Capítulo 12

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Al defender a la sirvienta de los Hamilton, Ambrose no adivinaba que se estaba adjudicando tremenda responsabilidad.

Después de lo sucedido no volvió a ver a Rose en todo el resto del día. Ambrose supuso que Prudence la tenía tejiendo cuellos nuevos para sus vestidos, aunque en alta mar daba lo mismo si se los ponía o no, ya que la vida en el barco no era para nada elegante.

Esa noche, luego de cenar se fue un rato a la cubierta para observar las estrellas. Cuando se cansó, bajó a su camarote y se recostó encima del angosto lecho con un libro en las manos. Estuvo leyendo hasta altas horas de la madrugada, solo paró porque el sueño lo venció. Se quedó dormido con el libro sobre su pecho.

***

En la oscuridad de la pequeña habitación del barco, la sombra se despojó rápidamente de las ropas y se metió debajo de las mantas hasta quedar pegada a Ambrose.

Él se movió inquieto cuando una mano fría se deslizó por su pecho.

-Tranquilo -susurró la voz de Rose-. Deje que lo acompañe.

Cuando escuchó el segundo susurro, Ambrose despertó de golpe.

-¿Rose? ¿Qué hace aquí?

-Solo quería pagar lo que hizo por nosotras, milord -respondió ella en voz baja.

-No es necesario pago alguno.

-Soy una mujer limpia, milord. Tal vez usted hace tiempo que no está con una mujer, y yo puedo ayudarlo.

Rose movió su cuerpo ondulante para frotarse contra el de Ambrose.

-Esto no está bien, Rose -dijo él con poco convencimiento.

-Solo será esta noche, milord.

Ambrose aspiró hondo, y sus fosas nasales se llenaron de olor a mar, a lavanda, y a paño buriel viejo. Todos los aromas unidos en la misma tez. Todos los aromas muy diferentes a los que se desprendían de la suave piel de Caron.

Rose se movió nuevamente, y esta vez, con audacia llevó una mano hacia su entrepierna. Ambrose gimió, su cuerpo lo traicionaba. A su cuerpo no le interesaba lo que su corazón sintiera. Su cuerpo llevaba mucho tiempo abandonado, y gracias a las caricias de Rose, reclamaba ser atendido. Así fue como silenció su conciencia, y tomó a esa mujer que tan generosamente se le ofrecía. No sabía qué le deparaba el mañana. Tampoco sabía si volvería a ver a su amada Caron. Solo pensando en eso aceptó consolarse en los brazos de Rose, quien le estaba entregando su cálido cuerpo a cambio de nada.

***

Caron se entregó de lleno en la formación de la nueva escuela. Admitiría niños hasta los catorce años. Aunque muchos padres preferían que sus hijos trabajaran, al menos consiguió que a los más grandes les permitieran asistir a clases después del trabajo. Colby por su parte, estaba convenciendo a los dueños de las minas y a los capataces que no hicieran trabajar más del medio día a los chicos. Él entendía que ante familias numerosas, para muchos era importantes el aporte que podían hacer los hijos, sobre todo en hogares donde no había un padre que sostuviera la casa, pero así mismo pensaba que había que darles oportunidades que los ayudaran a prosperar en la vida. Era casi imposible esperar que de allí salieran muchos médicos, maestros o abogados, pero confiaba en que más de alguno no se conformaría con ser solo un minero y llegaría más lejos que los demás.

En pocos meses, la escuela estaría lista, y tal como había pedido Caron, quien ya era mayor de edad, ese había sido su regalo de cumpleaños. Este proyecto se había transformado en su razón de ser. Era lo que ocupaba su mente la mayor parte del tiempo. Era lo que le permitía no abatirse, pero a veces, cuando nadie la veía, lloraba en silencio. Derramaba lágrimas de soledad, pensando en el amor perdido, y así mismo se juraba no volver a enamorarse, ni siquiera del bueno de Mike. No quería volver a confiar en un hombre que la abandonaría ante cualquier dificultad. Ni quería casarse sin amor. Ella no tendría la misma suerte de su madre. Se quedaría sola para siempre. Su vida estaría dedicada a la educación de los hijos de otras mujeres, porque ella nunca tendría los suyos propios. Era cariñosa con los niños, y agradable con las personas, pero por dentro llevaba una amargura que no podía sacarse de encima. Ya no odiaba a sus padres, pero tampoco podía comportarse como la hija cariñosa que un día fue. Si ellos se daban cuenta de este cambio, nunca lo hicieron notar. Estaban conformes con que ella permaneciera en casa, aun llevando una vida bastante independiente. Quizás nunca lograrían dimensionar el daño que le hicieron alejando a Ambrose de su vida, y decírselos era perder el tiempo, ya que si él la hubiera amado de verdad, al menos le habría dejado una carta de despedida.

***

Aunque pretendió evitarlo, Ambrose continuó recibiendo a Rose en su camarote por las noches. Sabía que no era lo correcto, que estaba usando a la joven porque no la amaba, pero el consuelo de ese cálido cuerpo ahuyentaba su mente de la locura. No tenía idea de si los Hamilton se habían dado cuenta de las andanzas de su sirvienta, aunque a lo mejor sí, porque de pronto comenzaron a mirarlo con desconfianza. Y como un escándalo era lo último que Ambrose necesitaba, decidió que dejaría de aceptar a Rose en su lecho. Se lo dijo, y ella asintió en silencio sin proferir algún reclamo. Él sintió que a pesar de todo se estaba quitando un peso de encima, pero cuando el barco enfiló hasta la polinésica isla norte, llamada Wellington, vino a verlo el señor Hamilton a su camarote.

-Lord Sttanford -le dijo, sin preámbulos-. Hemos invertido una buena cantidad en Rose y su hija, pensando en que sería nuestra sirvienta, y con el tiempo la pequeña le podría ayudar en las labores de nuestro nuevo hogar. Pero ahora vemos que eso será imposible, y lo que menos esperamos de usted es una indemnización.

Ambrose escuchó asombrado las palabras del otro hombre, que aunque apenas hablaba, cuando lo hacía era solo para tratar temas de vital importancia para él. Al menos eso parecía.

-No logro comprender lo que está tratando de decir, señor Hamilton.

-Rose. Rose está embarazada, y ese niño no puede ser más que suyo. Llegando a Wellington, necesitaremos que la quite de nuestras manos. No podremos cargar con otro bastardo. 

Caron. Parte I «El candor de la inocencia»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora