4_Dulce sábado

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Unos golpes graves resonaban en la cabeza de Sofía. Abrió los ojos pesadamente e intentó mirar el reloj. Eran las nueve de la mañana, tarde para un día entre semana pero demasiado pronto en aquel momento. Se levantó y miró la ventana. En la habitación de en frente estaba Mykel dando golpes con un papel enorme entre las manos que decía: 

"Es sábado, ¿damos una vuelta?"

La chica abrió el ventanuco para hablar con su compañero.

-¿No crees que es demasiado temprano?- Preguntó la chica medio dormida con un aspecto despeinada.

-Por supuesto que no, vecina. ¿No conoces lo que dicen de: A quien madruga, Dios le ayuda?-

-¿Y tú no conoces eso de: Quien descansa más aguanta?- Reprochó la muchacha.

-Muy graciosa pero te lo acabas de inventar. Venga, vístete y nos vemos en un rato que te espero en la entrada.- Dijo él mientras cerraba la ventana.

La pobre dormilona se aseó todo lo rápido que le dejó el sueño y se vistió cómodamente. Salió de su cuarto intentando hacer el mínimo ruido posible para no despertar a su compañera de piso. Sin embargo, al entrar en la sala de estar de su piso, clavó sus ojos en el muchacho que se encontraba en el sofá vestido únicamente con unos calzoncillos.

-Ay, madre.- Susurró la chica para sí misma mientras bajaba la cabeza avergonzada de verle de aquella manera.

-Buenos días.- Saludó él sin pensar que aquello podría ser demasiado incómodo.

Obviamente, aquel era un chico diferente al que Ana se había traído la noche anterior y que Sofía creía haber visto por los pasillos alguna vez.

-Buenas... Oye, ¿cuánto tiempo vas a estar aquí?- Preguntó un tanto molesta.

-Hasta que tu compañera me eche.-

-Bien, pues cuando se despierte le dices que me he ido a dar una vuelta.-

Añadió mientras se dirigía hacia ls puerta. Una vez vio que el muchacho asintió con despreocupación, salió del piso y cerró la puerta detrás de sí antes de guardar la llave en su bolsillo. Caminó con pesadez hasta llegar a la entrada del edificio donde esperaba su apuesto amigo que sonreía dulcemente.

-Hola...-

-Vaya, pareces cansada.- Le dijo nada más verla.

-Me has despertado a las nueve de la mañana cuando es sábado, todo el mundo está durmiendo. ¿Cómo quieres que esté? Y para colmo, mi compañera se ha traído a otro chulito con quien he tenido una conversación incómoda.- Se quejaba la muchacha mientras comenzaban a pasear.

-No tienes que hablarles si no quieres.-

-Eso díselo a ellos que saludan como si nada-

-Sí, los chicos de una sola noche somos muy extrovertidos.- Explicó bromeando.

-¿Tú eres uno de ellos?-

-¿Qué? ¡Nooo! Era sólo una forma de hablar, tonta.- Dijo mientras la dio un pequeño golpecito en el brazo.

La joven echó un largo vistazo al patio y los jardínes del instituto. Sin embargo, las únicas voces que se escuchaban eran las de ellos dos.

-Esto está desierto. Todos están descansando. Nadie excepto tú se levanta a estas horas a dar una vuelta.-

-Excepto yo... y ella.- Le respondió señalando a una joven Gabi que, peinada con una coleta y vestida con un top y unos leggins deportivos, golpeaba con sus guantes de boxeo una especie de almohadilla que rodeaba el tronco de un árbol.

AnónimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora