Capítulo 8

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En las películas estadounidenses el chico siempre se mete por la ventana de la habitación de la chica, escapa por el mismo sitio sin que nadie se percate. Esas cosas son más complicadas en México, donde las ventanas suelen tener barrotes de protección; mucho más difícil en el hotel donde estamos, ¡podrías morir si caes desde el cuarto piso!

Dimas no entiende de razones, es cabezota cuando quiere, como hoy que ha decidido que saltará del balcón de su habitación al mío.

¡Mike exagera con su sobreprotección! Es tonto, ¡como si no supiera que he compartido mucho más que besos con Dimas!

—Estamos en esa habitación —señala Mike, por décima vez, la puerta que está frente a la mía. Nidia entorna los ojos—. Desde ahí escucho todo, ¿entendido?

—Así que no hagas una fiesta loca, yupi —burla Nidia—. Déjala, Mike...

—Sólo la estoy cuidando... —señala algo apenado—. Recuerda que el autobús espera a las diez de la mañana y...

Nidia se cruza de brazos.

—Estoy bien —apresuro a decir cuando noto que están a punto de discutir por mi culpa—. Sólo dormiré...

Nidia me dirige una sonrisa cargada de picardía, sospecha que planeamos algo. Logra llevarse a Mike fuera de mi habitación con algunos susurros que, por la reacción del chico, deduzco que están subidos de tono. Nunca los he escuchado mantener relaciones sexuales, espero que continúe así.

Observo a través de la mirilla de la puerta hasta que se han encerrado en su habitación; es hora del show.

Cristal: Ya se han ido.

Escucho murmullos en la habitación de al lado, donde duermen Henrik y Nicolás. Hace un rato estuvimos todos ahí, achocados, celebrando mi decisión de vivir con Dimas, así como la presentación que les hizo ganar miles de elogios en las redes sociales. Para muchos de sus admiradores es una verdadera sorpresa ver a Dimas y Eric juntos en el escenario. Brindamos con vino barato, yo con jugo de uva; fue la mejor fiesta que pude imaginar.

Dimas: ¿Vienes?

Escucho las risas provenientes del balcón vecino, el acento finés de Henrik escapa seguido cuando ha bebido un poco más de lo que su cuerpo resiste.

Cristal: Me van a ver.

Dimas: Pues no son ciegos.

Cristal: Me da mucha pena.

Dimas: ¿Por qué? Saben que iré a tu habitación, tarde o temprano te verán.

Niego con vehemencia como si pudiera verme.

—¡Cuidado! ¡Vas a caerte, Dimas!

Corro hacia la puerta corrediza del balcón, me recibe el flash de una cámara fotográfica que me ciega por unos segundos.

La Melodía de Cristal 2: Fénix 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora