Alexander me había invitado a cenar en su casa después de una increíble tarde de playa, con la escusa de que su padre no iba a estar en casa por que había salido a visitar una recién inaugurada exposición de arte. Yo sabía perfectamente cuales eran las intenciones de Alexander tras aquella cena, lo había dejado claro con sus picantes ojos azules mientras me lo proponían tumbado sobre la esterilla y pasando una mano por mi muslo de arriba abajo. El doctor Owen me había dejado cachondo y desconcertado, así que no vi inconveniente en terminar con Alexander lo que Jason no había querido terminar conmigo. No me lo tomé a mal, sabía que yo no era como Lip, a él nadie le daba calabazas, pero mi hermano jugaba en otra liga muy distinta a la mía. Pese a que nos parecíamos mucho físicamente, él era más corpulento, más atractivo y mucho más seguro de si mismo. El no aceptaba un no por respuesta y yo comprendía a la perfección que no se podía gustar a todo el mundo.
—Mi padre ha alquilado esta casa para los meses que estemos aquí—dijo el chico metiendo la llave en la cerradura y girándola—. Es pequeña, pero solo estamos él y yo, así que es suficiente.
Había avisado a la abuela de mis planes, bueno, de lo que se podía contar, claro está. Ella parecía haberse disgustado porque no me había visto en casi todo el día, pero tampoco me puso ningún límite y me dijo con la boca chica que me lo pasara bien. El móvil comenzó a sonar dentro de mi mochila una vez dentro de su casa y me apresuré a sacarlo.
— ¿Creía que le habías asegurado a tu padre que me llamarías?—se quejó Steig en cuanto descolgué.
El salón era pequeño y tenía una ventana cubierta con visillos casi trasparentes y una cortina de color verde esperanza. Nada pegaba con nada, todo parecía ser retablos de muebles que parecían haberse quedado obsoletos de otras estancias de la casa. Un sillón negro y otro azul, una mesa de madera color caoba en el centro y dos estanterías de madera clara, había una cocina al fondo que la separaba del salón por una isleta de mármol gris. Alexander me miró contestar el teléfono mientras entraba tras la isleta a paso lento.
—Lo siento, se me ha pasado—me disculpé—. Me encanta escucharte, te quiero mucho.
—Sí, sí—se burló él—. Eres un embaucador mimado, pero llegas tarde, porque ya estoy enfadado.
—No, por favor—disimulé mientras le ponía los ojos en blanco a Alexander que me miraba con diversión mientras abría un refresco de cola con naturalidad—. Te prometo que se me ha pasado, pero sí que quiero hablar contigo...
—Está bien—concluyó—. ¿Cómo te encuentras, todo bien por New York?, ¿Te adaptas a los abuelos?
—Sí, todo es genial aquí, me lo estoy pasando muy bien—admití mirando con picardía al chico tras la barra que me miraba del mismo modo picante—. Y los abuelos se portan geniales, por favor, Steig, por favor, no les interrogues.
—No iba a hacerlo—repuso mi padre con ironía.
—Sí que ibas a hacerlo—repuse yo con diversión y certeza—. Prométeme que no lo harás.
—No lo haré—prometió—. Pero son mis padres, tengo que llamarles de vez en cuando.
—Dios mío, Steig, que cara más dura tienes—reí—. Eres capaz de darle la vuelta a una simple promesa con tal de salirte con la tuya.
—No me hables así—gruñó molesto.
—Lo siento—me disculpé—. Está bien, haz lo que quieras, de todos modos siempre lo haces.
—Estás en Nueva York y yo en Vancouver—recordó—. ¿No crees que sea suficiente libertad par alguien como yo?
—Define alguien como yo—propuse con un incipiente tono de burla en mis palabras.
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CRÓNICAS STEIG "LIBRO DOS"
Teen FictionLAS AVENTURAS DE BAY Y LIP CONTINUAN CON SUS HIJOS