-No te entiendo, Alice. -Caron puso todo su esfuerzo en ocultar la sorpresa por la pregunta.
-No sé para los demás, pero a mí no se me pasó por alto las miradas entre ustedes.
-Quizás lo miré tanto porque encuentro muy atractivo a lord Sttanford, pero eso es todo.
-¿Estás segura?
-Sí. Puede ser que él correspondiera a una que otra mirada mía, pero nada más.
-No quiero que sufras, Caron. Tú sabes la reputación que tiene ese hombre.
-Por eso mismo. A lord Sttanford le gustan otro tipo de mujeres, así que no tienes motivos para estar preocupada, Alice. Ahora, si me permites... Estoy bastante cansada.
Dicho esto, Caron se levantó de la mesa y se fue a su habitación, disimulando la indignación que sentía en ese momento, y que no era poca.
Ella quería mucho a su cuñada, y adoraba a sus sobrinos, pero no le cabía en la cabeza que Alice tuviera la audacia de hablarle de un modo que ni su propia madre hacía. Estaba tan ofuscada que ni siquiera fue a darles el beso de buenas noches a sus hermanos, cosa que hacía siempre aunque ellos estuvieran durmiendo.
Cuando entro a la habitación, lo primero que hizo fue deslizarse sobre el lecho. ¿Por qué siempre había gente con ganas de amargar la dicha de los otros? Alice no tenía idea de nada, pero aun así le molestaba su actitud, porque si sus padres la escuchaban, podría ser que le hicieran caso y las cosas se iban a complicar irremediablemente. ¿Y si planeaba la forma de que ellos no se pudieran negar a entregarla a Ambrose? ¿No sería mejor adelantarse a los acontecimientos? Sí. Alice no se iba a quedar conforme con la respuesta que le había dado. La estaría vigilando todo el domingo, y ella que había decidido permanecer en Cornualles todo el tiempo que Ambrose se quedara. Solo había una forma de anticiparse a lo que inevitablemente ocurriría más temprano que tarde.
Se levantó rápido de la cama y salió al corredor para ver la hora en el reloj de pared que estaba junto a la escalera. Faltaba poco para las nueve. Era muy temprano aún. Tendría que hacer hora y esperar que todos se hubieran retirado a dormir. No podía correr el peligro de ser descubierta.
***
Caron comenzó a quitarse la ropa con lentitud mientras pensaba cómo convencería a Ambrose de que esa era la mejor opción. Por suerte estaba sola, ya que cuando se mudaron a Woodhurst House, Phoebe decidió prescindir de las doncellas personales, solo conservaba a Doris por los pequeños, y el enorme personal de Tandridge se vio reducido a una cocinera, dos mucamas, una doncella y por supuesto al querido mayordomo Parsons. Aún así, Phoebe consideraba que eran muchas personas en su hogar.
Cuando estuvo desnuda, buscó un camisón blanco de algodón y encajes. Era bastante virginal pero hermoso y a ella le encantaba. Luego roció perfume a su alrededor, y se aplicó polvos también perfumados en las axilas y otros lugares que pensaba podrían sudar. Finalmente cepilló su cabello con delicadeza y dedicación. Le hubiera encantado poder pedirle a su madre que lo hiciera, pero si quería ser una mujer independiente tenía que comportarse como tal.
Ella estaba segura que su madre se decepcionaría mucho de ella. Siempre le decía que tener un marido no debería estar en lo alto de la lista de sus prioridades, pero ella, Caron, era una joven romántica y soñadora. Lo que más anhelaba en la vida era tener a su lado un hombre que la amara y que compartiera sus mismos sueños, sus mismas inquietudes, sus mismos pesares. Quería que fuera su otra mitad en todo el sentido de la palabra. Sabía que ese hombre era Ambrose y nadie más.
Después de terminar de convencerse de que hacía lo correcto, aspiró profundo y salió descalza de la habitación.
Antes de tomar el rumbo que ya tenía elegido, fue a mirar nuevamente el reloj: las once de la noche. Después regresó sus pasos y caminó por el corredor hasta el final, a las dependencias destinadas a los invitados.
***
Ambrose estaba intentando conciliar el sueño. Nunca había tenido tan cerca a Caron. Solo unas puertas más allá, y podría verla si quisiera, pero sería una acción demasiado arriesgada. Él no perdería mucho si era descubierto, tan solo un cliente, pero ella no solo perdería la confianza y el respeto de su familia, sino que ante los ojos de los demás estará mancillada de por vida. No. No podía hacerle eso, sobre todo porque la amaba y no quería causarle daño.
El conde de Sttanford, se dio la enésima vuelta en la cama con los ojos cerrados, concentrando su mente en el esquivo sueño. Estaba tan empeñado en conseguir su objetivo, que ni siquiera escuchó cuando la puerta de la habitación se abrió. Apenas sí percibió que un cuerpo cálido se deslizó a su lado.
Al principio creyó que era un sueño, pero cuando unas manos curiosas se posaron en su espalda y después rodearon su cintura, comprendió que era la realidad.
-¿Qué...? -dejó la pregunta sin formular, porque una mano suave se estiró hacia su rostro y cubrió su boca.
-Silencio, soy yo -murmuró Caron.
-¿Caron? ¿Qué haces aquí?
-¿Qué crees tú? He venido a dormir contigo.
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Caron. Parte I «El candor de la inocencia»
RomanceEl destino quiso que Ambrose Athens, Lord Sttanford de Devon, heredara el título y todo lo que él conlleva a muy temprana edad, lo que lo acostumbró a disfrutar de lo mejor de la vida, incluyendo las mujeres, desde muy joven. Ahora que ya tiene trei...