Capítulo 18-. Nuestro espía.

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Es muy extraño de explicar lo qué sentí al oír aquel golpe en la muralla que había causado nuestra espía, fue como si por un instante me hubiera despojado de mi cuerpo y me hubiera metido en el de Eric. Me imaginé y hasta experimenté lo que pudo haber sentido al oírme decir esas palabras, y por más insólito que sonara, entendí la razón por la que se desquitó con el muro. Luego de esta sensación volví a mí misma y juro que el dolor que sentí en mi pecho no se comparaba con ningún otro antes vivido. Lo había lastimado donde más le dolía, había arrojado al tarro de la basura todo su intento de volver a permitirse sentir algo por alguien después de tanto tiempo de soledad y eso seguramente nunca me lo perdonaría.

Quité mi vista del segundo piso con un nudo en la garganta y la dirigí a un punto vació entre mis rodillas. No era capaz de mirar a Kian después de considerar que mi corazón y mis sentimientos estaban contradiciendo todo lo que le había dicho anteriormente. Tenía unos deseos indescriptibles sobre adelantar mi plan de huída, ya que tal vez de esa manera toda mi pena y miedo se apaciguarían un poco.

— ¿De qué estábamos hablando?—preguntó como si nada importante hubiera ocurrido. — ¿Nora?—pronunció mi nombre con un tono de preocupación al no obtener respuestas de mi parte.

— De nada—quise sonar tranquila, pero un sollozo que se me escapó terminó por delatarme.

Mi mejor amigo se agachó de tal manera que logró ver mi deplorable estado, ya no tenía donde esconderme. Pude ver en la expresión de su rostro que él no entendía lo que estaba pasando por mi mente y no me interesaba explicárselo. Simplemente permití que sus brazos me brindaran el consuelo que necesitaba y que su calidez me llevara a aquellos tiempos donde todo solía ser más fácil.

Permití que el recuerdo de hace casi siete años volviese a mi mente, en el cual yo estaba llorando en el baño de chicas después de que el chico que me gustaba me dijera que me veía mal con mi nuevo corte de pelo. Puedo acordarme perfectamente de los gritos de las chicas cuando Kian entró al baño y golpeó cada puerta en busca de mí. Cuando me encontró no pronunció ninguna palabra, solo me jaló del brazo y me abrazó hasta que mi llanto cesó.

Tenía claro que él intentaba calmar mi pena de esa misma manera, pero para ser sincera, no me sentía tan conectada a él como aquella vez y eso estaba haciendo más difícil su intención. Era impresionante como las cosas habían cambiado en tan poco tiempo y claramente no han sido para mejor. Ahora era más resguardada cuando estaba junto a él, no me dejaba a mí misma sobrepasarme por miedo a dar alguna señal equivocada o que la gente pudiera tomársela de otra manera.

—Me estás preocupando, cariño—soltó luego de unos largos minutos de silencio, notoriamente cansando de mi comportamiento. — ¿Qué te tiene tan mal?—preguntó.

— Olvídalo—logré decir. —No lograrías entenderme—agregué luego de un gran respiro con el que buscaba disminuir los sollozos.

— ¿Cómo puedes estar tan segura si no me lo has dicho?—nuevamente nuestra conversación daba un giro hacia el tema “confianza” y ya no tenía ganas de seguir debatiendo ese asunto, solo quería gritar, llorar y escapar. — ¿Todo esto sigue siendo por Eric?—sus palabras me tomaron de improvisto, ya que daba por hecho que volvería a pelear por la poca confianza que le tenía ahora.

Involuntariamente eché un vistazo al segundo piso, temiendo que Eric siguiera allí oyendo cada una de mis palabras. Como no se veía nada extraño en el piso de arriba me volteé hacia Kian, quien procesó cada uno de mis movimientos y poco a poco fue formando una tesis al respecto.

Atraída por el peligro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora