El cuarto de baño era muy agradable, era grande y espacioso y pulcra y minuciosamente limpio. Me metí rápidamente dentro de la ducha, ansioso por sentir el chorro de agua contra mi cuerpo. Levanté la cara y dejé que el agua me limpiara del rostro el semen que Jason Owen había eyaculado sobre mí. Sonreí débilmente por lo que había pasado, el doctor Owen estaba una pasada de bueno y me había follado, ¡Joder!, y vaya si se notaban los cuantos años más que me sacaba, yo solo había estado con el sádico Adrien y el juguetón de Alexander, pero ellos eran adolescentes y pese a que el sexo con ellos había sido placentero, Jason Owen jugaba en otra liga, con un perfecto movimiento de caderas que solo te da los años de práctica, aún podía sentir los calambres en mi esfínter. Dejé de pensar pero no de sonreír, mientras me acomodaba a la temperatura refrescante del agua y me lavaba con minuciosidad cada parte de mi cuerpo. Salí de la ducha minutos después y cogí una toalla para secarme. Una vez secó, agarré mi ropa, que había dejado sobre el perchero minutos antes, y comencé a vestirme de nuevo. Me sequé el pelo con la toalla, y ahora sí, me miré en el espejo del baño. Estaba radiante, era la primera vez que me miraba al espejo y me sentía bello, tenía un brillo especial
—Lo he hecho—murmuré para mí.
Así era, le había coqueteado a Jason y para mi sorpresa él había cedido a mis pocos encantos y me había correspondido. Me sentí orgulloso, complacido y con los humos tremendamente subidos, aunque ahora me daba vergüenza mirarle a la cara, después de todo, era mi médico.
Salí al cuarto, pero estaba vacío. Respiré hondo antes de cruzar la puerta y salir a la sala de estar. En aquel momento me permití visualizar su casa. El salón era grande, con dos sofás de piel blanca, una mesita auxiliar llena de pilas de libros, una tele de plasma colgando de una de las paredes, una ventana grande con los visillos azul claro ondeando al viento. En un rincón había una mesa de estudio con un portátil, abierto pero apagado, encima. En la otra zona había una mesa de comedor en la cual estaba sentado Jason con una taza de café en las manos, y sobre la mesa, un plato de galletas, una bandeja de fruta, una jarra de leche, otra de café y otra de zumo. El chico leía al periódico y sin saber por que me recordó a Steig, descarté esa idea inmediatamente de mi cabeza.
—Siento lo que ha pasado—se disculpó el doctor—. De verdad que no era mi intención que te sintieras mal.
Como ya me había visto, no tuve más remedio que caminar hasta él a paso lento y con la cabeza un poco agachada. Detrás del chico había un arco sin puerta, por la que se veía la luz de la cocina y la barra de la encimera.
—No importa—murmuré—. Ya estoy acostumbrado a que algunos chico seáis unos cerdos.
—Yo no soy así, de verdad—el chico dejó el periódico sobre la mesa y me miró con cierta tristeza—. Eso que he hecho ha sido una estupidez provocada por un reflejo de pasión, por favor, no estés enfadado.
—No vuelvas a hacerlo—le avise tajante—. No a menos que yo te de permiso.
— ¿Eso quiere decir que puede haber una próxima vez?—preguntó Jason con un tono de impaciencia. Yo me encogí de hombros.
Me di cuenta que el chico también llevaba el pelo mojado, por lo que eso me hizo pensar que había más de un baño en su casa, pero no me atreví a pasear la vista por allí para confirmarlo. También me hizo pensar que había estado en el baño mucho rato, ya que a él le había dado tiempo a darse una ducha y preparar todo aquello.
— ¿Quieres desayunar algo?—me dijo—. Siéntate.
Le hice caso, cogí una silla y me senté frente a él mientras él me miraba coquetamente.
—Tomaré un poco de zumo—le dije.
Me dedicó una media sonrisa y luego me sirvió un vaso de zumo de naranja y luego me lo tendió.
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CRÓNICAS STEIG "LIBRO DOS"
Teen FictionLAS AVENTURAS DE BAY Y LIP CONTINUAN CON SUS HIJOS