『 Negative & positive 』

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C a p í t u l o 29

Las semanas pasaron y con ellas el invierno. Todos los días Endou se presentaba junto al psicólogo y este le ayudaba con su personalidad, con su vida. El hombre le había apoyado y lo ayudó a no verle el lado malo a su historia, concentrándose más en lo positivo, en su presente, en lo que tenía. Se sintió más feliz.

—Shuuya, últimamente me siento más lleno, más animado —confesó, mirando el cielo azul y el como las nubes iban y venían. No soltaba por nada la mano cálida de su pareja.

—Es maravilloso que así sea, Mamoru —No podía dejar de mirarlo, ese hermoso rostro al fin en paz, esos ojos que demostraban la felicidad; esa calidez fría se desvaneció.

—Ahora me pongo a pensar en todo lo que hubiera tenido si no hubiera acudido a Mamoru —comentó, pensativo—. Y me hace sentir arrepentido, mal.

Las primeras consultas en el medico, habían decidido colocarle un nombre a sus dos personalidades, como primer paso para la aceptación de sí mismo. El lado malo se llamaba Mamoru y el bueno era Endou. Recordaba que tuvo ayuda de Goenji para ello y el no complicarse era la clave.

—Pero si no hubieras acudido a él seguirías sufriendo —Goenji se volteó, quedando de lado. Endou le imitó. Ambos chocaron sus miradas en una hipnotizante guerra en la que no iban a ceder—. Gracias a ambos pudiste ser libre y feliz.

Lo único que faltaba, era que Endou entendiera que ni una personalidad era mala y ni otra era buena, que ambas podían ser las dos cosas. Que no era sólo Endou y Mamoru, sino Endou Mamoru. Faltaba que entendiera que él era una sola persona y lo aceptara, pero debía darse cuenta solo.

—No, viví solo con uno y obtuve compañía con el otro.

Era lo que faltaba para la felicidad.

Pero algo que Mamoru no ha podido dejar de lado, es a aquel rubio de ojos morados que ha estado amenazando en su territorio. Aquel que le provoca con miradas de burla sin saber el ser furioso que en su interior atormenta.

—Vamos, Goenji. Hoy dan el examen y quiero repasar un poco antes —hablaba tan familiar y se acercaba sin ninguna pena. Abrazaba al nombrado por los hombros y sonreía satisfecho con ello.

—Esta bien, Goushu. Nos vemos al rato, Mamoru.

Y esa sonrisa socarrona que le compartía a espaldas de su novio, esa mirada burlona que lo hacía tronar sus huesos al apretar sus puños con impotencia. Ahí aparecia Mamoru, porque Goenji era suyo, porque odiaba a ese imbécil que se hacía llamar amigo.

Últimamente estaba siendo apartado de Goenji por él en la escuela, ya no pasando tanto tiempo juntos como antes y lo enfurecía. Trataba de calmarse por su mes de idas al psicólogo y por su novio, pero estaba llegando a sus límites, a los límites que Mamoru ya no podía aguantar.

Y ese día cambió todo los planes.

—¡Mamoru, detente!

Su cuerpo apresado contra la pared de su cuarto, siendo presionado en su caderas por esas manos y sintiendo ser restregadas por todo el miembro ajeno. No quería volver a sufrir de esta manera.

—¡Por favor! ¡No lo hagas!

Tartamudeaba con la garganta seca y los ojos ardiendo por las lágrimas soltadas. Intentaba darle golpes al castaño, pero este mantenía presión en su agarre. Pronto sintió como esas cálidas manos se adentraban en su camisa y el tacto frío recorrer su piel descaradamente.

—¡Endou! —gritó en cólera.

Cualquier movimiento cesó. Sintió su cuerpo libre del gran apretón en sus muñecas y el como el cuerpo contrario se alejaba. Volteó furioso a enfrentarse con su pareja, pero este miraba atónito el piso, con un miedo profundo en sus ojos, un miedo que lo hizo temblar.

—Esto no va a funcionar —balbuceó el castaño—. Ir al psicólogo es una perdida de tiempo, no ayudará —susurra agarrando su cabeza entre sus manos, sintiéndose frustrado—. ¡No voy a poder ser feliz!

—Claro que lo serás, Mamoru. Lo serás —dijo, acercándose a su pareja, queriendo abrazarlo, pero este se alejó—. Solo fue un tropiezo.

—¡NO! —gritó, desgarrando su garganta—. ¡No es un tropiezo! —Colocó su mano en su corazón y apretó el agarre a su camiseta—. ¡LO ODIO! ¡LO ODIO! ¡ESE MALDITO DESGRACIADO! ¡DESDE QUE SONRIÓ CON ESA MALDITA ESTUPIDEZ LO ODIO! ¡NO DEBERÍA DE EXISTIR SI QUIERA!

—¡Mamoru, ya basta!

—¡Esto no va a funcionar si sigo sintiendo odio! ¡No funcionará!

—¡Llevas un mes! Requiere tiempo, Mamoru —dijo, abrazándolo de una, logrando calmarlo y sentirlo desvanecerse—. Estamos empezando.

—Lo odio. Lo odio —repitió con ira, balbuceando varias veces y escupiendo colérico groserías a esa persona.

—Estarás bien.

—Lo odio.





777 palabras

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