CATORCE

189 20 0
                                    


—No entiendo por que estás tan disgustado—receló Jason cuando ya llevábamos diez minutos en el coche rumbo a la universidad—. Has sido tú quien ha buscado esto.

Me quedé con la boca abierta y con los ojos como platos, ¿me estaba llamando acosador?

—Yo no te he obligado a nada—le dije mientras giraba la cabeza para mirarle fijamente—. Solo te dije que me gustabas y te besé, solo eso, tú podías haberme rechazado simplemente. De echo lo hiciste en el bar de la playa, y te recuerdo que has sido tú quien ha buscado un encuentro en la cafetería del hospital, no yo.

— ¿Ha donde quieres llegar?—preguntó con recelo.

—A que esto ha pasado por que los dos hemos querido—respondí con mí recién auto adquirida confianza—. Yo no te he acosado.

Hizo una pausa para asimilar mis palabras y yo me ruboricé por que me sentí estudiado por el doctor.

—Claro que no me siento acosado—aferró el volante con mucha fuerza hasta que sus dedos se quedaron blancos—. Y por supuesto que ha pasado por que ambos hemos querido, me refería simplemente, a que tú querías que pasase y no entiendo por que ahora te comportas de este modo tan frío, es como si te arrepintieras de haberlo echo.

—No es así—repuse bajando un poco el tono para intentar calmar los ánimos—. Lo siento, no quería que pareciese eso, creo que ha sido la conversación, yo no suelo contar mi vida a un desconocido.

—Bueno—sonrió él un poco más aliviado—eso tiene fácil solución, ¿Qué haces esta noche?, quizás pueda invitarte a cenar y así conocernos mejor.

—No busco una relación—le dejé claro en cuanto él aparcó en una plaza de aparcamiento de la universidad.

—Por Dios—bufó él—. Solo te estoy invitando a cenar, no voy a pedirte matrimonio, solo quiero que nos conozcamos mejor, ¿podemos ser amigos de momento?

— ¿Amigos?—levanté una ceja, divertido por su comentario, mientras me desataba el cinturón para salir del coche.

— ¿Amigos con ciertos derechos?—propuso él mostrando una sonrisa picarona y mordiéndose el labio inferior.

Ladeé la cabeza con diversión y desvié la mirada hacia los alumnos que pasaban por delante del coche.

—Hoy no—respondí al final—. He cenado varias noches fuera de casa y no quiero que mis abuelos se disgusten.

Él parecía disgustado, así que yo aproveché para salir del coche antes de que nos pusiéramos pesados el uno con el otro de nuevo.

— ¿Qué tal mañana?—insistió.

Yo puse los ojos en blanco y luego cambié mi expresión por una sonrisa y me giré antes de cerrar la puerta del coche. Ese tipo no se iba a dar por vencido, y la verdad es que yo no quería nada serio con él, pero me apetecía volver a disfrutar de su perfecto cuerpo. Dibujé una sonrisa forzada en mi cara y me incliné sobre la ventanilla abierta.

—Está bien—acepté. Me busqué un bolígrafo dentro de un bolsillo de mi mochila y luego le miré de nuevo—. Dame tu mano.

El chico me miró con los ojos brillantes y me tendió la mano, y yo me comencé a poner nervioso por la inminente y creciente tensión sexual que comenzaba a despertarse entre él y yo. Agarré su mano y comencé a escribirle mi número personal. Él miró el número cuando terminé.

— ¿Era necesario que me pintarrajeases la mano?—me preguntó esbozando una ligera sonrisa.

—Es mi número, y supongo que lo necesitarás para pedirme una cita—le dije—. Una cita de amigos.

CRÓNICAS STEIG "LIBRO DOS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora