CUATRO

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Cerré la puerta del copiloto de un portazo y Meredith Raydor se sobresaltó y me miró como si fuera un delincuente.

—Por favor—le pedí—escúcheme un momento.

Hacía calor en la calle, el verano ya estaba más que entrado y se notaba en que los viandantes salían más gustosos a dar una vuelta por ahí, por suerte nadie nos miró.

—Has venido a este local buscando algo, al igual que yo, y creo que podemos ayudarnos mutuamente—le propuse.

—No—repuso ella—. Yo soy un ama y he venido aquí en busca de un hombre interesante que quiera ser sumiso por una noche, y no he encontrado a ninguno.

—Yo soy interesante—le aseguré mientras hacía fuerza contra la puerta para que ella no pudiera entrar en su coche y marcharse de allí.

—Tú eres un crío de diecisiete años—rebatió levantando una ceja—. Ni siquiera deberías haber estado en este local.

—Necesito comprender esto, por favor, ayúdame—insistí con todas mis fuerzas para que aquella mujer diera su brazo a torcer.

Ella bufó y se pasó las manos por el pelo, evidentemente disgustada por mi comportamiento.

—No tengo ni tiempo ni ganas de enseñar a un inexperto como tú—dijo ella con total convencimientos.

—Bueno—levanté una ceja, yo podía se persuasivo—. No has encontrado a nadie más interesante que yo ahí dentro, así que no creo que tengas nada mejor que hacer esta noche.

— ¿Por qué yo?—ironizó ella echando la mirada al cielo.

—Por que creo que eres una buena persona y segura—afirmé—. Además para ser más mayor que yo, estás muy buena.

Ella puso los ojos en blanco con algo de disgusto.

—Voy hacer esto, necesito hacerlo—saqué mi última baza—. ¿Quieres que una pervertida me lleve con ella y me haga cosas a las que no quiera someterme?, por que estoy dispuesto a ello.

—Está bien, sube—me ordenó mientras negaba con la cabeza como si estuviera loca por hacer algo como aquello.

Giré el coche y me metí en el asiento del copiloto a toda prisa antes de que se arrepintiera.

— ¿A dónde vamos?—pregunté con curiosidad mientras me abrochaba el cinturón.

—A mi casa—contestó mientras arrancaba—. Sí vamos a hacer esto hay unas cuantas reglas que debes de saber.

El viaje hasta la cada de la señora Raydor fue agradable pero silencioso, iba a descubrir el mundo en el que Alain había entrado y estaba algo nervioso. No me fijé en el nombre de la calle a simple vista, pero era un barrio residencial y céntrico. La mujer entró en el garaje de un edificio y luego aparcó en una plaza. Nos metimos en el ascensor y este pitó en la planta número veinte, la mujer tecleó un código que miró en su teléfono móvil y luego entramos en su casa. Era una casa grande y bien decorada, en tonos beige, blancos, negros y grises. Había un recibidor de madera frente a la puerta de un despacho, y luego estaba el largo pasillo que llevaba hasta las otras estancias del apartamento.

—Tu casa es bonita—dije mientras caminaba tras ella hasta el salón.

—La diseñé yo—dijo la mujer mientras se quitaba los tacones frente al sofá y luego se dirigía hacia la mesa de las bebidas y servía dos copas de vino—. Soy decoradora de interiores.

—Y muy buena por lo que se ve—sonreí cuando ella me dio la copa de vino.

—No me gustan que me hagan la pelota, Lip—me advirtió mientras se sentaba frente a mí en el sofá y me instaba para que tomara asiento frente a ella, dejando la mesita auxiliar entre medias—. Eso es algo que no debes de olvidar.

CRÓNICAS STEIG "LIBRO DOS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora