Capítulo 4

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Como siempre que llegaba Caron a casa, se armaba un alboroto digno de una fiesta. A pesar de que la veían bastante seguido, sus hermanos la extrañaban porque era la única que solía contarles cuentos antes de ir a dormir, y cuando la lluvia no les permitía ir a pasear por la playa, costumbre a la que Colby y Phoebe nunca renunciaron.

-¡Qué nos trajiste! -gritaron los cuatro a coro.

-No tuve tiempo de comprar nada mis amores, pero la próxima vez llegaré con las manos llenas.

-¿Lo prometes?

-¿Cuándo no he cumplido una promesa?

Los tres niños la abrazaron efusivamente, y ella les correspondió de la misma forma. Jane tenía casi doce años, Carol tenía diez años, y Albert contaba con apenas siete años. Sin ambargo, Jane se comportaba igual que su hermano menor a la hora de querer conseguir algo de Caron.

De pronto apareció Phoebe. Las canas ya comenzaban a teñir sus sienes con rayos plateados que destacaban entre su cabello rojizo, pero seguía siendo hermosa y teniendo ese porte altivo que la distinguía entre otras mujeres. Caron siempre solía observarla con un dejo de envidia porque creía que nunca sería tan hermosa como su madre, y cuando se lo comentaba, Phoebe le respondía que era porque no sabía mirarse como en realidad era.

-¡Cómo te extrañé, mi querida hija! -saludó madre a hija, intentando cogerla entre sus brazos como cuando era pequeña.

-Yo también, mamá, pero no hace tanto que nos vimos.

-Lo sé, Caron, pero para mí siempre será una eternidad.

-¿Y qué harías si me caso, y me voy a vivir al otro lado del mundo?

-No hablas en serio, ¿verdad? -Phoebe palideció, y se llevó una mano al pecho.

-¡Oh, mamá, solo es una broma.

-Sabes que estoy de acuerdo con tui independencia, pero...

-... Siempre que no sea muy lejos -terminó Caron la oración.

-¿Sabes? Tate debe estar por llegar también. Vienen a pasar el fin de semana.

-¿Con Alice y los niños?

-Por supuesto.

-¿Y papá?

-En la mina. Parece que la ama más que a mí.

-No seas injusta mamá. Prácticamente abandonó Tandridge por nosotros. Esta casa por más bella que sea, no es su mansión.

-No seas injusta, tú. Colby es muy feliz en esta casa. Nos demoramos bastante en reconstruirla después del incendio, pero quedó más hermosa que antes. Además tiene su propio bosque, y su propio arroyo.

-Sí, pero no está cerca de la mina. Está más cerca de Portreath.

-Te lo repito: tu padre es muy feliz aquí.

-Imagino que tú lo sabrás mejor que nadie.

Phoebe se sonrojó. Su hija era demasiado audaz en ocasiones.

-¿Dylan vendrá? -preguntó Caron a continuación al ver el bochorno de su madre-. No entiendo por qué prefiere vivir en Portreath y no acá si es tan cerca.

-Dylan es un libro cerrado.

-¿Y la escuela? Tu padre me dijo que te va muy bien.

Caron miró a su madre a los ojos. Cómo hubiera deseado ser sincera con ella y contarle todo lo que le estaba ocurriendo desde hacía dos años, pero no era posible, ella nunca la comprendería. Lo que más ansiaba era tener a alguien en quien confiar. Ni siquiera había sido capaz de sincerarse con Kate el día anterior. Su amiga estaba muy interesada en saber qué le ocurría; de quién era el mensaje; el porqué de su cambio de humor tan repentino. Caron la quería, a ella y a las otras dos, pero no se arriesgaría a contar algo tan íntimo. Ahora, su madre quería saber cómo le iba en Londres, pero ¿qué le podía decir afuera de lo ordinariamente común que sucedía en la escuela?

-Todo bien, mamá. Kate, Clarise y Abby, te envían saludos.

-Sabes que puedes invitarlas cuando quieras. Tenemos habitaciones suficientes.

-Quizás en vacaciones, mamá.

-Imagino que saben montar a caballo, para que paseen por el acantilado.

-Solo Abby no sabe, pero estaría feliz preparando pasteles contigo en la cocina.

A pesar de no tener necesidad, Phoebe no había perdido la costumbre de preparar pasteles en ocasiones especiales.

-Yo, encantada.

-Lo organizaremos entonces.

-De acuerdo.

***

Después de la merienda. Caron subió a su habitación. A Phoebe le hizo algo de ruido la actitud de su hija. Desde hacia tiempo que la venía notando extraña. Tenía algo diferente y no acertaba a adivinar de qué se trataría. ¿Sería que en la escuela no lo estaba pasando tan bien como decía, y que su espíritu independiente no la dejaba confesar la verdad? Lo hablaría con Colby, tal vez él tendría alguna idea de qué le ocurría a su hija?... ¿O estaría enamorada? ¡Cómo, si era tan joven!

Esta última idea quedó plantada en su cabeza como una mala hierba. Sería muy difícil que la pudiera desterrar, porque las raíces de las malas ideas siempre son demasiado profundas. Con mayor razón tenía que hablar del tema a Colby.

Pensando en todas las posibilidades, dio orden a los niños que no molestaran a su hermana mayor. Ya tendrían tiempo de sobra el fin de semana para ir de paseo. Y si las cosas eran como ella pensaba, sería un tiempo bastante prolongado.

***

La cena transcurrió entre comida abundante y las risas de los niños, ya que en la mesa de los Rawson se sentaban todos juntos a desayunar y a desayunar. Poco rato antes había llegado Tate con Alice, su esposa, y sus dos pequeños: Marcus y Oliver. Sin embargo, Phoebe y Colby no dejaban de observar a su hija mayor para ver si adivinaban qué le ocurría, puesto que el conde alertado por su esposa de sus sospechas, también se sentía inquieto.

-¿Qué les parece si mañana hacemos un picnic en la playa para recordar viejos tiempos? -propuso Caron-. No sé por qué, pero me siento nostálgica.

-¿No será porque dentro de dos meses cumplirás dieciocho, y ya te estás sintiendo vieja? -bromeó Tate.

-¡Oh, hasta yo me había olvidado de mi propio cumpleaños!

-Nosotros no -dijo Colby.

-Imagino que lo celebraremos en Londres -repuso Tate.

-No -intervino Phoebe-. Hemos pensado que quizás este sea el último año que tengamos ingerencia sobre cómo festejar a nuestra hija mayor, y por eso hemos decidido que la fiesta sea en casa, en esta casa. Cariño, puedes invitar a tus amigas de la escuela, y a quien desees.

-¿A quién yo quiera?

-Sí -respondió Phoebe, temiendo lo que eso podría significar.

-Gracias, mamá. Gracias, papá.

Esa noche, Caron se fue a la cama, pensando en que su cumpleaños sería la mejor ocasión para hablarle a sus padres de Ambrose, y qué mejor que invitarlo para que aprovechara de pedirla en matrimonio. 

Caron. Parte I «El candor de la inocencia»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora