Ambrose estaba sentado en su escritorio poniendo en orden unos documentos, cuando apareció Boyer con una bandeja sobre la que traía un sobre de color hueso.
-Milord, un mensajero ha traído una carta, dijo que era urgente.
Ambrose tomó preocupado el sobre. Él no tenía parientes, ¿qué podría ser? ¿Caron? Se le hizo un nudo en el estómago pensando en que podía haberle ocurrido algo malo. Pero no, la urgencia era otra. Leyó atentamente:
"Esta tarde iré al parque con mis amigas. Te convendría ir a pasear un rato, ¿no crees?"
No tenía firma, mas, él conocía de sobra la caligrafía clara y cuidada de su amada. Y él, que había pensado en alguna catástrofe. Solo a Caron se le podía ocurrir darle calidad de urgencia a un mensaje como ese. Sin embargo no pudo evitar sonreír. ¡Era tan adorable!
-¿Qué sucede, milord? ¿Algo grave?
-No, Boyer. No te preocupes.
-¿Necesita algo más, milord?
-No, Boyer -respondió distraído-. ¡Oh, sí! No voy a tomar la merienda en casa. El día está hermoso. Daré un paseo y comeré algo por ahí.
-¿Irá en coche, milord?
-Caminaré.
El mayordomo salió de la habitación con la intriga dibujada en el rostro, pero obviamente no se atrevió a preguntar a qué se debía el interés repentino por salir a caminar, algo que raramente hacía puesto que lo único que hacía era esperar la vista de lady Caron. Boyer pensó en que si tuviera un chelín de más apostaría a que el paseo estaba relacionado con la joven. Se sentía seguro de ganar si la apuesta fuera real.
***
Después de mirar la hora en su reloj de bolsillo, Ambrose comprendió que si no se daba prisa en revisar sus documentos no le quedaría tiempo suficiente para ir al parque al encuentro de Caron. Sin embargo, al poco rato regresó Boyer con otro mensaje.
"Lord Sttanford, se requiere urgente su presencia en el puerto. Sus máquinas ya están aquí pero debe verlas porque no son las que usted pidió.
Saludos cordiales,
John Robson, Manager
Athens Machinery"
John Robson era quien dirigía su oficina en el puerto. Mensualmente se reunía con él para contabilizar las ganancias y poner al día los pedidos, y como en esta ocasión, ponerse de acuerdo para reservar los problemas que se presentaban con más frecuencia de lo que le gustaba admitir. Sin embargo, el negocio era rentable, ya que en América se producía buena maquinaria para la industria, ya fuera agrícola, textil o minera. La importación de este tipo de productos era un nicho poco explotado, y Ambrose había sido un visionario al formar Athens Machinery hacía cinco años atrás. Debió invertir parte de su fortuna personal para comenzar sin pedir préstamos al banco, pero en dos años recuperó el dinero con saldo a favor. Así que el conde de Sttanford, era un partido muy codiciado entre las mujeres de alcurnia, pero él no tenía ojos para nadie más que para Caron desde hacía dos años.
-¡Maldición!
-¿Qué sucede, milord? -preguntó Boyer preocupado.
-Cambio de planes. Ya no podré ir de paseo... Boyer, voy a necesitar que me haga un favor. -Ambrose tomó un pliego de papel y escribió una nota. Luego de sellarla con su blazón familiar, se la extendió al mayordomo-. Necesito que vaya rápidamente a la escuela de señoritas y le entregue este mensaje a lady Caron. No vaya caminando. Aunque está cerca, prefiero que tome un coche para asegurarme que la reciba lo más pronto posible.
-Sí, milord, voy enseguida.
-Llévele el sombrero que se le quedó ayer, por favor.
El mayordomo sabía perfectamente a cuál sombrero se refería milord, así que se limitó a asentir con la cabeza.
Después que el mayordomo se marchó, terminó de ordenar el escritorio, y también él salió a la calle para dirigirse al puerto.
***
Caron estaba ultimando los detalles con sus amigas, cuando llegó el mensaje. Toda la escuela participaba en el paseo: alrededor de veinticinco personas entre docentes y alumnas, y personal de servicio, pero Caron y sus amigas siempre intentaban formar grupo aparte ya que eran muy unidas.
Al ver el sombrero, Caron supo de inmediato de quién era la nota. Dejó de lado lo que estaba haciendo y abrió la esquela para leerla.
"Mi querida niña, me será imposible ir al parque esta tarde, pues un imprevisto con el cargamento que llegó hoy de América me reclama.
Como sé que mañana temprano viajas a Camborne, no nos veremos hasta la próxima semana.
Eres la luz de mis ojos, y me quedaré ciego al no poder verte.
Por favor, extráñame tú también.
Ambrose"
Caron se dejó caer pesadamente sobre su cama.
-¿Qué sucede? ¿Alguna mala noticia? -preguntó Kate con su perspicacia de siempre.
-Nada. Es decir, yo esperaba...
-Ver a alguien, ¿verdad?
-Caron, ¿por qué ese hombre te trajo un sombrero? -preguntó Clarise, quien era la más curiosa de todas.
-Lo dejó olvidado ayer donde la amiga de su madre -respondió Kate, restando importancia al asunto.
-Bueno, ¿están listas o no? -preguntó Abby, quien parecía estar siempre alegre.
-Me acaba de dar una jaqueca -dijo Caron, tocándose la cabeza.
-Nada de jaquecas -murmuró Kate-, vamos que tendrás que contarme todo.
***
-Como puede ver, lord Sttanford, la bomba de agua no es la misma que ordenamos, pero en la carta que viene de la fábrica americana dice que presta el mismo servicio que la otra. Esta es más pequeña pero con la misma potencia. Las otras herramientas sí son las mismas del catálogo. ¿Qué opina, milord?
-¿Dice algo más esa carta?
-Que la pruebe, y que si no está conforme la puede enviar de vuelta y ellos regresarán el dinero.
-Pero no soy yo quien debe probarla. Lord Tandridge me vino a ver ayer, preguntando por qué no llegaba el barco. ¿Cómo voy y le digo que enviaron algo diferente a lo que compró?
-Creo que hay solo una solución, milord: llevar la máquina hasta Camborne, y hacer que la pruebe en su mina. El barco no zarpa hasta la próxima semana de regreso, por lo que hay tiempo. Si quiere voy yo mismo a entregarla a lord Tandridge.
De pronto una luz se encendió dentro del cerebro de Ambrose.
-No hace falta, John. Yo mismo la llevaré. Si salgo hoy mismo, puedo llegar allá mañana. No son artículos tan grandes, así que puedo llevarlos en el vagón de carga del tren.
-¿Está seguro, lord Sttanford?
-Completamente, señor Robson. Completamente. Iré en persona a resolver este asunto.
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Caron. Parte I «El candor de la inocencia»
RomanceEl destino quiso que Ambrose Athens, Lord Sttanford de Devon, heredara el título y todo lo que él conlleva a muy temprana edad, lo que lo acostumbró a disfrutar de lo mejor de la vida, incluyendo las mujeres, desde muy joven. Ahora que ya tiene trei...