『 Free 』

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C a p í t u l o  37

Ya era hora.

Con su traje más elegante, de un azabache puro, con corbata y camisa blanca, le hacía ver cómo nunca se vio. Ni en su cita más elegante se tuvo que poner un traje así. Sus zapatos brillaban con las luces de su casa y su cabello se veía libre de aquella banda deportiva, peinado delicadamente hacía atrás con gel para mantenerlo a raya. Estaba decente. Lamentablemente, su expresión tan fría y demacrada no iba con su apariencia. Tenía ojeras notables que hacían ver a sus ojos más caídos, con una mueca deprimida, sin ningún tipo de emoción o si acaso sentimiento.

Había pasado un mes, el último mes de clases. En ese mismo instante, debe estar sonando la música en el anfiteatro de su escuela, con ya muchos estudiantes bailando y otros conversando, incluso haciendo fila para entrar. Era el baile de graduación, principal para los que ya se iban a la universidad.

Viéndose al espejo, recapacitó en su alta y delgada figura, por más músculos formados tenga, notando que ya no era como el de antes; que en sus ojos ya no existía aquel brillo ni aunque intente disimularlo; que su rostro se veía tan decaído como su de plástico fuera y le estuvieran pasando fuego para que se derritiese. Su mundo era una nube negra, sin sol, ni lluvia; oscuro y cubierto por la sombra, sin un pequeño hueco por dónde la luz pueda infiltrarse levemente. No tenía un sol; su sol. Y ya hace un tiempo dejo de llover; las tormentas simplemente cesaron. Es como si no sintiese nada.

—Oh, Mamoru —suspiró con resignación su madre—. Estas ojeras se ven muy mal. Ven, vamos para que te maquilles un poco ¿Si? —Su dulce voz maternal le ocasionaba cierta paz, su sonrisa delicada le obligó querer actuar frente a ella, aún teniendo muy en claro que ella conocía su verdadero ser.

No dijo nada, solo le siguió.

Antes de salir de su habitación, miró dudoso el interior, en un punto en específico, apreciando con una leve presión en el pecho aquel blanquecino sobre pulcramente doblado. Tomó aire y lo exhaló con fuerza, cerrando la puerta.

Desde que anunciaron el baile, nunca sintió algún tipo de interés por él, si quiera pensó en ir. No ayudó para ningún arregló y faltó varias veces a la escuela para no tener que ser obligado a ayudar; no tenía ánimos. Su madre fue quien le obligó a vestirse e ir, sin importar que no tenía pareja o si no se sentía bien. Al principio peleó con sus padres, pero luego se resignó que terminó por desinteresarle hasta si iba. ¿Algo si acaso le importaba ahora?

Cuando puso pie en el anfiteatro, inmediatamente la música atacó sus oídos y la bulla le golpeó en el rostro sin compasión. Se relajó y decidió a usar su máscara; su capa protectora. Sonriendo con emoción, buscó a sus amigos entre las personas. Decepción fue cuando se encontró a la mayoría bailando con alguna chica, todos por separado.

—¿Endou? —La voz de Kidou se hizo voltearse a verlo.

—Kidou, amigo. ¿Donde estan los demás? Los veo a todos separados —dijo, dándole un abrazo con su brazo derecho.

Kidou parecía confundido y le miraba de una forma distinta a lo usual.

—Todos consiguieron pareja, así que están con ellas —comentó, procediendo a reír con cierta burla—, no obstante, si quieres, puedes unirte al grupo de solteros.

Cuando vio a Kazemaru, Tobitaka, Goenji y Haruna frente a la mesa de bocadillos, no pudo evitar reír. ¿Justo Goenji debía estar ahí? ¿En serio? ¡Por Dios! Tenía demasiada suerte.

—Ay, amigo. ¿Cómo supiste que estaba soltero? —rió.

—Goenji me dijo que terminaron hace meses y conociéndote, sé que no conseguirás a nadie —dijo sin anestesia, sin resentimiento y sin culpa. Endou quiso golpearlo en el rostro hasta verlo sangrar, llorando y sollozando por qué los golpes cesasen. Oh, que buena vista.

Sheep's ClothingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora