Libro de Lobos. © |YoonMin| #3.

Libro de Lobos Capitulo Vlll.

113 años atrás. En las familias Kim se llevaba a cabo la decisión de unir en matrimonio a dos lobos. Que aún eran cachorros para ese tiempo.

El pequeño Kim SeokJin corría en su forma de lobo por todo el jardín, abriendo hoyos con sus pequeñas patitas, destruyendo también las masetas que su padre Omega había cuidado. De seguro se ganaría un regaño pero que más da, estaba feliz, apenas hace unos meses atrás había aprendido a cambiar a su lado animal. Su hermano menor le seguía con felicidad a todas partes y está no era la excepción. Su padre, aquel gran lobo centinela había llegado a casa y con el traía a unos peculiares invitados, sus vecinos o más bien su otra familia, los Kim del Norte, los lobos betas más fuertes que existía, como no era de su interés siguió con lo suyo hasta que un tranquilizador aroma a limón llamo su atención. Olfateando todo a su alrededor busco aquel agradable aroma que a él y a su lobo le estaban fascinando, justo en uno de los tantos sofás que poseía su casa se encontraba un pequeño niño de piel parcialmente morena, con cabellos verdosos, y unos hoyuelos que lo dejaron embobado, ese mocoso tenía un aroma a limón dulzón pero a la vez agrio.— ¡Kim SeokJin! —grito su padre molesto, el lobezno agachó sus orejas, se había olvidado que estaba en su forma lobuna, sus pelajes oscuros estaban embarrados de lodo— ¡Ve a bañarte jovencito! —con un aullido camino hasta pasar por el lugar del niño que lo veía curioso. ¡Oh qué lindo Kim SeokJin!, pensó que esos ojos le miraban con inocencia... ¿Si tan solo hubiese sabido que esa sería una  de las últimas veces que estaba en su forma animal, la hubiese disfrutado al máximo?.

Como toda manada, era normal que los cachorros asistieran a la escuela, en donde se les enseñaba a cazar y a pelear, también aprendían cosas como leer y escribir. Lo normal que una escuela hace. SeokJin no era de los que se mezclaban con los demás niños, casi nadie le hablaba ya que le temian, se sabía muy bien que los lobos Scouts eran muy salvajes y no controlaban su temperamento. Así que como de costumbre estaba comiendo solo a la hora del almuerzo, sentado bajo su árbol de orquídeas favoritos, degustando de su deliciosa comida. A lo lejos pudo percibir de nuevo el aroma a limón de aquel niño. Sentía curiosidad, de saber quién era el dueño de ese aroma que volvía loco a su lobo. Sé ánimo a sí mismo a buscarlo, alejándose de la protección de su árbol favorito. Por lo poco que sabía ese niño también era un Kim, pertenecía a los Kim del Norte y por lo que entendía era un Beta recién presentado.

SeokJin se escondió entre los arbustos observando a su pequeño niño con aroma a limón, ahí se encontraba el moreno platicando amenamente con otros dos niños, que SeokJin conocía muy bien, eran el revoltoso Delta de Jung Hoseok y su primo el tonto Alfa Min Yoongi. ¿Que hacia él con esos dos cabezas huecas?. Con un puchero en sus labios se alejó refunfuñando, sentía un dolor en su pecho, uno muy punzante ¿Celos? ¡No! Eso nunca, el era un temible scout, nunca sentiría celos por un simple lobo beta con sonrisa que ipnotizaba, con labios brillantes y gruesos, con cebellos verdosos que caían de vez en cuando en su rostro, esos ojos tan negros que le penetraban el alma— ¡NO! ¡NO ESTOY CELOSO!.

Había algo mal, SeokJin lo presentía, su lobo le murmuraba cosas, casi susurros que iban de un hilo en sus pensamientos “Peligro... Jinnie apesta a peligro”
¿Que era ese temeroso sentimiento? Desde hace días que sus vecinos los Kim del norte visitaban a su familia, llevaban consigo regalos y otros objetos, además el mocoso del aroma limonagrio siempre iba con ellos. Bueno ahora sabía el nombre de su invitado— Oye Kim NamJoon —llamo al chico que le vio con una sonrisa burlona— ¿Quieres jugar? —NamJoon siempre se negaba a jugar con él, pero nunca se negaba a jugar con su hermanito menor.

—No, muchas gracias SeokJin Hyung, jugaré con Taehyung.

—¿Es por qué soy un scout? —gruño su lobo, se sentía rechazado. Las mejillas de su menor se encendieron de vergüenza he intimidación.— ¡Bien, muchas gracias por hacermelo saber!.