Capítulo 12 - Mejor que la primera vez

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Segunda parte

Sus labios se rozaban con intensidad, con desespero y la lengua de Piper invadió por completo la cavidad bucal de Alex aferrándose a ese sabor que tanto había extrañado y que era suyo, ella sabía que lo era.

Y Alex correspondió y ahora su lengua era la que dominaba y la que pedía más porque lo necesitaba.

Dejaron en ese beso algo más que saliva, era hambre, deseo, ganas, excitación. Era esa mezcla de vino y de feromonas que bloqueaba por completo la razón de ambas y solo dejaba a flote el placer. Un placer que solo ellas eran capaces de generar y tanto fue así que Alex terminó acostada sobre Piper y Piper aprovechó tenerla así para bordear toda su espalda, su cintura y descansar unos segundos sus manos sobre el trasero de Alex que le parecía demasiado perfecto para ser real.

Y la pelinegra empezó a besar su cuello, hasta el lóbulo izquierdo de su oreja y preguntó casi sabiendo la respuesta y casi deseando que sea un no:

-: ¿Quiéres que pare Pipes? - y lo hizo de la manera más sexy que encontró y tan decidida que aún sin terminar de hablar ya la estaba besando de nuevo y Piper no entendía si era el cielo o el infierno en dónde estaba porque no podía ni hablar, ni responder, solo actuar y por eso intercambió sus posiciones dejando ahora a Alex debajo suyo y solo para ella como tantas veces la había necesitado.

-: Vos decime si queres que pare – susurró ahora ella jugando con su integridad y besando su cuello y bajando hasta el borde que aquel escote en forma de V le permitía, besando el inicio de esos dos perfectos senos que solo Alex podía tener y absorbiendo el olor de su piel, tan característico de Givenchy y que en ella olía aún mejor.

Pero Alex no podía responder, solo quería que su remera desapareciera y que la rubia se pierda en su pecho y que la haga suya, si, porque solo con ella podía ceder el control. Y entrelazó sus dedos entre esos rizos rubios y la acarició mientras con la otra mano bajaba ahora ella a disfrutar de su trasero, tan redondo, tan tonificado que la volvía loca cada vez que la veía caminar en el hospital. Pero ahora estaba ahí y podía tocarlo y quería morderlo, lamerlo, hacerle todo lo que en su mente imaginaba con solo verla.

Y no aguantó más entonces le sacó la remera y dejando a Piper en sostén se metió ella entre sus senos y la rubia solo se arqueó para atrás para darle el lugar y ofrecerle toda su piel. Ambas perdieron el tiempo que pasó, ese era su momento, ya no había forma de parar y lo sabían y tampoco querían hacerlo. La rubia se deshizo de la remera de Alex y metió su mano por su espalda muy despacio hasta llegar al broche de su brassier y lo sacó de un solo movimiento para luego subir sus manos por sus hombros y retirar con paciencia ambos breteles para dejar en exhibición las dos perfectas circunferencias que portaba la pelinegra. Y las tocó con tanta delicadeza que parecía que no quería que se rompan o que las estaba midiendo y eso solo provocaba pequeños gemidos en Alex que disfrutaba de cada tacto tan suave y tan certero que solo ella podía hacerle.

Piper entrelazó esos pezones que ahora ya estaban erectos por el roce y por la pequeña brisa que las envolvía por estar todavía a la interperie y se acercó a ellos despacio dando un lengüetazo sobre el pezón izquierdo de arriba hacía abajo, envolviendo esa piel texturada entre sus dientes y jalando tan solo un poco hacía ella creando una agradable sensación de desespero para Alex.

Pero luego no paró si no que siguió lamiendo y disfrutando de sus areolas color rosado por lo pálido de su piel y no solo lo hizo con el pezón izquierdo, si no que también le otorgó el tiempo suficiente al derecho y luego de satisfacerse por completo de ellos empezó un camino que no tenía regreso alguno, ni en ese momento, ni en diez años porque estaba a punto de probar el sabor de Alex y no había forma de detenerla.

Tú, la más linda coincidenciaWhere stories live. Discover now