6 - "De las que no se olvidan"

635 76 53
                                    


Nicky se sorprendió cuando el veintiséis de diciembre su mejor amiga cruzó la puerta del departamento donde vivían. Piper no volvería a Londres hasta el dos de enero y que haya llegado antes era un claro indicio de que algo había salido mal.

La rubia llegó triste, con ojeras y con un humor de perros. Al entrar saludó a su amiga y a su padre con un beso en la mejilla y se fue directo a su dormitorio donde pasó las siguientes seis horas durmiendo. Al despertarse, se duchó, se maquilló como muy pocas veces lo hacía y se vistió lista para provocar un infarto. 

Salió de su habitación con un tapado en la mano y su cartera en la otra. Nicky la volvió a mirar completamente sorprendida, ella no era de salir sola y mucho menos así vestida. Llevaba un vestido rojo que a penas cubría sus muslos y que dejaba su espalda completamente al descubierto, en los pies unos tacos altos y negros la acompañaban combinando con sus demás accesorios. Sus labios iban rojos sangre y sus ojos perfectamente delineados resaltaban aún más su azul intenso.

El papá de Nicky tuvo que levantar su quijada después de verla, no era novedad que le gusten las veinteañeras, pero Piper era la única mujer con la que él jamás se metería. Sabía perfectamente que su hija era capas de castrarlo, además del claro impedimento de que a la rubia solo le gustaban las mujeres.

-: No me esperes a cenar Nicky – dijo guardando las llaves en su bolso.

-: ¿Se puede saber a donde irás? - preguntó preocupada

-: Solo a beber algo – dijo con media sonrisa y salió de allí lo más rápido posible para evitar las preguntas de su mejor amiga.

Subió a su auto, un Mercedes Benz Clase C blanco, que su padre le regaló al terminar su primer año en la Universidad con el mejor promedio.

Aceleró y llegó lo más rápido que pudo al bar donde frecuentaba siempre. Al entrar se robó la mirada de más de una persona (algo completamente normal) mientras se dirigía a la barra. Esa noche Piper no tenía la mirada dulce de siempre, no llevaba sus modales habituales ni la expresión de niña buena que no podría ni romper un plato. Esa noche había salido lista para olvidar a Alex, no importara cuanto eso le llevara, se había prometido por su propia salud mental que la olvidaría, dejaría de soñar con esos ojos verdes que intervenían hasta en sus sueños y sobre todo, intentaría encontrar en otra piel las vibraciones que solo esa pelinegra había provocado en ella.

Pidió un whisky doble a la primer barwoman que le sonrío y lo bebió recorriendo cada rincón del lugar con su mirada mientras daba pequeños sorbos que quemaban lentamente su garganta. 

Descubrió a dos chicas que le gustaban, pero lamentablemente estaban juntas. Las miró fijo más del tiempo permitido y una de ellas le sonrío, Piper devolvió el gesto, pero no le gustaba meterse en triángulos amorosos. Volvió su vista a la barra y decidió seguir esperando, al fin y al cabo la noche recién estaba empezando.

Había pasado una hora en la que solo estuvo hablando con Candance, una de las barwomen más antiguas del bar. Candance era pelirroja y tenía los ojos color miel, Piper se había acostado con ella dos veces. Por lo que había decidido que si nada resultaba se podría ir con ella esa noche, aunque era una juzgada arriesgada, ya que la última vez las cosas no habían terminado muy bien entre ellas. Aunque Piper le había dejado las cosas claras desde el inicio, advirtiéndole que no buscaba nada serio, eso no había podido evitar que la pelirroja termine sintiendo cosas por ella. Cuando la rubia fue consciente de esos sentimientos decidió que ya no deberían volver a verse, al menos no para tener sexo.

Mientras hablaban sobre cosas sin importancia Piper sintió que alguien le tocaba el hombro, cuando giró a ver de quién se trataba vio que una de las chicas que había visto antes estaba allí y parecía totalmente enojada.

Tú, la más linda coincidenciaWhere stories live. Discover now