Capítulo VIII

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Con el pasar de los días, el ambiente en la escuela estaba cambiando de una manera trascendental. Algunos de los bravucones con los que Farid se juntaba también habían sido expulsados por su mal comportamiento, se podía considerar la perfección total y gozar de una plena seguridad ya con ellos fuera. No obstante, no sé porque no podía sentirme a gusto sin Farid en ella.

—¿Qué te pasa, Ned? Hoy andas más distraído que de costumbre —dijo Ted tras notar como estaba viendo caer las gotas de lluvia por la ventana durante el recreo.

—Sé que sonará raro pero a pesar de lo que ha pasado, siento que extraño a Farid —le respondí mientras noté como el canguro rojo se había quedado perplejo ante lo que le había dicho.

—¿En serio lo extrañas a pesar de que casi te mata a golpes? ¿Eres masoquista o qué? —preguntaba el canguro de ojos castaños y pelo azabache.

—Sí, además era nuestro compañero de curso y aunque quizás no se la llevaba bien con muchos siento que...

—Con ninguno de nosotros se llevaba bien realmente —interrumpió de manera abrupta y cortante Ted, con mucha seriedad y con sus brazos cruzados.

—Está bien. —le dije y añadí— Aunque quizás no se la llevaba bien con ninguno de nosotros...

—Ni en este curso ni en el resto de la escuela —volvió a interrumpir de manera cortante como si no deseara que se hablara más del tema.

—Vale, vale. A pesar de que no se la llevaba bien con nadie en esta escuela, era nuestro compañero de curso. Y por favor deja esa manía que tienes de interrumpirme así —le comenté sintiendo algo de molestia por la forma como él cortaba sin pensarlo todo lo que decía.

—Perdóname, Ned. No quise ser grosero pero seré franco contigo en una cosa y es que si Farid ya no estudia aquí, siento que ya no es tema de conversación para hablar de él —dijo Ted con franqueza.

Pronto el recreo se terminó y cada uno de nosotros marchó hacia sus respectivos lugares. Sin embargo, hubo un apagón en la escuela y las clases se suspendieron por lo que todos salimos del salón mientras los profesores nos vigilaban. Ted sugirió que fuésemos Ricardo, Marcela, Miguel, él y yo hacia la cafetería para invitarnos a comer algo. 

—Ufff... nos salvamos del examen de Álgebra, jaja —rió George cuando estaba cerca de nosotros quienes comíamos unas hamburguesas con gaseosa de manzana y pude observar como estaban una chica y un chico junto a él.

—Sí, es cierto. La verdad es que no había estudiado nada —dijo un zorro marrón que se encontraba con él comiendo unos sándwiches de queso y jamón con jugo de naranja.

—Tú jamás estudias, Trent —dijo la venada de rizos rubios que se encontraba con ellos y por como trataba a George deduje que era la chica en la que él estaba interesado.

 —A mí no me gusta perder clases, al final después los maestros quieren dejarnos más tareas o sugieren venir un sábado para recuperar y odio eso —dijo Marcela un poco aburrida por el apagón.

—Los sábados y los domingos son sagrados. Como dice la profesora de Ética y valores: "Eso va contra las leyes, la ética y la moral". —dijo Miguel a lo cual todos nos reímos a carcajadas.

—Jaja, vaya ocurrencias las que tienen ustedes —dije dándole sorbos a mi gaseosa, notando como los chicos del otro noveno se sentaban con nosotros a comer también.

—Claro, como la que tuviste tú al preguntar hoy por Farid, Ned —dijo Ted haciendo que la gaseosa saliera expulsada por mi nariz y manchando el uniforme de la venada, generando un silencio en todos los presentes como si hubiese invocado al mismo diablo.

—No esperaba que dijeras eso... Y perdón por empapar tu uniforme... —dije secando mi nariz con uno de las servilletas de la mesa.

—¡Ush, que asco! ¡Me voy de aquí! —exclamó molesta la chica.

—Espera, Wanda. Deja te acompaño a limpiar... —dijo George mientras la seguía estando molesto tras lo que pasó.

—Perdón... no quise decir eso... —dijo el canguro disculpándose.

—De igual manera, lo dijiste —dije mirando seriamente a Ted— Y eso provocó que mojara a la venada.

—No sabía que Farid te importaba tanto, Ned —dijo el zorro curiosamente.

—Realmente no me importa lo que haya sucedido con él, es sólo que a veces pienso en como le estará yendo en la nueva escuela donde se encuentra ahora, si es que acaso está estudiando —dije sintiendo algo de preocupación— No está de más preocuparse por las personas aunque sean de un carácter frío, recio y agresivo, ¿o sí? —les comenté a todos quienes parecían no estar de acuerdo ante lo que dije por los gestos de sus rostros.

—No está mal, bien lo dices. Pero yo que tú, ni importancia le diera a ese tipo —dijo Ted con desdén— Además, él mismo se ató la soga al cuello al tratarnos mal a todos así que es más que justo que lo hayan echado.

—¿Por qué dices eso? —le pregunté al canguro esperando una explicación completa y sustentada.

—Por todas las cosas que les hizo a mis compañeros de curso y chicos que estudian en esta escuela. Desde que Farid se fue, las cosas han sido diferentes y todo ha mejorado, lo sabes bien. Además, el grupo que él había creado de bravucones fue disuelto y ahora podemos estar en cualquier lugar de la escuela sin tener miedo —comentaba George siendo escuchado por todos, quienes defendían lo que él decía.

—Ted tiene razón. Desde que Farid ya no estudia más aquí es como si a este lugar hubiese entrado la paz nuevamente, así como el año pasado cuando este colegio era uno de los mejores en cuanto a disciplina —dijo Marcela apoyando lo que mi amigo dijo.

Todos los demás asintieron con la cabeza y se  pusieron de acuerdo en que la escuela sin Farid era un mejor lugar. Sin embargo, yo sentía que quizás podían estar equivocados y que si tal vez hubiésemos conocido al lobo blanco un poco mejor, podríamos haber dado con él para una solución a su problema.

—¿Por qué últimamente has estado preocupado por Farid, Ned? —preguntó George con curiosidad.

—No lo sé y además no debería importarte —le respondí cortante tras haberme dado cuenta que nuevamente prefirió irse con su novia, en vez de estar conmigo y para ayudarme a defender la opinión que tenía sobre la expulsión de Farid.

—No tienes porque ser tan grosero conmigo. Además, le escupiste encima toda la gaseosa a mi novia —dijo él cruzado de brazos.

—Fue un accidente. Además George, reconozco que lo fue pero tú a pesar de que metes la pata no aprendes al no es la primera vez que la cagas. —le dije mirándolo seriamente.

—¿A qué te refieres? —preguntó él sin entender nada.

—A que en estas últimas semanas he sentido que me apoyas poco, siento como si estás de parte de los demás y no de la mía. Cuando quiero contarte algo o decírtelo, le das el lado a los demás y mi opinión pasa a ser un cero a la izquierda. Te importa más tu novia que estar conmigo y eso que hace unos años atrás dijiste que estarías conmigo en las buenas y en las malas —respondí con mis manos empuñadas sintiendo mucha tristeza y rabia.

George al verme así no dijo absolutamente nada, pude sentir como una brisa fría recorría todo mi pelaje y un olor a humedad invadió el ambiente como si la lluvia se avecinara. Pronto, las clases se terminaron y cada uno se fue corriendo hacia sus respectivos transportes, mientras que otros se iban en el autobús. Yo, por mi parte, preferí quedarme solo y ser el último en salir.

FaridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora