Capítulo 8-. Incómoda y Molesta.

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Anoche estuve llorando por horas en los brazos de mi amigo, pues se me habían mezclado todas las cosas y simplemente no podía controlarme. A tal extremo fue mi llanto que termine exhausta, por eso esta mañana me desperté apoyada en el muslo de Kian, con su mano en mi hombro y cubierta con una manta negra de lana.

Se me apretó el pecho ver que mi mejor amigo no se separó de mí durante la noche. Yo, silenciosamente, me levanté, estiré y luego miré a mi Kian. No quería despertarlo, pero su incómoda posición me obligó a hacerlo. Lo acomodé para que quedase recostado sobre el sofá y luego lo tapé con la manta negra.

— ¿Qué pasa, Nory?—preguntó soñoliento, restregándose los ojos para poder ver con mayor claridad.

—No pasa nada, sigue durmiendo—tomé su mano para que dejase de hacerlo.

—Ven aquí—levantó un poco la manta invitándome a recostarme a su lado.

—Iré primero a lavarme la cara—respondí.

La verdad era que yo no quería que los demás me viesen acostada con Kian, pues eso era un detalle bastante comprometedor.

Sus ojos azules verdosos se cerraron en cosa de segundos, él estaba muy cansado y se merecía descansar. Se veía muy dulce durmiendo con su boca semi-abierta, abrazado al cojín y con sus piernas desparramadas por el sofá.

Tal y como le había dicho a Kian, fui al baño, pero en el camino me encontré con los chicos conversando en un cuarto de invitados de la casa. En aquella alcoba habían dos camarotes paralelamente. Todo estaba decorado en tonos verdes y celestes, muy lindo según yo. Matt se reía a carcajadas en la cama que estaba sobre la de Damien, quien simplemente sonreía. En el otro camarote, en la cama de abajo estaba James contándole divertidas historias a ambos muchachos.

—Buenos días, linda—me saludó James al verme, haciendo que los demás levantaran sus miradas hacía mí.

—Buenos días a todos—los saludé.

—Ven con nosotros—me invitó Damien palmeando el lugar vacío a su lado.

Acepté la invitación del moreno y me coloqué a su lado. Él muy tiernamente pasó un brazo por sobre mis hombros y me acunó hacía el suyo. Damien esperó que James y Matt se hundieran en su tema de conversación, cuando se giró para verme de frente. Con cuidado acunó mi rostro entre sus manos y con sus pulgares delineó el borde de mis ojos. De reojo pude ver que parte de mi maquillaje quedaba en sus dedos.

—Gracias—susurré cuando entendí que me había limpiado el maquillaje corrido por las lágrimas de anoche. Fue un gesto que me puso la piel de gallina, pues fue muy dulce.

—No hay de qué—acomodó unos mechones tras mi oreja y luego retiró sus manos de mí. Yo simplemente bajé un poco la mirada sonriendo. —No nos gustó para nada verte así de triste ayer—me dijo luego de unos segundos. — ¿Estás bien ahora?—preguntó.

—Estoy mejor—respondí sinceramente. —Se me está haciendo muy difícil estar lejos de mi familia—le expliqué.

— ¿Solo fue eso? —los gestos de su rostro insinuaban que habían otras razones y no se equivocaba. Pero no era apropiado contárselo.

— ¿No es razón suficiente?—reí nerviosa.

Él me dedicó una mirada desconfiada, pero luego se rió un poco. Escuchamos unos minutos la historia de James, pero me estaba aburriendo oírlo alardear sobre alguna de sus experiencias, por lo que miré el techo. En esa rápida mirada mis ojos captaron que había alguien más con nosotros, justo frente a mí, sobre la cama de James. Eric. Él me estaba mirando fijamente, mas yo no quise hacerlo, no era capaz.

Atraída por el peligro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora