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Jaehyun

Le ardían los pulmones. No podía dejar de correr. Por un momento creyó que de sus pies saldrían llamas ardientes por correr de manera tan veloz, pero poco le importaba; tenía que llegar a tiempo a como diera lugar.

Divisó su casa a lo lejos sintiendo su corazón desbocado. Solo tenía que esforzarse más, tenía que correr un poco más rápido, dejó caer la mochila, sus lágrimas comenzaron a bajar libremente hasta su barbilla, sus puños fuertemente apretados a los costados de su cuerpo. ¿Por qué no podía correr más a prisa?

Abrió la puerta.

Ya era tarde.

El cuerpo de una chica sobre el sillón de la sala de estar le dio la bienvenida cuando entró a su casa. El chico de mejillas regordetas cayó de rodillas sobre el piso y emitió un estrepitoso grito de frustración.

Se arrastró hacia ella. Le temblaban las manos y las lágrimas no dejarían de brotar.

La chica era muy delgada, la piel blanca y suave, el cabello negro largo le acunaba el rostro y la hacía ver angelical. Era hermosa.

—Por favor despierta —susurró y la tomó de los hombros, levantándola con desesperación y moviéndola como a una muñeca de trapo—. ¡Despierta! ¡Por favor no te vayas! ¡Despierta ya!

Podía sentir la impotencia recorriéndole las venas. Quería despertarla, pero ya era muy tarde.

Ella estaba muy lejos y él se sentía tan culpable.

Miró el frasco de pastillas en el suelo. No quedaba ni una. Eso era bueno, de lo contrario él se encargaría de tomar las que quedaban para alcanzarla.

Regresó la mirada a la chica. No se permitiría nunca el hecho de haberse quedado hasta tarde en casa de Minho para jugar videojuegos.

—Lo siento —le dijo a la chica—. Lo siento tanto...

Jaehyun despertó con el rostro mojado. Su torso desnudo también lo estaba. Parecía que en realidad sí había corrido bastante rápido. Se sentó en la cama. Temblaba de arriba abajo.

Ya no se petrificaba como en el primer par de años. Pero seguía sintiendo esa horrible sensación de nauseas que le invadían el estómago.

El reloj marcaba las cinco cuarenta y dos de la mañana. Se despertaría en una hora y media así que decidió tomar una ducha y comenzar de una vez su día, de todas formas no volvería a dormir.

Quiso no pensar en el sueño. Durante años ese fue su principal pensamiento hasta que comenzó a deprimirse. Fue esa la razón por la que le rogó a Johnny por un puesto en la Línea de Prevención de Suicidio. O como él la llamaba "La Línea Triste".

Eso llevó su mente hasta Koharu. ¿Qué haría ella a las cinco y cuarenta y dos de la mañana? Si fuera una chica normal quizás solo dormiría, pero Koharu no era normal.

Jaehyun no quería enamorarse de ella. Solo quería redimirse. Y entonces, debajo de la regadera comenzó a llorar de nuevo. El sentimiento de culpabilidad no se le despegaba del pecho. Tan solo deseaba salvar a alguien para tratar de reparar aquella horrible perdida.

Si no pudo salvar a su hermana mayor, quería salvar a Koharu.

Pero no podía estar siempre junto a ella protegiéndola, y siempre, desde que supo sobre la depresión de Koharu, se sentía malditamente ansioso. Temía que cuando llegara a la escuela no pudiera verla ahí y que de pronto llegara el director para decirles que ella había muerto.

El pensamiento le quemaba la piel y no podía dejar de llorar como un niño mientras se hincaba sobre los azulejos de la ducha.

Pobre Jaehyun. Pobre Yoonoh. Ambos estaban rotos. Uno ya estaba agonizando. Otro trataba de reparar un corazón igual de lastimado que el suyo con los pedazos que quedaban de él.

Tan solo quería redimirse.

sad line◎Jung Jaehyun◎NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora