SEIS

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Terminé de abrocharme el último botón de la camisa justo cuando terminé de bajar el último escalón de la parte superior de la casa de Meredith Raydor. Crucé el pasillo y entré en el salón, suponiendo que la mujer estaría allí. No me equivoqué, la mujer miraba por el ventanal del salón, aún iba en ropa interior y sostenía una copa de vino en la mano.

—Siento haberte insultado—le dije mientras entraba en el salón, ya completamente vestido.

La mujer ladeó un poco la cabeza, sin llegar a girarse y sin llegar a mirarme del todo, lo hizo de refilón antes de volver a mirar por la ventana. Luego sorbió de la copa de vino.

—No importa—dijo con certeza—me han llamado cosas peores.

Entonces se giró y yo tragué saliva e intenté contenerme paro no empalmarme de nuevo. La luz era escasa, pero aún así, podía apreciar los rosados pezones de la mujer bajo el encaje de su diminuto sujetador, y el escaso vello de su pubis por debajo del encaje de sus braguitas.

—Sin duda has superado mis expectativas, Lip Steig—ella caminó hasta el sofá y se sentó de una manera sexy, cruzando las piernas—. Para ser primerizo en estas prácticas, creí que ibas a gritar la palabra de seguridad después del tercer azote, yo no suelo ser muy delicada con los hombres, por eso los demás se cansan pronto de mí, o yo de ellos, depende.

—No eres nada delicada—solté con sarcasmo para darle la razón—. Creo que no voy a poder sentarme durante un tiempo—aquello le produjo a la mujer una sonrisa de satisfacción—. Pero yo tampoco soy como los demás. Soy controlador y sé lo que quiero.

—Ya me he dado cuenta—la mujer pasó el dedo por el filo de la copa de una manera tan sensual que se me secó la boca—. Y esa parte de ti me ha gustado mucho.

—Entonces crees que podríamos...—di un paso hacia delante con esperanza de un posible nuevo encuentro entre Meredith y yo, sin embargo ella me detuvo poniéndose de pie y soltando un suspiro.

—Lo que creo—interrumpió—es que ya deberías irte.

La mujer me acarició el brazo y luego me condujo hasta la puerta con la intención sutil de que me marchara de su casa de una buena vez.

—Pero...—intenté reponer mientras ella me sacaba hasta el pasillo.

—Adiós, Lip—se despidió ella mientras me cerraba la puerta en las narices con una sonrisa de suficiencia.

Suspiré cuando me quedé solo en el pasillo y luego sonreí y comencé a caminar hasta la salida muy despacio, sonriente y con una gran alegría, lo había conseguido, había entrado en el mundo en el que Alain había entrado semanas atrás. No me había gustado que la mujer me pegara con aquella fusta y no entendía como a alguien podía gustarle aquellas práctica, sin embargo, Meredith Raydor me había cautivado, quería más de ella, mucho más, y no estaba dispuesto a darme por vencido. No, aquel portazo no iba a ser el final de aquello, de eso estaba completamente seguro.

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—Estás pensativo—me dijo la abuela mientras María me servía una taza de café—. ¿Te ocurre algo?

—Gracias María—le dije a la muchacha—. No, solo estoy aún somnoliento...bueno, en realidad sí, creó que mi coche nuevo se ha estropeado, algo relacionado con el aceite o con la goma, no sé...

—Pero si Phillip lo compró hace menos de un mes, y es de alta gama—intervino el abuelo mientra bajaba el periódico. Ahora sabía de quien había sacado Steig aquella costumbre durante el desayuno—. ¿Cómo es posible?

Me encogí de hombros sin saber que responder.

—Creo que deberías llamar a tu padre y decirle lo que ha pasado—me previno el abuelo mientras pasaba una página del periódico.

CRÓNICAS STEIG "LIBRO DOS"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora