UNO

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El comienzo de mi locura, de mi época más loca, sucedió con una fiesta. Sí, una fiesta, concretamente, la fiesta que mi prima Alejandra daba para celebrar que cumplía quince años.

—Ha llamado Alain—me dijo papá en cuanto salí aquella mañana a desayunar, yo levanté la cabeza y le miré impasible aunque absolutamente no era eso lo que sentía para nada, quería saber de él, me moría por saber, pero tenía que mantenerme firme, por que me había traicionado y eso me había dolido mucho—. Ya está instalado.

—Ajá—me senté frente a Steig y él me dedicó una mirada fría de puro reproche por el berrinche que estaba haciendo con mi hermano.

— ¿Vas a llamarle?—insistió mi padre desde la encimera mientras soplaba el humo del café.

—Ahora quiero subir a entrenar, y luego tengo que ponerme con mis asignaturas para subir las notas—contesté mientras giraba en mis manos el zumo de naranja, no había dormido nada y estaba somnoliento—. Puede que le llame luego.

Papá suspiró por que sabía que significaba esa contestación, no iba a llamarle y tampoco iba a contestar a ninguna llamada suya. No quería, Alain tenía que darse cuenta de que había echo mal marchándose así, por su cuenta y sin mí, solo cuando regresase a casa, con nosotros, volvería a estar bien con él, hasta entonces debía sufrir mi silencio al igual que yo sufría su ausencia.

— ¿Y que tal Elena?—me preguntó papá de nuevo mientras Steig pasaba la página del Vancouver Sun con desagrado.

—Ocupada—respondí de mala gana.

Había confiado tanto en la gente que ahora tenía la espalda llena de puñaladas. Elena había sido la chica con la que me había abierto en canal, le había entregado todo de mí, no solo sexo, si no también el alma y el corazón, y resultaba que ella ya estaba saciada del amor de otro, se había reído de mí descaradamente.

—Es que hace una semana que no la vemos—insistió mi padre.

Y era cierto, hacía ya una semana desde que Alain se había marchado de Vancouver y una semana desde que descubrí el doble juego de Elena, todo había pasado tan rápido que aún estaba intentando recobrar el aliento. La chica no había dejando de llamarme y mandarme mensajes, pero al igual que a Alain, había utilizado la indiferencia con ella, pese a que no la sentía en absoluto, sentía unas ganas enormes de ir a la tienda en la que trabajaba la chica y meterme entre sus piernas, para sentir su olor y escuchar sus gemidos de placer que tanto me excitaban, pero no podía, por que eso sería humillante, ella no me quería, así de simple.

—Está ocupada—respondí de nuevo al insistente y cansino de mi padre.

Me terminé el zumo y luego me marché de allí, subí arriba acompañado de Theo. Estuve casi una hora levantando pesas y más de medía hora corriendo sobre una cinta de correr, también hice bicicleta, me metí en la sauna para quemar calorías y luego me hice unos refrescantes largos en la piscina. Ya era casi medió día cuando salí de allí, pero debía mantenerme ocupado para dejar de pensar o me volvería loco.

*Te estoy esperando. PDT: Pesado. Alejandra*

*Voy de camino. PDT: Prima impaciente y caprichosa. Lip*

Me dí una ducha rápidamente y luego salí con el pelo mojado a mi cuarto y me vestí rápidamente con unos short azules y una camisa blanca. Salí al pasillo y no pude evitar, como siempre, abrir el vacío cuarto de Alain. Cada vez que hacía aquello y no le veía allí me daba un vuelco el corazón, pero como ya he dicho, me era imposible pasar por delante de su cuarto y no mirar adentro.

CRÓNICAS STEIG "LIBRO DOS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora