『 Passive 』

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C a p í t u l o 8

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C a p í t u l o 8

—¡Uff! ¡Este trabajo es larguísimo! —exclamó el castaño al ver el montón de hojas que el profesor les entregó ese día.

—No es para tanto. Lo haremos rápido —Le animó el rubio como sabía hacerlo, dándole un cálido beso en la frente. Endou sonrió dulce.

—Si, espero que términos antes de que oscurezca.

Las clases empezaron en menos de lo que creyeron, con aún un clima caluroso pero no tan a abrasador como el de hace semanas. Ese día, el profesor envió un trabajo en equipo para entregarlo dentro de dos días. Los equipos eran mínimo de dos y máximo de cuatro, pero, a pesar de eso, la mayoría eligió solo un compañero y ellos no fueron la excepción. Felices de estar juntos en el mismo salón, se unieron para hacer el trabajo y tener una excusa para estar solos más tiempo; un buen plan. El trabajo consistía sobre la historia de Europa, más específico sobre la Edad Media y la Edad Alta. Tenía que contestar como cincuenta preguntas en un informe de más de diez páginas, redactado de forma organizada. Al estar a punto de graduarse les mandaban más cosas complicadas y eso le destrozaba la mente al portero, quien ahora deseaba volver a sus segundos años en secundaria.

Con la computadora empezaron la investigación, junto con diversos libros que sacaron de la biblioteca escolar. Al principio se concentraron en ello que no decían más nada que opiniones o comentarios sobre lo encontrado, sin embargo, con el pasar de las horas lograron sentirse más tranquilos, empezando a haber un ambiente más relajado y ambos hablaban más gustosos de cosas que ni al caso con la historia.

Mientras iban avanzando, el cielo iba cambiando, causando que el día caluroso que hacía se vuelva un poco más fresco por la pequeña brisa. Cuando contaron las hojas que llevaban, se dieron cuenta que apenas eran once páginas y se lamentaron por comprar las hojas de un tamaño mediano y no pequeño.

Durante la tarde, comieron galletas, unos vasos de jugo de limón por el calor y ya por la tarde unos helados que les sirvió la madre del castaño. Siendo que Goenji cenó con la familia ese día.

La noche estaba empezando apenas y ellos decidieron dejar lo que habían hecho hasta ahí, así seguir mañana aprovechando que era sábado. Se quedaron un rato conversando entre risas, pues aún no querían separarse.

Apoyados con la espalda en la cama, pegando sus codos para comodidad y con el ventilador dándoles más brisa, no pudieron aguantar las ganas de darse un beso. Sus rostros se acercaban al querer el contacto, uniendo sus respiraciones. La distancia poco a poco se iba desaparecido y el beso que surgió de ello los lleno de una completa satisfacción. Les encantaba el sabor de los labios ajenos; los llenaban de vida. El besarse y mantenerse unidos de esa forma no les quitaba solo el aliento, les quitaba todos los malos sentimientos que tuvieron en el día y los hacía sentirse más animados. Algo que sólo podía ocurrir con el otro.

Sus bocas empezaron a moverse, haciendo el beso más profundo. Goenji empujó al castaño por instinto contra la cama, colocándose en cuatro en frente de Endou, intensificando el beso. Esos actos, cuando cumplieron dieciséis, empezaron a volverse de tal forma, quitándoles el aliento.

Por un momento pensó sobrellevar la situación perfectamente, como era usual, pero entonces sintió ese tacto en su muslo, el mismo que en la playa. Antes de poder reaccionar, una mano lo atrapó de la nuca, sin dejarlo poder separarse. Las yemas de esos dedos los sintió subir hasta sus caderas, por arriba de su trasero y lo empujaron bruscamente para sentarse encima del regazo del castaño. ¿Por qué se sentía pequeño?

Se separó del beso rápido al sentir esa mano otra vez sobre su muslo. No le estaba gustando eso.

—¿Goenji? —Con confusión inocente le preguntó Endou, preocupado por la reacción del rubio.

Goenji miró fijamente al otro por un segundo.

—Yo ya me tengo que ir.

Era decepcionante, pero estaba perdido.

Por un momento se sintió... Bien. Le gusto, pero... pero así no era él.

Era extraño.

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