Capítulo 1: La muerte de la doctora Reed

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El inspector Grant era una persona sencilla. Se resistía a cambiar como la lluvia de aquel mes de noviembre cuando la Dr. Reed fue hallada muerta en su casa.

Al inspector le gustaba definirse a sí mismo como tradicional y sensato. Por desgracia, el mundo en el que había nacido ya no era el mismo en el que se despertaba. Pese a la presión que recibía por parte de sus amigos y familiares, él nunca había querido tener nada que ver con los robots y las máquinas que ahora dominaban el mundo. Todo el mundo enganchado a sus pantallas, engordando ante la falta de ejercicio y vacío de conocimientos. No, aquella no era la vida que el inspector quería para él.

Le habían llamado muy temprano y tuvo que marcharse a trabajar sin darle los buenos días a su mujer y a sus dos hijas. Salió por la puerta de su casa (una de las pocas de principios del siglo XXI que quedaban en pie) con su maletín en mano y la placa en el bolsillo de su chaqueta. Los policías normales usaban el reconocimiento facial y el Human Recognition Code que marcaba con un número a cada humano, pero el Sr. Grant se había negado a que le colocasen un chip con el código en la cabeza como si de un animal de granja se tratase, así que seguía usando su placa.

Con el paraguas en mano caminó hasta el lugar del homicidio. Al entrar en el apartamento descubrió que ya estaba totalmente precintado y que le estaban realizando la autopsia a la doctora. Mientras el escáner iluminaba de arriba a abajo con un rayo azul el cadáver, el inspector preguntó sobre el caso.

- ¿De que se trata?

- Creemos que es un caso de sobredosis. Ya sabe como era... - contestó Alison, una de sus más inteligentes y jóvenes subordinadas.

- Sí, estoy al tanto.

- Lamentamos haberlo despertado para un caso tan simple como este, pero es que es la Dr. Reed, esto no se ve todos los días. Una pena que haya muerto así. Con la de avances que había logrado para la humanidad...

- Realmente poco sabemos de lo que hizo. Salía en la tele y sabemos que era una buena ingeniera, pero nunca nos han dado información sobre sus experimentos ni sus robots.

- Ay, inspector, ¿superará algún día su aversión a la tecnología y a todo lo que la rodea? - se rio.

- Lo dudo mucho, Alison.

- Inspector, tenemos un problema... - dijo Enzo, el jefe del equipo de policía científica.

Enzo proyectó el escáner y aumentó la imagen en el cuello de la doctora.

- No ha muerto por sobredosis. Eso que ve ahí, inspector, son marcas de una mano. La han estrangulado.

Nadie se esperaba aquello.

- ¿Estás seguro? - preguntó el señor Grant.

- Usted no creerá en mi escáner, señor, pero le aseguro que esa mujer ha muerto estrangulada y si no, véalo usted mismo.

Enzo se agachó y con sus guantes mostró la clarísima marca de unas manos en el cuello de la víctima.

- Bueno, pues no pierda el tiempo y que su maquinita mágica le diga quién es el asesino.

- No puedo, señor. No hay ni rastro de huellas dactilares y las muestras biológicas que hemos recogido carecen de ADN. Este es sin duda un caso singular, inspector. - sonrió - Uno de esos que tanto le gustan. Denos unas horas y tendremos más información.

El inspector suspiró y ya iba a abandonar la estancia para dirigirse a la comisaría cuando Enzo lo interrumpió una última vez.

- Señor, ¿sabe cual era la fuerza del agarre? - preguntó emocionado.

El inspector se detuvo y giró un poco el cuello hacia atrás para escuchar la respuesta:

- 7700 PSI, la misma fuerza con la que un cocodrilo cierra su mandíbula.

Grant cerró la puerta preocupado. Aquel caso le ponía los pelos de punta y aquello era una mala señal. Con toda la experiencia que había acumulado con el paso de los años, sabía que algo iba muy pero que muy mal.

Al llegar a la comisaría, los trabajadores ya habían encendido las pantallas y todo estaba listo para la jornada de trabajo. Guee le trajo un café.

Guee era probablemente el único robot que apreciaba el inspector. Era muy simple y estaba muy desfasado, pero no había presupuesto para comprar otro robot servidor que básicamente usaban para que les preparase café y se lo llevase a su mesa. Vamos, una cafetera con ruedas.

- Señor, le esperan. - le indicó Vicent.

Sin contestar a Vicent, Grant abrió la puerta de su despacho.

- Estoy muy ocupado, no puedo atenderla hoy. - protestó.

- No le robaré más que unos minutos, inspector.

Grant sabía perfectamente quien era esa mujer que estaba sentada en su butaca, prácticamente salía en las noticias todos los días. Ella era la directora de NY Robots & Devices S.A., la mayor empresa del país en diseño de robots, la misma empresa para la que trabajaba la doctora Reed.

- ¿Tiene algo que aportar a la investigación? - preguntó molesto mientras revisaba una montañita de folios (solo él seguía usando papel en la comisaría) que Guee le había puesto sobre la mesa.

- No, pero usted tampoco.

Grant lo miró extrañado, sin comprender lo que la señora Cooper acababa de decir.

- Quiero que se aparte del caso.

El inspector apretó su mandíbula.

- ¿Por qué debería hacerlo? ¡Esta es mi ciudad!

- Porque a partir de mañana se encargará del caso la comisaría de New Jersey.

New Yersey era donde estaba la fábrica y la sede de la empresa. Una región controlada totalmente por los cabecillas de la NY R&D.

- No, de eso nada, señorita Cooper. - contestó harto de aquella conversación - Puede que usted pueda comprar al gobierno con su dinero, pero conmigo sus métodos no funcionan. La doctora Reed ha muerto en su piso, en el centro de New York, y sea cual sea el motivo por el que desea frenar esta investigación, no se lo permitiré. Puede llamar a todos los abogados que quiera, pero si hay un riesgo para mis ciudadanos ahí fuera, no puedo permitir que ustedes los pongan en peligro por su ambición y egoísmo.

- Qué necio es, inspector. - sonrió malévolamente - Tan solo queremos un equipo más preparado, y que no use... ¿Cómo se llamaban? - dijo señalando las hojas de papel - Folios, eso. - se contestó remarcando cada letra de la palabra - Está obsoleto, señor. La doctora Reed era un miembro muy importante de nuestro equipo y deseamos esclarecer las condiciones de su muerte cuanto antes, y para ello necesitamos policías competentes.

Se levantó.

- Ni se moleste en intentar detenerme: el caso ya se ha transmitido a los neojerseyeses. Solo le estaba informando, mera educación.

Ella salió por la puerta, pero el inspector la siguió y mientras veía como se iba por el pasillo de la planta le gritó:

- ¡¿Sabe por qué creo que está montando todo este espectáculo, señora Cooper?! ¡Creo que hay un robot involucrado en todo esto y que usted y su empresa están con el agua al cuello!

Metallic KillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora