Capítulo 11-. Impulsiva.

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Al abrir mis ojos él ya no estaba sobre mí, sino que estaba corriendo hacia la puerta. Él logró escabullirse poco antes que llegaran los chicos. Yo hubiera deseado correr y evitar que se escapara, pero mi cuerpo no reaccionaba. Mi corazón latía a mil por hora, tan fuerte que me costaba respirar.

— ¿Estás bien?—en el momento que me incorporé y levanté mi mirada hacia Eric fui consciente de lo mareada que me encontraba. Todo daba vueltas y tenía unas asquerosas ganas de vomitar.

La vacilación sobre si ayudarme o salir corriendo tras el extraño era evidente. Pero, luego de unos segundos se sentó a mi lado y me ayudó a inclinar mi cabeza hacia atrás para calmar mis nauseas. Escuchaba a mi mejor amigo hablar, pero no era capaz de entender lo que decía. Realmente me sentía fatal.

El solo imaginarme el desastre que había dejado en la cocina me hizo sentir peor, pues Faye no tardó en llegar y apreciarlo con sus propios ojos. Quería disculparme, pero aún no lograba tomar el control de mi cuerpo. Sentía el corazón latiendo en todo mi cuerpo, sobretodo en mi garganta.

Eric le ordenó a Damien que me ayudase, mientras él empezaba a tomar las riendas del asunto. Le agradecí con la mirada que no se lo pidiera a Kian, pues después de lo vivido esta noche necesitaba un poco de espacio y aclarar mi mente. El moreno me acunó contra su cuerpo, al mismo tiempo que me acariciaba la espalda y me repetía que todo saldría bien.

—Cierren todas las puertas y ventanas—el tono que uso Eric me puso la piel de gallina.

Algo iba mal, muy mal.

Matt, Kian y Damien no paraban de preguntar qué estaba pasando. Yo sabía que me habían atacado, pero también tenía la duda de el porqué lo habían hecho. No lograba encontrar una explicación razonable y eso me desesperaba. Necesitaba saber la verdad.

Mi mejor amigo y el rubio tuvieron que obedecer las órdenes de Eric e ir a cerrar todas las ventanas y puertas que hubiera en la casa. Faye los acompañó, pues ellos no conocían a la perfección la casa.

— ¿Estás mejor?—me preguntó Damien luego de un rato.

Eric me miró de reojo, esperando mi respuesta.

—Sí, lo estoy—jadeé finalmente.

A los pocos minutos estuve en condiciones de incorporarme y comenzar a relatar lo que había pasado aquí. James me hacía muchas preguntas, mientras su amigo estaba demasiado nervioso dando vueltas por la cocina con cuchillo en mano. Me apretaba el estomago ver que ahora él estaba preocupado por mí, cuando hace unas horas se estaba comportando como un cretino. Ya no podía jugar más con su bipolaridad, ya no lo soportaba.

— ¿Tenía la cara pintada?—me interrumpió Eric apenas llegué a esa parte de la descripción.

—Sí—me limité a contestar.

— ¿Cómo era?—preguntó.

—No recuerdo bien—sinceré. —Parecía como si llevase una máscara en blanco y negro, pero era pintura—recalqué lo último.

—James, tengo que hablar contigo—dijo Eric antes de retirarse de la cocina.

Apenas ellos se marcharon yo le pregunté a Damien que estaba pasando, por lo menos para saber sus alocadas ideas. Él me tranquilizaba diciendo que solo fue un robo, que no fue nada adrede por ser yo o por alguien de aquí. Yo tenía mis grandes dudas, pues por qué justo un ladrón iba a querer entrar a una casa habitada, en vez de las otras que estaban abandonadas. Era ilógico.

— ¿Y si era uno de los terroristas que atacaron el tren?—pregunté nerviosa.

—No creo que hayan podido llegar aquí—respondió.

Atraída por el peligro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora