Capítulo II

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Al llegar a casa sentía como cierto desconcierto alrededor de lo que vi en clases. Me sentí un poco extrañado ante todo eso y sentía mucha intriga por el chico nuevo. Intenté no pensar en él durante el transcurso de los siguientes días y pensar que todo había sido una simple casualidad, sin embargo no era así debido a que Farid a pesar de la actitud fría y calculadora que poseía, respondía acertadamente a las preguntas que el profesor Timor, quien era nuestro profesor de Historia y también de grupo, le hacía durante sus bloques.

—Veo que sabes mucho y respondes todo lo que te pregunto, Farid —dijo el profesor acercándose a él mientras estaba encantado con sus respuestas.

—Debo saber de todo un poco, profesor. ¿Para eso es que mis padres pagan en esta escuela, no? —dijo el chico con su actitud irreverente.

—Se que para eso pagan en esta escuela pero no deberías tener esa actitud para conmigo, chico —le comentó el profesor.

—Si no le gusta la manera como me comporto, no puedo complacerlo. —decía el chico con una actitud desafiante e indiferente.

—¡Cuida tus modales, chico! Yo aquí soy tu maestro y te pido respeto. —dijo el maestro con recio carácter.

—Y se lo he dado, profesor. ¿O usted me ha escuchado decirle algún insulto? 

—No. —respondió secamente el profesor— Sin embargo no me gusta la altivez con la que me hablas.

—No es ninguna altivez pero desde el primer día que estoy aquí noto que a usted no le gusta mi manera de ser y ese no es mi problema.

—¿Ves? Esa es la manera como no me gusta que me hables.

—No soy alguien de dulces palabras al tratar con los demás. Si usted tiene algo contra mí, nada puedo hacer. Así soy yo.

—Deberías mostrar más respeto ante tus mayores.

—Yo lo hago, sin embargo usted malinterpreta las cosas que digo y también mi carácter —decía el chico indiferente ante la norma que el profesor le había dicho. 

—Pues deberías cambiarlo porque de seguir así reprobarías conmigo Historia. 

Farid se encolerizó mucho contra el maestro y en un gesto bastante subido de tono le hizo una pregunta.

—¿Me está amenazando? —preguntó el chico dejando de escribir en su cuaderno.

—No, sólo es una advertencia. Siento que eres inteligente pero tu actitud no me gusta.

—Lo que menos quiero es un problema con usted, profesor. Y con respecto a mi carácter, no le veo nada de malo. 

—Yo sí le veo algo malo y es esa fea actitud que posees.

—No voy a cambiarla y si usted me reprueba o algo por el estilo, puedo recurrir ante los entes encargados de la educación secundaria en esta ciudad y demostrar que usted comete una injusticia al no pasarme de año.

—¿Qué dices? 

—Lo que escuchó, profesor. Además, no sólo la pasaría mal usted sino que podría perder su trabajo, así que mejor no me rete ni me amenace profesor. Yo aquí vengo a aprender. Esto es una escuela, no un reformatorio. —dijo el chico de petulante actitud.

El profesor se quedó callado ante las palabras de Farid y fue hacia su lugar sin decir más nada, al parecer para no alargar más la discusión. La clase estaba callada pero el ambiente entre ambos se sentía tenso y podía notarlo, así que ante aquello no hice más nada sino seguir concentrado en las demás clases. El reloj caminaba lento aquel día y sentía como si el día nunca acabara, para colmo era tedioso escuchar las polémicas que Farid tenía con los maestros al transcurrir más días. Todos ellos habían notado que Farid era un estudiante prodigio pero su actitud arrogante realmente apestaba.

—¿Cómo te atreviste a llamarme, jovencito? —le preguntó el maestro de Matemáticas.

—Lo llamé dictador, profesor. No es posible que usted me de un 6 de calificación por haber llegado a otros resultados con mi manera de resolver los ejercicios —decía el chico viendo la hoja de su cuaderno.

—No es una dictadura lo que yo hago, es sólo que aunque apliques miles de métodos hay cosas que uno no debe hacer, jovencito. De hecho, tomando como ejemplo lo que hizo Ned puedo darme cuenta de que él realizó los ejercicios con los métodos que expliqué en clase, haciendo  más simple para él resolver sus ejercicios así que lo aplicó como debe ser y sacó 10.

—Yo no estoy de acuerdo con usted. Además, si tengo otro método que me lleve a Roma, ¿no resultará lo mismo? Yo aquí le demuestro con resultados y con mi método que puedo resolver los ejercicios que usted planteó de otra manera y están perfectos —decía Farid pensando en que él tenía la razón.

El profesor de Matemáticas volvió a revisar nuevamente los ejercicios y le pidió al chico que explicara su método en clase. Todos comprendimos lo que él quería explicar pero era obvio que estaba equivocado.

—Yo acá no vengo a creerme un cerebrito ni nada, maestro. Ustedes son los profesores y tienen más experiencia que uno, sin embargo tengan en cuenta nuestras opiniones como estudiantes que somos y si podemos tener una nueva iniciativa que mejore nuestra enseñanza, apóyenos —dijo el chico.

El profesor se quedó pensando un buen rato con el cuaderno de Farid en la mano para luego colocarlo en el escritorio. Pronto, la campana sonó y todos salieron rumbo a sus casas. Yo fui uno de los últimos en salir, sin embargo me percaté que Farid todavía seguía sentado en su pupitre. Quise acercarme para hablar con él pero por la actitud que mostraba frente a los maestros preferí no hacerlo y al terminar de recoger mis cosas, preferí ir a casa.

—¡Oye, Ned! —gritó George cuando alcanzó a cruzar la cebra conmigo.

—¿Eh? ¿Qué sucede, George? —le pregunté agarrando las maniguetas de mi bolso.

—Nada, últimamente he notado que el chico nuevo como que no encaja en el ambiente escolar.

—Mmm... la verdad es que es muy arrogante y engreído a pesar de que es inteligente —le comenté de camino a casa. 

—¿De verdad?

—Sí, así como lo oyes. Desde que ingresó a noveno "A" los profesores quedaron encantados por su inteligencia. Sin embargo, la petulancia con la que habla y la actitud que mantiene ante ellos es lo que ha dejado al descubierto como es además de frío y calculador.

—¿Crees que cambie su actitud o piensas que puede seguir siendo igual? —preguntó el zorro.

—No sé y la verdad tampoco quiero saberlo —le respondí con algo de desespero por llegar rápidamente a casa para evitar tanto estrés que me ocasionaba estar cerca de Farid.

—¿Qué te pasa? —preguntó George extrañado— Te noto raro. 

—No tengo nada —le respondí inmediatamente— ¿Por qué lo dices? 

—Te conozco y sé como es tu expresión cuando quieres obviar los temas como estos.

—Quiero obviar a Farid. Realmente es al único de mi clase con el que no quisiera hablar y creo que sería lo mejor.

George y yo pasamos a otro tema cuando hablamos sobre las cosas que haríamos el fin de semana como ir a los vídeojuegos y también a cine, lo que servía para distraerse y desestresarse un poco tras aquel día tan agitado en la escuela.

FaridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora