—¡Papá, qué sorpresa! ¿Por qué no me avisaste que venías?
—Fue una decisión un tanto precipitada, hija mía. Necesitaba hablar urgente con lord Sttanford.
-¡Ah!
Padre e hija se abrazaron. Colby la amaba y se preocupaba por ella como si tuviera su misma sangre. Él nunca hizo distinción entre sus seis hijos, y todos ellos lo adoraban.
—Cuéntame, cómo van las clases.
—Algunas son bien interesantes como las ciencias, pero las de cocina y bordado, son aburridas. Las otra clase que me gusta es la de literatura. Adoro leer, descubrir el mundo a través de los libros es maravilloso. Espero algún día poder viajar para ver todo aquello que solo he visto escrito en las novelas.
—Mientras no quieras emular lo que lees en esos folletines románticos, está perfecto, mi vida.
—¡Oh, papá, no solo romance publican esos folletines, también suspenso!
—¿Lees historias de crímenes también?
—Por supuesto, las intrigas son bastante convincentes.
—Veo que estoy atrasado, o soy muy retrogrado, Yo leía cuando pensaba en tu madre.
-¡Qué romántico! ¿Y ahora lees?
-No tengo tiempo.
-¡Oh!
-¿Quieres tomar el té conmigo? -preguntó Caron al tiempo que tiraba del cordón para que acudiera alguna sirvienta.
-Solo uno, porque quiero tomar el tren de las seis.
-Bendito tren. Recuerdo todo el tiempo que tardábamos en llegar a Londres cuando éramos niños.
-En unas horas estaré en Devon, y de ahí a Camborne solo un par de horas en coche. A la medianoche ya estaré en casa.
-Te cuesta salir sin mamá, ¿verdad?
-La extraño cada minuto en que no estoy con ella.
-Espero llegar a tener un amor tan grande como el de ustedes dos.
-Si tienes paciencia y no eres una cabeza dura como yo lo fui en su momento, estoy seguro que se presentará ante ti.
-Si es que no lo ha hecho ya -murmuró Caron entre dientes.
-¿Qué dices?
-Nada. Me preguntaba por qué se tarda tanto Mary.
-No te preocupes, hija. Mejor lo dejamos para otro día... ¿Irás este fin de semana a casa?
-Claro que sí.
-Tu madre te extraña.
-¡La vi hace apenas dos semanas!
-Para ella es un siglo.
-Yo también la extraño.
Colby se despidió de su hija y se marchó, pero antes se aseguró de entregarle algo de dinero. Caron no gastaba demasiado y siempre tenía ahorros, pero de igual forma se lo recibía porque él se ofendía con facilidad cuando se trataba de no querer recibir su ayuda.
Luego de que su padre abandonara la escuela, Caron se fue a la habitación que compartía con otras dos jóvenes, y al ver que ellas no estaban en ese momento, sacó de abajo de la almohada el nuevo libro que la tenía entusiasmada últimamente: Don Juan, basado en las andanzas de Juan Tenorio.
Si en casa supieran lo que leía, seguramente la enviarían enseguida a charlar con el ministro.
***
Se quedó dormida con el libro entre las manos, pero despertó abruptamente cuando alguien se lo quitó. Era una de sus compañeras de cuarto, Kate.
-¿Qué tenemos aquí? -preguntó la otra joven al tiempo que leía el título-. Don Juan, Anónimo. ¿Qué diría la señora Bottoms si te sorprende? Ella es una mujer bastante moderna pero no creo que tanto. Dudo que le guste que una de sus alumnas esté interesada en las andanzas de un libertino.
-Si no me acusas, te lo prestaré.
-No.
-¿No?
-Ya lo leí.
Ambas se miraron, y luego de un instante una sonrisa que se convirtió en carcajada se apoderó de sus rostros juveniles.
-De todas formas te sugiero que lo escondas bien, Clarise y Abby son más mojigatas.
-No las trates así.
-¿Y no es verdad, acaso?
-Bueno. Sí.
-¡Casi me olvido! Vine a avisarte que la cena está lista.
-¿Y Mary? Hoy no la he visto.
-Creo que está enferma. La señora Bottoms me vio en el corredor, y me pidió que te avisara.
-¿Dónde están las otras chicas?
-En la sala de estudios... Mañana tendremos un picnic en el parque. ¿Vendrás?
-Claro que sí, Kate.
Inmediatamente Caron pensó en enviarle un mensaje a Ambrose. Él podría andar paseando en forma casual por el parque, y encontrarla a ella y a sus amigas. Sería perfecto. Nadie sospecharía que era un plan urdido por ella. Lo vería en un espacio abierto, y no tendría que estar preocupada por mentir para ir a verlo, al menos por un día.
***
Luego de cenar, se fueron un rato a la sala de música. Clarise se puso al piano, y una joven de otra habitación comenzó a cantar un tema popular que todas terminaron coreando.
A Caron le gustaba la escuela. Para ella no significaba ningún sacrificio tener que vivir lejos de casa, porque aunque adoraba a sus padres y hermanos, vivir con ellos no era lo mismo que estar en Londres.
Por suerte sus padres le tenían plena confianza y no encontraban extraño que saliera sola con sus amigas. Phoebe no creía en las chaperonas, pues pensaba que si alguien quería salirse de protocolo lo haría con o sin guardia a su lado. Por otro lado, Colby era más quisquilloso, pero su mujer lo mantenía a raya, diciendo que Caron tenía que aprender a cuidarse sola, tal como ella lo había tenido que hacer por muchos años. Sin embargo, toda esa libertad de pensamiento llegaba solo hasta la posibilidad de un pretendiente, ya que para esto sí ambos padres estaban de acuerdo: debía ser alguien que ellos aprobaran, lo que significaba que en modo alguno estarían de acuerdo que su hija mayor aceptara a un posible enamorado que casi le doblaba la edad, y que para colmo, en su momento había intentado cortejar a Phoebe.
Caron tenía claro que cuando se enteraran de que ella y Ambrose estaban enamorados, su hogar se quemaría hasta los cimientos con más fuerza que el incendio de Troya. ¿Pero qué podía hacer si amaba a ese hombre? Para ella solo contaba su vida desde que lo conoció. Lo que hubiera hecho antes no formaba parte del futuro que quería construir con él.
Amaba a Ambrose, y no permitiría que nadie, ni siquiera sus adorados padres se interpusieran entre ellos.
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Caron. Parte I «El candor de la inocencia»
RomanceEl destino quiso que Ambrose Athens, Lord Sttanford de Devon, heredara el título y todo lo que él conlleva a muy temprana edad, lo que lo acostumbró a disfrutar de lo mejor de la vida, incluyendo las mujeres, desde muy joven. Ahora que ya tiene trei...