Ambrose se sintió como un cretino al admitir que le contrariaba más el retraso que sufriría el viaje, que la salud de Rose.
-Si la dejo aquí, ¿podrías ustedes cuidarla por mí?
-¿Piensa abandonarla? -preguntó la señora Shepard, muy molesta.
-Necesito encontrar trabajo pronto. Casi no me queda dinero.
-Puede ayudarnos en la taberna.
-Disculpe, señora Shepard, no quiero sonar mal agradecido pero esto no es lo mío. Me gustaría encontrar alguna mina.
-¿Es usted minero? No tiene la apariencia de tal -comentó la mujer con escepticismo.
-No soy minero, señora, pero conozco el negocio. En Inglaterra tengo un negocio de importación de maquinarias para la industria.
-Entonces, tiene dinero.
-No aquí, señora. Aquí no hay telégrafos. Ni bancos. No puedo pedir que me envíen dinero. Envié una carta en el Alcatraz, pero como luego decidí partir, aunque me respondan no me enteraré.
-Quizás para el sur, encuentre alguna mina -acotó el señor Shepard-. Pero si encuentra, no se hallará ante una empresa organizada. En Nueva Zelanda todo está más atrasado. Y eso sin contar que los maories aún nos acechan. No se conforman con que su país ahora sea parte del Reino Unido. Muchos no respetan el tratado.
-Créame que no los culpo. A nadie le gusta que vengan a tratarlos como intrusos en su propia tierra.
-Será mejor que no divulgue esas ideas, señor Athens, si no quiere tener problemas.
-No se preocupe... Bien, ¿aceptan cuidar a Rose y a Genna, mientras voy al sur?
Los Shepard se miraron entre ellos.
-Miren -continuó Ambrose, en tanto sacaba su preciado reloj del bolsillo-. Este reloj era de mi abuelo. Con él pueden mantener por un año a Rose, y a Genna. Es de oro puro. Solo pongo como condición que no lo vendan hasta que pase un año. Yo regresaré y lo querré de vuelta. Si no me ven en un año pueden hacer lo que deseen con él.
-¿Y qué haremos con ellas si usted no aparece?
-Enviarlas a Devon con una carta que les dejaré.
-¿Quién costeará los pasajes?
-Ustedes. Cuando ellas lleguen allá, mi abogado les enviará el dinero por barco.
-¿Y cómo sabemos que no es un embuste todo lo que está diciendo?
-Porque soy Ambrose Athens, tercer conde de Sttanford.
Los Shepard lo miraron de hito en hito.
-Si me disculpa la pregunta, milord, ¿qué hace en este fin del mundo? -La señora Shepard era demasiado aguda.
-Esa es otra historia, muy larga, y personal. Solo puedo asegurarles que no he cometido ningún crimen, a menos que enamorarme cuente como uno.
-Está bien, milord -repuso el señor Shepard-. Cuidaremos de ellas, no se preocupe. Y tal como usted pidió, guardaremos el reloj por un año.
***
Ambrose no se despidió. ¿Para qué lo haría, si Rose jamás entendería? Quizás esta era la mejor salida, así no tendría tiempo disponible para encariñarse con ella. No quería hacerlo. No quería correr el riesgo de enamorarse de ella y olvidar a Caron. Regresaría dentro de un año y le propondría un trato para poder llevarse a su hijo con él. Si quería podría irse a Australia o América con una dote suficiente para que viviera bien por el resto de su vida, y también Genna.
Así que el conde de Sttanford, cargó una buena cantidad de víveres en la carreta recién adquirida, además de mantas, una tienda, y utensilios para cocinar. Tampoco olvidó llevarse un fusil, tal como le habían aconsejado.
Una cálida mañana de otoño, Ambrose se subió a la carreta y partió en dirección al sur. Deseoso de emprender esta aventura que lo alejaba de una responsabilidad que no había buscado.
***
Esa era una hermosa mañana de primavera y Phoebe había ido al jardín a cortar unas flores. Levantó la cabeza y aspiró una bocanada de ese aire con aroma a mar. De pronto la cabeza comenzó a darle vueltas. No lograba sostenerse en pie. ¿Se iría a morir, y no le había confesado a su hija la existencia de aquella carta? Era en lo único que podía pensar en ese momento: no en Colby, no en sus otros hijos, sino en la forma que habían engañado a Caron.
-Colby -dijo casi sin aire-, tenemos que decírselo.
Enseguida, Phoebe cayó sobre el césped, con ambas manos en el pecho. Minutos después la cocinera que había salido al huerto por unas hierbas para una tizana.
En breve la casa se llenó de gritos y carreras.
Esta vez Colby se paseaba, pero no en la biblioteca o en el salón, sino fuera de la habitación que compartía con Phoebe.
-¿Por qué se tarda tanto? -repetía a cada segundo.
-Tranquilízate papá, han pasado apenas diez minutos.
-¿Estás segura?
-Sí, papá. Mike saldrá pronto. Ya verás que no es nada serio.
-No sé. Estoy preocupado. Dos desmayos en tres meses, me parece demasiado.
Colby continuó con su paseo, y Caron desistió de contenerlo porque era inútil.
Luego de casi largos treinta minutos, el doctor Gibbs hizo su aparición por la puerta.
-¿Cómo está mamá? -preguntó Caron a su amigo, ansiosa.
-El cuadro no es bueno. Lady Tandridge tiene una cardiomiopatía.
-¿Qué es eso? -preguntó Colby, aun más preocupado que antes.
-En palabras simples: su corazón está creciendo.
-¿Cuál es la cura? ¿Qué hay que hacer?
-No tiene cura. El corazón continuará creciendo hasta que no logre bombear más la sangre que pasa por él.
Colby se sentó en una silla que había junto a la puerta, y se agarró la cabeza con ambas manos.
-No puede ser. No puede ser... Phoebe. No.
-Caron, tu madre quiere hablar contigo.
-¿Conmigo? Pensé que querría ver a papá.
-Sí, pero primero quiere verte a ti. A solas.
-Está bien. ¿Me puedes esperar abajo?
-Sí.
***
Phoebe estaba recostada sobre el lecho, y sus largos cabellos rojos se esparcían por las blancas almohadas.
-¿Cómo te sientes, mamá?
-Mejor.
-Mike dijo...
-Sé lo que dijo, Caron.
-Pero...
-No me interesa hablar de mí ahora... Quiero que busques algo que debí entregarte hace tiempo.
-¿Qué cosa?
-En uno de los cajones pequeños de esa cómoda -Phoebe levantó la mano para indicarle a Caron dónde tenía que buscar-. Encontrarás una carta. Búscala, es tuya.
Caron hizo lo que su madre le pedía. No tardó en encontrar el sobre en cuestión. Antes de mirarlo supo que estaba relacionado con Ambrose.
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Caron. Parte I «El candor de la inocencia»
RomansaEl destino quiso que Ambrose Athens, Lord Sttanford de Devon, heredara el título y todo lo que él conlleva a muy temprana edad, lo que lo acostumbró a disfrutar de lo mejor de la vida, incluyendo las mujeres, desde muy joven. Ahora que ya tiene trei...