nadie se cambie tan temprano – dijo y luego mirándola a los ojos por primera vez se bajó el pantalón lentamente, casi de manera tortuosa haciendo que Alex tragué duro y seco, se muerda el labio inferior y todo eso sin darse cuenta – además, no es algo que no haya visto – terminó diciendo y guiñándole el ojo de manera seductora.

Tú, la más linda coincidenciaWhere stories live. Discover now