Capítulo 18

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Dormito en los brazos de Dimas mientras regresamos en taxi al hotel. Las voces de Gabriel y Mina se cuelan en mis momentáneos sueños, conversan sobre la grabación del álbum.

Han sido días pesados, maquiavélicos, tensos, cansados, etcétera, pero el álbum está listo. Mantuve mi rutina de hacer ejercicio y practicar la guitarra con Dimas; agregué unas horas de desvelo en el estudio de grabación para afinar los últimos detalles. Nadie se quejó, aunque estuvieron cerca de hacerlo cuando pedía volver a grabar alguna parte.

El álbum es especial, no resisto los deseos de escucharlo de principio a fin. La idea me inyecta de esas energías que me hicieron mantener el ritmo. No obstante, Dimas ha tenido que grabar las partes que me correspondían, es probable que los demás empiecen a sospechar que algo anda mal conmigo.

—¿Cristy? Ya llegamos.

No estaba durmiendo, pero como si lo estuviera. Me sucede cuando estoy sumamente agotada, mi mente no para de reflexionar.

—Sí, perdón.

Ya pasa de medianoche. En la recepción nos saludan con un disparejo buenas noches y buenos días. Cedric y Nicolás entran unos segundos después, luchan como nosotros por mantenerse despiertos.

—Está hecho —suspira Mina y se deja caer en uno de los sofás—. Necesito un minuto, por favor.

Gabriel se sienta a su lado y la abraza. Minerva ha sido fundamental para los últimos cambios, ha grabado prácticamente todo de nuevo; no sólo eso, sino que varias versiones para dejarnos elegir.

—Esto es más agotador que los exámenes en la universidad —murmura la chica—, ¿recuerdan?

Dimas ríe y asiente despacio.

—Las desveladas y vivir a base de cafeína y bebidas energéticas —recuerda Gabriel—. Dimas puede funcionar muy bien sin dormir, pero nosotros no.

Dimas tenía una ventaja en la universidad que creo que nadie se ha detenido a observar, mucho menos él.

—Los recitales... —dice el vocalista—. Tengo algunas grabaciones todavía.

—Quémalas —pide Mina—. ¡Arrójalas al espacio!

—¿Hay videos tuyos? —pregunto y rozo su mano, me sonríe.

—Sí, cuando quieras puedo enseñártelos.

¿Dimas en la universidad? Claro que quiero ver eso. La única referencia que tengo sobre ese nivel de estudios se basa en lo que he visto en series de televisión, películas o anécdotas de conocidos; una parte de mí siempre se preguntará cómo habría sido mi vida en el colegio como cualquier chica.

—Me voy a dormir —declara Nico mientras se aleja hacia el ascensor.

Cedric intercambia una mirada con Dimas. Permanecemos en silencio hasta que el bajista se ha marchado.

—Ya se le pasará —opina Cedric—. No gana nada enojándose.

Mi reconciliación con ellos no fue como tal, sino que sólo continuamos como si no les hubiera dicho aquellas cosas. Nicolás lo tomó un poco peor que los demás.

—Deberíamos ir a descansar —sugiere Dimas—. Pasado mañana por la noche salimos de viaje al siguiente concierto.

Cedric esboza una cansada sonrisa, supongo que por un lado está feliz de ver a Sofía, por otro le ha agotado la idea de viajar.

Dimas y yo nos despedimos de los chicos al abordar el ascensor del pent-house. Sólo Dimas, Aura y yo tenemos la tarjeta electrónica que nos permite subir. La escritora disfruta escribir en la terraza, parece que ha avanzado lo suficiente para viajar con nosotros. No me sorprende encontrarla afuera, bajo una gruesa manta, con la laptop sobre su regazo y los dedos moviéndose a toda velocidad en el teclado.

La Melodía de Cristal 2: Fénix 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora