Capítulo 8

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Las mujeres miraron espantadas a Colby. Phoebe corrió a ver qué sucedía. Mientras tanto, Ambrose aún en el suelo, miraba confundido sin explicarse qué estaba pasando.

-¿Qué sucede? ¿Por qué lo golpeaste?

-Él sabe bien por qué. Vamos a la casa. ¡De inmediato! Y que este mequetrefe también venga.

-¿Y la mina?

-Es lo que menos me importa por ahora.

Caron casi se cae de la impresión. Su padre ya lo sabía. Miró a Alice con ojos acusadores, pero esta le respondió con un movimiento de cabeza. Si Alice no había sido, entonces ¿cómo se enteró? No valía la pena estar elucubrando, total en poco rato su padre hablaría. Él no tenía por costumbre guardarse las cosas cuando estaba molesto, así que... Solo restaba esperar.

Colby se llevó en el coche pequeño a Caron, y a Phoebe. Ellas solo lo observaban sin atreverse a formular preguntas por miedo a las respuestas. Había subido a Ambrose en el coche grande, advirtiéndole a Tate que no lo dejara descender hasta que él mismo lo bajara en casa.

***

Esa hora que tardaron en llegar a Woodhurst, le pareció interminable a Caron. No cesaba de apretar su bolso de mano, y Phoebe la miraba como queriendo indagar, pero no se atrevía. Tal vez sospechaba que la respuesta que le diera su hija no le iba a gustar.

Cuando por fin el coche se detuvo frente a la mansión, Colby se bajó a la carrera, y ordenó a Parsons que en cuanto llegara el otro carruaje, condujera a lord Sttanford a la biblioteca. Enseguida repitió la misma orden para su esposa y su hija.

***

Phoebe quería preguntar. Necesitaba saber qué estaba ocurriendo, pero al mirar el rostro de su esposo, la curiosidad desaparecía por completo.

Colby escanció un poco de escocés en un vaso tallado, y con el cristal en la mano comenzó a pasearse por la habitación. Él se había dado demasiada prisa, o el otro carruaje se estaba tardando más de la cuenta, se preguntaba. De vez en cuando miraba de soslayo a su hija. Seguramente la pobre estaba siendo seducida y ella ni siquiera se había dado cuenta. Ya se las arreglaría él con ese cretino... De pronto se oyó el barullo de los niños bajando del coche. ¡Por fin!

A los pocos minutos, apareció Ambrose precedido por Parsons.

Cuando Caron vio la herida en el labio de su amado, su primer reflejo fue correr a él y asegurarse de que estaba bien. Pero aun sabiendo de qué se trataba la reunión, no se atrevió.

-¿Ahora sí puedes explicar qué ocurre, por Dios bendito? -preguntó Phoebe contrariada.

-Que este rufián ha estado embaucando a nuestra hija.

-¡¿Cómo?!

-Ese día que estuve en su casa, había un sombrero de mujer olvidado sobre un sofá, y ¡era ese! -Colby apuntó a la cabeza de Caron.

-Quizás es uno igual -la defendió Phoebe.

-No, querida. Recuerda que cuando fuimos a Francia, se lo hicieron especialmente a ella con sus colores favoritos.

Al recordar, Phoebe comprendió por fin. Su pequeña. ¿Cómo era posible? Se dejó caer en una silla, impresionada. Luego se levantó de prisa y estalló en furia contra Ambrose.

-¡¿Cómo pudo?! Confiamos en usted, lord Sttanford. ¡Siempre le hemos abierto las puerta de nuestra casa, y mi esposo ha hecho muchos negocios con usted! ¡¿Hasta dónde se ha atrevido a llegar con mi pequeña?!

-Mamá...

-No te preocupes, hija mía. No va a continuar molestándote.

-Mamá...

-¡¿Es qué no le da vergüenza?! ¡¿No tiene escrúpulos?!

-¡Mamá!

Phoebe se quedó en silencio al escuchar el grito de su hija.

-Mamá. Papá. Ambrose y yo estamos enamorados.

-¡¿Qué?! -Esta vez fue el turno de Colby.

-Estamos enamorados desde hace dos años. Estábamos esperando a mi cumpleaños para dar la noticia. Queremos casarnos.

-¡Imposible! -exclamaron padre y madre a la vez.

-Disculpen, pero seré mayor de edad en dos meses más.

-¡Lo prohibo! -gritó Colby.

-¡Y yo también!

Caron guardaba en silencio. De pronto toda su locuacidad se había esfumado.

Phoebe miraba los grabados de la alfombra.

Colby continuaba con su paseo, sin capaz de detenerse.

-¿Y usted? ¿No tiene nada qué decir? -espetó con furia, hacia Ambrose.

-Nada, milord. Solo que me enamoré de su hija, el día de su cumpleaños número quince, cuando la vi en lo alto de la escalera en esta misma casa.

-¡¿Qué?! -Phoebe no dio crédito a sus oídos.

-Te lo dije antes, mamá. Estamos enamorados hace tiempo.

-¿Desde entonces han tenido esta relación clandestina? -preguntó Colby, apretando los puños.

-No, milord. Comenzamos a tratarnos recién cuando Caron se fue a Londres. -Ambrose se sentía como un gusano puesto debajo de una lupa.

-¿Hasta dónde han llegado?

-A ninguna parte, papá. Ambrose insiste en esperar.

Colby levantó la mano para abofetear a su hija.

-¡Colby! -Phoebe detuvo la mano de su esposo, levantando las dos suyas-. No lo hagas.

Lord Tandridge, dio la media vuelta y abandonó la habitación.

-Ya continuaremos hablando de esto, pero por ahora los quiero bien lejos el uno del otro -advirtió Phoebe antes de salir detrás de su esposo.

-¿Y ahora? -preguntó Caron cuando su madre salió de la biblioteca.

-Solo nos queda esperar su veredicto.

-¿Veredicto?

Caron se fue a sentar lejos de su amado. Jamás pensó que por amar, la iban a tratar como una criminal. En ese momento sintió odio hacia sus padres. Estaba más allá de su entendimiento la actitud de ellos. ¿Qué pretendía su madre? ¿Que encontrara al amor de su vida cuando fuera una mujer mayor? ¿Pretendía traspasarle sus propias vivencias? ¿Y su padre? ¿Creía que podría tenerla dentro de una jaula para siempre, como las bailarinas de las cajas de música que se mueven solo si las abres? Eran tremendamente egoístas. No los odiaba. Los amaba, pero no permitiría que la mantuvieran lejos de Ambrose, y rogaba al cielo porque no fuera él quien quisiera alejarse. Era muy capaz de sacrificar su amor con tal de que ella no sufriera a manos de su familia. Si él llegaba tomar una decisión como esa, lo odiaría. Un hombre que no sabe luchar por lo que quiere no vale la pena. 

Caron. Parte I «El candor de la inocencia»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora