Capítulo 10

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-¡Papá!

-Así que huyendo en la noche como los bandidos.

-No nos dejas alternativas, papá. ¿Dónde está Ambrose?

-Se marchó.

-Debo alcanzarlo -dijo Caron, agitada, apresurándose hacia la puerta.

-No pierdas el tiempo, se fue temprano.

Caron se quedó estupefacta. Ambrose la había abandonado.

-¿Cuándo se marchó? ¿No dejó algún mensaje para mí? -Colby negó con la cabeza-. ¿Nada?

-Lo siento, hija.

-¿Lo sientes? Es tu culpa. Tuya y de mamá.

Las lágrimas corrían por el rostro de Caron, y sentía que el corazón le iba a explotar.

-Quizás solo fuiste un capricho para él -repuso Colby, como para hundir más el cuchillo en el joven corazón de su hija, pero sintiéndose vil por dentro.

Caron no dijo nada más, pero no fue necesario, la mirada de odio que le dirigió a su padre lo decía todo.

***

-Me siento como un villano. Le estamos haciendo daño a nuestra propia hija.

-¿Tú crees que yo me siento mejor? No. Tengo una sensación horrible dentro del pecho, pero sigo pensando que es lo mejor. No quisiera que su impetuosidad la haga tomar malas decisiones. Los arrebatos juveniles se pagan caro. Además será solo un año.

-Espero que dentro de un año no se acuerde más de él. De todas formas debo reconocer que Sttanford está asumiendo un gran riesgo. A su edad es difícil que olvide a Caron, pues ya es un hombre maduro. Sin embargo hay muchas posibilidades que ella si lo olvide a él.

-¿No le darás la carta en la que él le explica acerca de la condición?

-Nos odiaría aún más.

-De todas formas nos odiará, Colby.

-No para siempre, Phoebe. Algún día se dará cuenta que fue por su bien.

-Eso espero, Colby.

***

Caron estuvo los siguientes días sin apenas salir de su habitación. No comía y solo lloraba. Su cuerpo adelgazó de una forma alarmante, y tuvieron que llamar al nuevo médico de Portreath, un joven que no tendría más de veinticinco años y que se llamaba Michael Gibbs.

-Doctor -le dijo Phoebe en cuanto lo vio-, mi hija pasó hace poco por una gran decepción y desde entonces ha estado decaída.

-¿Qué le sucedió a la señorita? -preguntó él, sin saber cómo tratarla, ya que estaba informado de la diversidad de parentesco de esa familia.

-Es algo muy personal.

-Solo pregunto, para hacerme una idea del cuadro clínico de la paciente, lady Tandridge.

-Su prometido se fue de viaje sin darle aviso.

-Entiendo -dijo él, sin dar muestras de curiosidad por la información, aunque de hecho sí la sintió, y mucha-. Subiré a verla si me permite.

-Por supuesto. Doris, acompaña al doctor a ver a lady Phoebe.

-Sí, milady -respondió de inmediato la aludida que estaba bastante cerca esperando la orden. Lady Phoebe no quería ver a sus padres ni hermanos, solo permitía al personal de la casa y a los pequeños dentro de su habitación.

***

Michael siguió a la doncella por la escalera. La verdad era que estaba muy intrigado. Había escuchado que la hija adoptiva del conde era muy hermosa e inalcanzable. Y no era inalcanzable por su posición, sino porque según decían, era una joven demasiado moderna: estudiaba en Londres como cualquier hija de vecino, y no en una escuela de señoritas común y corriente, sino en una que enseñaban literatura, ciencias y matemáticas. Por lo que sabía, en la escuela de la señora Potts, no se enseñaba a bordar ni a cocinar... Se le hacía extraño que una mujer tan independiente se dejara abatir por el abandono de un hombre. Pero bueno, estaba a solo pasos de desentrañar el misterio. Si es que ella lo permitía, claro.

***

La habitación de Caron estaba a oscuras, las ventanas permanecían cerradas lo que mantenía el aire viciado en su interior.

La joven estaba tendida en su lecho, con la mirada perdida en el techo. Ya se había aprendido de memoria la cantidad de tablas que cubrían el cielo raso, o el número de flores que estampaban las cortinas de la habitación, pero aun así no tenía ánimo para salir de la cama y vestirse. No le llamaba la atención ir a tomar aire fresco. Tampoco quería bañarse, y sus hermanas le habían dicho que estaba comenzando a oler mal. Su madre venía todos los días a golpear la puerta, y su padre hacía otro tanto por las noches, pero se negaba a recibirlos por más que le rogaran.

De pronto se escucharon unos golpes casi tímidos en la puerta.

-¡Quien quiera que sea, no quiero verlo! -gritó ella desde adentro.

En vez de respuesta, la puerta se abrió.

-Buenos días, lady Phoebe, soy el doctor Gibbs.

-¿No es muy joven para ser doctor? -Caron tenía depresión, pero su mordacidad estaba intacta.

-Fui el graduado más joven de mi generación. Empecé antes que los demás.

-¿Por qué?

-Por mi gran cerebro.

-Entonces, debería estar trabajando en un gran hospital de Londres.

-Sufro de asma, y el clima costero es bueno para mi salud.

-¡Ah!

Mientras Michael hablaba, había sacado su estetoscopio, termómetro, y tomador de presión.

-¿Cómo se ha sentido?

-¿Antes o después que mis padres expulsaran a Ambrose?

-Su madre dice que se fue por su propia voluntad.

-Miente.

-¿Está segura?

-Sí.

-¿Por qué no se levanta de aquí y va tras él?

-Soy menor de edad.

-Comprendo. ¿Qué siente?

-Nada.

-Está bien, entonces.

-Quiero decir que no quiero hacer nada.

-Usted me parece una joven inteligente. Creo que debería estar aprovechando su tiempo en algo mejor que llorar por un hombre que no la merece.

-¡No sea impertinente!

-No fue mi intención, pero debo insistir. Si ese hombre la quisiera no la habría abandonado, ni por voluntad propia o impuesta. Se quedaría aquí luchando por su amor, aunque fuera de lejos.

Caron meditó las palabras del doctor. Tenía razón. Si Ambrose la amaba no se hubiera dejado amedrentar por sus padres. Ya sea que se marchara por sus propios medios, o que lo subieran por la fuerza al tren, habría buscado la forma de regresar, pero no lo hizo. Ambrose no la amaba. Había sido un mero capricho. Ahora tendría que decidir: ¿Iba a quedarse en la cama lamentándose, o iba a demostrarle al mundo que no podían contra ella?

-Márchese.

-¿Qué?

-Márchese. No puedo salir de esta cama si usted no se va.

Caron. Parte I «El candor de la inocencia»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora