Capítulo I

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Siendo el 4 de febrero, Ned recordó que el primer día de la escuela estaba próximo a comenzar. El joven lobo levantó sus sábanas, luego de estirarse y frotar un poco los ojos, se dio a la búsqueda de su celular desesperadamente para mirar la hora, encontrándolo bajo su almohada.

—Son las 6:02 a.m. Ufff... que bueno que todavía es temprano—dijo el lobo marrón quien nuevamente estiraba sus brazos y se sentaba en la cama para luego pensar un poco lo que sería el comienzo de un nuevo año escolar.

Ned estaba pronto a cursar el noveno grado y aunque el día anterior estaba emocionado porque todo comenzara, ahora no lo estaba tanto por la pereza que tenía. Era el pequeño integrante en una familia de tres, conformada además por su madre y su padre.

—Buenos días, Neddy —le dijo su madre al verlo cuando preparaba unos sándwiches con queso y mantequilla junto con una malteada de fresa de las que acostumbraba a beber antes de irse a estudiar.

—Buenos días, mamá —respondió el lobo tras encontrarse ya en la cocina.

—¿Cómo amaneciste? —le preguntó su madre colocando el desayuno en la mesa.

—Muy bien... aunque con algo de sueño todavía —respondió el lobo en un gran bostezo y un sacudón de cabeza.

—Es el primer día de clases, hijo. Es normal que sientas algo de pereza por ir a la escuela, aunque ayer te veía muy motivado —dijo su madre mientras le colocaba su malteada para que acompañara su comida.

—Sí, lo sé... pero hoy es un día distinto al de ayer, mamá —dijo Ned tomando una silla para luego sentarse y acercarla hacia la mesa.

—De igual manera no hay prisa, creo yo. Eso sí, motívate y ve con el mejor de los ánimos.

Ned comió su desayuno tan rápido como pudo con una sonrisa y un beso que le había dado su madre, causando una especie de efecto inmediato en él y cuando terminó, dirigió sus pasos hacia la ducha para luego abrir la llave y enjabonarse, sintiendo el agua recorrer cuerpo y jugando un poco con la espuma. Al terminar, secó bien el suave pelaje que lo cubría de pies a cabeza y salió hacia su habitación para cambiarse. Abrió su guardarropa y sacó una chaqueta deportiva roja con una Q en la parte derecha de la misma al igual que una gorra del mismo color y la misma inicial, una camisilla blanca, calcetines rojos y unos jeans blancos junto a unos tenis de color rojo, vistiéndose rápidamente. De pronto, su celular sonó.

—¿Hola? 

—Hola, Ned. Hablas con George.

—¡Hola, George! ¿Cómo estás? 

—Muy bien, amigo mío. ¿Cómo estás tú?

—De maravilla, alistándome para el primer día de clases. ¿Puedo saber cuál es el motivo de tu llamada?

—Sí, Ned. El motivo de mi llamada es porque quisiera que fuéramos juntos a la escuela —le respondió su amigo.

—Claro, no hay problema.

—¡Qué bien! En 15 minutos nos vemos en tu casa.

George era el mejor amigo de Ned desde el jardín de niños. Él era un zorro de color rojizo y le gustaban mucho las películas de terror, los juegos online y todo lo que tuviera que ver con monstruos.

—Que tengan un buen día —dijo la madre de Ned al ver como los chicos se iban a la escuela.

—Muchas gracias, mamá.

Ambos caminaban de camino a la escuela cuando notaron que un chico iba detrás de ellos. Aunque los chicos lo habían notado, no le dieron mucha importancia e iban hablando de todo tipo de cosas haciendo el camino más ligero. Al llegar a la escuela pudieron ver que había bastante personal, luego de unos minutos la campana estaba sonando y Ned vio nuevamente al chico que iba detrás de ellos.

—Como siempre son los maestros de cada grupo los que eligen a sus estudiantes —dijo George mientras observaba como cada maestro seleccionaba a cada uno de ellos de acuerdo al grado que cursaban.

—Ojalá quedemos juntos nuevamente, George —dijo Ned tras darse cuenta de como era llamado y elegido por el mismo profesor de grupo del año anterior.

Sin embargo, George fue escogido por el profesor del otro noveno quien dictó su nombre y al zorro no le tocó de otra sino acudir ante aquel llamado. Pronto, el chico que él había visto fue señalado y puesto en el mismo curso que él. Cuando todos los profesores terminaron de escoger a sus estudiantes, cada uno pudo dirigirse a su respectivo salón.

—Por suerte no quedamos lejos el uno del otro —dijo George tras notar como los salones de él y de Ned estaban separados a una pared nada más.

—Sí, es cierto. La verdad es que quería que continuaras en este curso.

—Sabes que es lo mismo de todos los años, los profesores de grupo de cada grado eligen a sus estudiantes para repartirlos por igual.

—Eso lo sé pero el chico que vimos de camino acá es un poco extraño, ¿no te parece? 

—Sí, sí que lo es.

Al escuchar el llamado de su respectivo profesor de grupo, los chicos fueron hacia sus lugares. Cuando comenzaron las presentaciones, el primero en hacerlo por voluntad propia fue Ned.

—Hola, compañeros. Mi nombre es Ned Cunningham, tengo 15 años y me encanta leer, escribir, jugar videojuegos, comer helados. Eso es todo, un amigo más —dijo para luego tomar su lugar.

Poco a poco cada uno de los chicos se iba presentando e intercalándose entre antiguos y nuevos, dándose a conocer y muchos de los cuales comenzaron a hablar con otros desde el primer día a excepción de Farid, el chico que Ned había visto antes y del cual sabía su nombre porque el profesor lo había dicho. 

—Farid, por favor levántate y preséntate ante el resto del grupo —le dijo el maestro a lo cual el lobo blanco respondió levantando su cabeza, moviendo sus hombros y concentrándose otra vez en lo que estaba haciendo tras bajarla con su mirada hacia su cuaderno.

El profesor Timor se acercó hacia él para intentar hablarle y cuando lo hizo, giró su cabeza ante el profesor.

—¿Sucede algo? —le preguntó el maestro con preocupación.

—No, no es nada maestro. Sólo no tengo ganas de levantarme, prefiero quedarme aquí —dijo el chico con tono arrogante.

—¿Quisieras por favor presentarte ante los demás? —le preguntó el maestro pero el chico desistió.

—Realmente no deseo hacerlo, profesor. El que me quiera conocer que me descubra por sus propios medios y espero respete mi opinión —dijo seriamente el chico quien sorprendió al maestro con lo que dijo.

—Bueno... está bien, no te obligaré y que tus compañeros te conozcan ellos mismos si desean.

Ned notaba que aquel chico estaba arrinconado en una de las esquinas del salón concentrado en lo que parecía ser un dibujo cuando el maestro volvió hacia donde estaba. Todos en el salón murmuraban sobre su actitud y pensaron que se trataba de alguien arrogante, obstinado e inclusive desaplicado para el estudio, pero pronto se darían cuenta de lo equivocados que estaban.

—A ver, retomando un poco lo que vimos el grado anterior, ¿quién puede decirme cuáles son las lenguas romances? —preguntó el maestro.

—Son el castellano, el portugués, el francés, el rumano, el italiano y el catalán, maestro —respondió inmediatamente Farid.

—¡Muy bien, Farid! Eso es correcto —dijo el maestro.

Farid no respondió a lo que el maestro le dijo y siguió dibujando como si nada.

—¿Y dónde se inició la Segunda Guerra Mundial?

—Se inició en Polonia cuando Hitler la invadió el día 1 de septiembre del año 1939, profesor —respondió Farid.

—Muy bien, Farid. Respondiste acertadamente nuevamente. Realizaré otras preguntas a ver si los demás recuerdan.

El maestro seguía preguntando y Farid continuaba respondiendo. Todos nos habíamos quedado sorprendidos por las respuestas que el chico decía a pesar del carácter que poseía, especialmente yo que aunque me sabía todo, no tuve ni siquiera una oportunidad de responder.

FaridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora