Sube arriba y desnúdate—me ordenó como la vez anterior.
Aquella vez supe que iba a doler, la mujer estaba molesta por mi comportamiento y lo dejó claro por que ni siquiera me ofreció aquella vez nada de beber, ni un preliminar, ni un halago, ni siquiera un buen saludo, solo aquella fría orden.
— ¿Así sin más?—inquirí—. ¿No vas a preguntarme que tal estoy?, ¿No me ofreces nada de tomar...?
—Te expliqué el otro día las reglas de esto—la chica lanzó el bolso contra el sofá de una manera osca y luego me miró impasible—. Sabes cuales son las normas, yo ordeno y tú obedeces...claro, que también puedes irte cuando quieras, ese no es mi problema.
—Ya—ironicé permitiéndome ofrecerle una sonrisa descarada, me giré y comencé a caminar por el pasillo—pero si quisieras que me fuese, me habrías dejado irme.
No escuché respuesta, y para cuando empecé a sonreír por que me había salido con la mía, ya tenía los pies sobre el primer peldaño de la escalera. Subí arriba, la puerta estaba abierta, así que entré. El mismo olor a desinfectante y cuero me inundó de nuevo en la nariz. Comencé a quitarme la ropa casi como algo mecánico, estuve un rato sintiendo la incipiente humedad de la sala hasta escuché el repicar de sus tacones sobre la madera del suelo, entonce me giré.
—Guau—solté como un cumplido.
La mujer llevaba un body trasparente, salvo en la zona de su sexo y en la de sus pecho, pese a que ambas partes de su cuerpo se marcaban a la perfección. Cierta parte de mi cuerpo también comenzó a marcarse casi de inmediato. Meredith no hizo aprecio a mi comentario, se limitó a pasar por mi lado y volvió a abrir la gran X para dejar de nuevo los dos postes en perpendicular.
—Ya sabes lo que tienes que hacer—me dijo mientras me instaba con la cabeza para que me colocara en medio de los dos postes.
— ¿Otra vez?—pregunté temiendo que no pudiera soportar otra sesión de azotes como la última vez—. ¿Por qué no cambiamos de juego?
—Oh, créeme—susurró con una voz intimidante—este juego va a ser muy, muy diferente. Ponte ahí, y recuerda que cuando yo ordeno tú obedeces.
—Sí señora—levanté una ceja y me puse donde me pidió.
Me frustré al principio por que el procedimiento sí que estaba siendo, decepcionantemente, igual que la vez pasada. Meredith me ató las manos y las piernas a los postes, las manos por encima de la cabeza y las piernas abiertas, luego sacó la venda de su entrepierna y me tapó los ojos con ella. Quedé anhelante y jadeante como la última vez.
—Creía que habías dicho que iba a ser diferente—me quejé sin percibir alguna diferencia.
—Shsss—siseó la mujer dándome un azote en la nalga derecha—. No hables.
Entonces llegó la diferencia, la mujer comenzó a besarme la nuca dulcemente. Lugo me besó un hombro y luego el otro hombro, bajó con su lengua repasando la línea de mi columna y yo tirité y contuve un jadeo, al menos hasta que la mujer metió la lengua entre medio de las piernas y me dio un largo lametón en el centro de mi ano.
—Ah—gemí—. ¿Qué haces?
—Shsss—repitió el siseo y el azote—. He dicho que no hables.
Así, ella continuó, haciendo algo totalmente diferente y nuevo para mí. Nadie, jamás, ninguna mujer me había explorado aquella parte de mi anatomía y debía de decir que los lametones de aquella mujer en el centro de mi trasero eran realmente placenteros. La chica introdujo su húmeda lengua un poco dentro de mí y yo me encorvé hacia delante con un respingo.
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CRÓNICAS STEIG "LIBRO DOS"
Teen FictionLAS AVENTURAS DE BAY Y LIP CONTINUAN CON SUS HIJOS