Capítulo 7-. Siento algo por él.

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Kian decidió no acompañarme a buscar a Faye, pues no le daban ganas de sociabilizar con ella después que me apuntara con un arma. Le insistí que esa no era una razón válida, ya que Faye solo estaba cuidando sus tierras y no me conocía. De todas maneras, él prefirió no intervenir.

Encontré a la pelirroja en uno de los cuartos, recostada mirando el techo. No quise entrar sin avisar, por lo que retrocedí unos pasos y toqué su puerta. Ella esperó un par de segundos para responderme, intuí que no estaba lista para recibirme en ese momento.

—Disculpa por las molestias—le dije mientras me acercaba.

—Descuida—me sonrió, pero pude ver en sus ojos que no estaba feliz. —Veo que te sientes mucho mejor—comentó.

—Sí, así es—respondí un poco nerviosa.

—Me alegro que así sea, tenías a los muchachos muy preocupados—sonreí ante su comentario, pues me era muy grato saber que la gente se preocupaba por mí.

—No quise ser una molestia tampoco—reí suavemente.

Amablemente palmeó el colchón a su lado, invitándome a sentar. Tal y como ella lo había ofrecido, yo me senté a su lado y comenzamos a hablar. Faye no parecía ser mala, ni violenta, pero por sus palabras deduje que ella quería mucho este pueblo y que haría cualquier cosa para defenderlo si era necesario. No me cabían dudas después de todo lo vivido.

Mientras hablábamos, yo seguía viendo un brillo de tristeza en su mirada. Estaba segura que ella estaba tratado de ocultarlo con temas más alegres, pero a mí no se me escapaban esos pequeños detalles. Me consideraba una persona muy persuasiva.

—No quiero sonar entrometida—ella me miró desconfiada, presintiendo que iba a preguntar algo que a ella no le gustaría. —He notado en tu mirada que estás triste, ¿Me equivoco?—pregunté.

Faye miró hacía su ventana, respiró hondo y luego me miró fijamente. Su azulada mirada se intensificó un montón, a tal extremo, que me hizo estremecer. Sus ojos estaban cristalizados por las primeras lágrimas. Pero, no se quebró.

—Eres muy observadora—sonrió apenada.

—Lamento si te incomode—me disculpé.

Ella me contó la razón por la que estaba así y por la que permanecía en este lugar. Se mantuvo firme contándome su historia, pero yo, al escucharla me quebré. Resulta que ella fue criada más que nada por sus abuelos, pues sus padres solían pasar más tiempo en la ciudad que en el pueblo. Su abuela había muerto hace un par de años, dejando solo a su abuelo John. Este señor hace dos años comenzó a presentar principios de Alzheimer y este ultimo tiempo se había aumentado mucho más. Aparte de eso, el anciano estaba muy enfermo.

—Sé que no le queda mucho tiempo—dijo. —Por eso, cuando él me pidió pasar el invierno aquí, no pude negarme—me explicó.

— ¿Él está aquí?—pregunté.

—Sí, en el segundo piso—cuando me dijo eso entendí la razón por la que ella no nos dejaba subir a la segunda planta. —Pasa el día durmiendo y cuando despierta se altera mucho—añadió.

—Te estamos molestando aquí—dije totalmente apenada. —Puedo decirle a los chicos que busquemos otro lugar donde dormir—me apresuré en proponerle. Después de todo, yo fui quien hizo todo el plan para llegar hasta aquí.

—No—negó con su cabeza. —Me gusta estar con más gente—sonrió.

Yo tenía mis ojos llorosos al igual que ella. Llegó un momento que no me contuve más y la abracé fuerte. Sé que no la conocía lo suficiente, pero a todos nos hacia bien un poco de cariño de vez en cuando. Faye se puso a llorar en mi hombro, por lo que le acaricié la espalda hasta que su llanto cesara. Necesitaba una amiga en este momento, al igual que yo.

Atraída por el peligro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora