『 Remember with hate 』

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C a p í t u l o 38

¿Se creería si decía que con veinticuatro años seguía fuera de todo contacto con sus amigos?

En un principio, le pegó bastante el estar solo, únicamente con la compañía de su abuelo y algunos compañeros que consiguió en la isla. Era terriblemente pesado el no estar cerca de sus padres, de él. Las nubes no se despejaron nunca y el sol no volvió a salir; a veces llovía, otras con truenos, pero cesaba. Extrañaba la calidez del sol, sentirla quemarle la piel, acariciarle los párpados y apreciar el brillo esplendoroso de este. Cuanto extrañaba esa hermosa vista, con el sol sonriente en su mejor estado de ánimo.

Oh, sol. Solicito de su alma. Se llegaba a preguntar cómo se encontraba, que estaría haciendo, que hizo en todos estos años. ¿Está con Elizabeth? Fue su primera interrogante esa mañana al despertar y recordar la hermosa fecha que tanto le rompía el corazón. Abrió su teléfono, desbloqueándolo para apreciar como el calendario le recordaba inconsciente el 9° Aniversario de la relación que tuvo con Goenji, si hubieran seguido juntos.

-Feliz Aniversario, Shuuya -susurró, sin querer levantarse de la cama.

Su cuerpo sufrió grandes cambios en la adultez, haciéndole de un hombre parecido y fornido por el deporte, siendo que nunca abandonó el fútbol. Con una estatura promedio conseguía muchas pretendientes, no obstante, no quería relación alguna. Su experiencia sencillamente le gritaba insultos a su persona, negatividades; le hería de la peor forma y en donde más le afectaba.

La puerta sonando interrumpió su depresión y agradeció a quien sea que estaba detrás ella. Se levantó con total pereza, estirándose.

-Endou, hay alguien que viene a verte -La voz de su abuelo le hizo sonreír, más aquel aviso lo descolocó un poco.

Se llegó a preguntar quién sería, que ocurría. No estaba de ánimos para jugar fútbol y Roccoco últimamente a estado un tanto fastidioso, así que tampoco quiere salir. Poniéndose de pie, bostezo sin querer, rascándose un poco la espalda. Posterior, abrió la puerta. Su abuelo, sonriente, le miraba con algo de diversión.

-¿Quién es? -preguntó, mientras caminaba hacía la sala.

-Es una chica -soltó-. Muy bonita a mi parecer.

Sabía lo que era eso; su abuelo le estaba buscando pareja. Suspiró con desgano.

-Si la trajiste, dile que está perdiendo el tiempo -dijo, dispuesto a volver a su habitación.

-Oh, Endou. El amor es lo más bonito en la vida. Lo digo yo, que era igual que tú, solterón -Le dio unas palmadas en la espalda-. Pero yo no la traje. No sé cómo supo que vivías aquí.

Una alerta apareció en su cabeza. Fue que decidió acercarse a la puerta, dudando un poco al tomar la perilla, pero abriéndola con calma.

Oh, dios. Tantos años tratando de olvidar, tratando de no sufrir por un amor tóxico y dependiente, pero tan poderoso; aguantando las lágrimas y haciendo lo mejor posible por seguir con su vida en paz, sin ningún remordimiento, sin ningún sentimiento.

-¡Oh, si eres tú! -Aquella bella rubia le sonreía con emoción. Sostenía una vieja foto, con su yo de niño, junto a quien era su pareja en ese tiempo. Se veía orgullosa-. Te estuve buscando por todos lados, hasta hablé con tu madre.

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