Capítulo III

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Después de la confrontación que se había generado entre Farid y el profesor de Matemáticas, al día siguiente apareció la revisión completa de sus ejercicios y el maestro tras haberlos rectificado minuciosamente desmejoró su calificación.

—Profesor, yo hice todo bien como lo había entendido y siento que las respuestas son totalmente correctas —dijo el chico obstinadamente— Yo sé de Matemáticas.

—No me digas —dijo el maestro a tono de sarcasmo— A ver, aquí en este punto no tuviste en cuenta la ley de los signos y comparando las respuestas con el examen de Ned, técnicamente tus resultados no son los mejores.

—¡Pero si para mí los ejercicios están bien y es lo que importa! —gritó el chico fastidiado tras lo dicho por el profesor.

—Pero para mí no lo están y no me grites. Deja de ser tan odioso y altanero —le dijo el profesor de Matemáticas para luego entregarle su cuaderno— Cambia tu actitud o deberemos tomar acciones para tu comportamiento.

—¡Grrr... no lo haré! Yo no haré lo que ustedes pretendan o quieran que yo haga —dijo Farid mirando al maestro con rabia.

—La escuela tiene reglas y normas que todos debemos cumplir. Tú no serás la excepción. 

Y luego de eso, Farid se enfadó muchísimo y me miró de aquella manera tras mostrar todas mis respuestas correctas cuando el maestro comparó ambos exámenes y le explicó el procedimiento de cada punto. 

—Eres detestable, Ned. Te odio, maldito y estúpido nerd —dijo cuando se acercó hacia mi lugar en el salón, para luego darme un empujón con su hombro cuando todos se habían ido.

Pensé que sólo había sido un bache de momento y lo ignoré pero cuando habían transcurrido dos meses desde el inicio de las clases, la relación entre Farid hacia los demás siempre se tornaba incómoda porque el consideraba que las opiniones de los demás no pesaban ante las de él. Todavía no lo había encarado frente a frente como para decirle lo que pensaba de él por temor a que me hiciera algo como empujarme o tomara alguna represalia contra mí, como hacía con quien le llevara la contraria a quienes empujaba, insultaba o incluso golpeaba. Farid como era grande y bastante problemático, se había unido a los bravucones de la escuela y era temido por muchos estudiantes, inclusive por mí.

—¿Cómo es posible que pienses que uno es el que está mal y tú eres el que está bien? —le preguntaba el maestro de Historia en una de sus ya características confrontaciones— Dame un motivo.

—Usted no tiene en cuenta lo que digo. Si yo digo que esto está bien, debe ser así como yo quiero. No me gusta seguir las reglas y menos la que usted me impone —dijo el chico estando muy impetuoso.

—¿Acaso quién te crees que eres cómo para pretender que todo lo que tú hagas no tiene motivo para ser corregido? —le decía el maestro a manera de amonestación. 

—Yo hago las cosa a mi parecer y si a usted no le gustan, de malas.

—¡Se acabó, jovencito! Mañana convocaré a una reunión de maestros para definir su situación académica y disciplinaria. Es hora de que tomemos medidas drásticas contigo.

—Haga lo que quiera, no me importa realmente —dijo el chico con una sonrisa a medio lado soplando su cabello.

—Mira, Farid. Yo no estoy dispuesto a seguir tolerando tu altanería, así que o cambias a las buenas o te irás expulsado de la escuela.

A Farid le dio igual e hizo un gesto con sus hombros como si las palabras del maestro le importaran un bledo. El profesor ante su comportamiento no detuvo su clase y al terminarla se reunió con los demás profesores y comentarles lo que sucedía. Sin embargo en clases siempre que podía pasaba de él, debido a que sentía que si lo ignoraba podía evitar entrar en polémica con alguna de sus conversaciones y no quería que me tuviera maniatado por eso durante todo el año escolar. No obstante, sería imposible tal suerte de evitarlo.

—¡Heeey! ¡Pasa la pelota! —gritó uno de los chicos que estaba jugando con Farid en el patio durante el recreo.

El chico y los que estaban alrededor se veían bastante rudos por lo que decidí que lo mejor era patear la pelota. Al hacerlo, noté como Farid me miró y de inmediato volteé la mirada para luego seguir mi camino hacia los sardineles cercanos a uno de los jardines de la escuela.

—¿Qué te pasó? —preguntó George al verme cuando me acercaba para sentarme— Te ves muy pálido, como si hubieses visto al diablo.

—No vi al diablo, vi a Farid. —le respondí sosteniendo mi maletín para luego sentarme junto a él y suspirar un poco— Esa mirada fría que tiene da miedo.

—Oh, ahora que hablas de él tú me comentaste que no se lleva muy bien con los maestros ni con otros estudiantes, ¿no?

—Sí, eso es cierto. Farid además de ser frío es muy prepotente y cuando alguien le contradice, lo agrede con insultos o golpeándolo.

—Vaya, que suerte que no me tocó en el noveno "A". Hace poco pude presenciar como discutía con un chico de mi curso llamado Alejandro sobre motocicletas y él pretendía tener la razón en todo. —comentaba George mientras sacaba un chicle de su bolsillo— ¿Quieres uno?

—Está bien, gracias —respondió Ned para luego tomar el chicle, desenvolverlo y después meterlo a la boca para saborear el dulce sabor de la mora azul— ¿Y en qué quedó la discusión de Farid con Alejandro? —preguntó con curiosidad tras lo que había escuchado.

—Terminó en pelea a la salida del colegio pero no alcanzaron a darse golpes cuando algunos profesores que estaban por salir el miércoles pasado, los vieron y corrieron para evitar ser suspendidos. —respondió el rojizo masticando su chicle.

—Yo espero que a mí no me toque con él cruzarme por palabras y esas cosas. Tengo miedo de que pueda hacerme algo, además nunca he tenido a nadie aquí que me intimide.

—Eso es porque nos gusta vivir alejados de los problemas y siempre estamos al margen de los problemáticos de aquí.

Y realmente así había sido. Desde que había ingresado en la escuela nunca había tenido problemas con nadie. Los bravucones después de que no les hablara e inclusive no los incomodara, nada debían hacerme o eso al menos pensaba yo...

FaridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora