Capítulo IV

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Farid se había vuelto más arrogante de lo que ya era y le daba lo mismo entrar a clases. Había perdido el interés por estudiar de un momento a otro; las discusiones con los maestros habían cruzado la barrera de lo académico para pasar a lo disciplinario, todo para él era resolverlo con golpes y eso se podía evidenciar en las calificaciones del primer período de él, además del comportamiento que lo caracterizaba. 

—¡¿Qué son estas calificaciones, Farid?! —gritaba su padre mientras sostenía su informe del primer periodo, con una actitud de reproche frente a lo que había visto— ¡No es posible que hayas perdido tres de las cuatro materias básicas! 

—No es mi culpa que los profesores no entiendan mi forma de pensar, tanto ellos como mis compañeros son unos idiotas, papá. —decía aquel chico con los brazos cruzados mientras colocaba su talón izquierdo en la pared y con el derecho se apoyaba, mirando con indiferencia todo alrededor como si nada le importara más.

Al ver eso, su padre lo tomó de la camiseta y le dio una bofetada con justo enojo. Farid lo miró lleno de ira tras aquella acción y sobaba su mejilla, mientras que todos los demás nos quedábamos boquiabiertos.

—¡Estúpido! No trabajas, no haces nada, no tienes más en que pensar. Lo que tú debes hacer es ponerte a estudiar y no entrar en diferencias con nadie. Debes entender que mantenerte en esta escuela me cuesta mucho trabajo, tiempo y esfuerzo pero tú no te das cuenta de eso.

Farid salió corriendo del lugar e ignoraba los llamados de su padre y como alma rebelde corría a toda prisa. Por alguna razón aquel día me hizo sentir preocupado y quise hacer algo para intentar hablar con su padre pero el mío me detuvo.

—Esas cosas creo que mejor deberían arreglarlas entre ellos, hijo. No es porque no quiera ayudarte o apoyarte con lo que pasó, pero por ahora lo mejor es que ambos resuelvan sus problemas solos —dijo papá cuando salíamos de la escuela rumbo a casa.

—Pero papá, quizás si hubiésemos hablado con el padre de Farid podríamos haber comprendido un poco más a fondo que lo llevó a eso.

—Hijo, eres un chico de alma muy noble pero como dije antes, es mejor que ellos resuelvan sus problemas. Tal vez pronto puedas descubrir a ciencia cierta porque la relación de ambos es así si tanto te interesa saber —dijo mi padre tras aconsejarme.

En el trayecto a casa pensaba que mi padre había tenido razón en cuanto a esperar un poco a que las aguas turbias se aclararan un poco. Conforme pasaban los días, no se notaba un cambio alguno en el lobo blanco, ya que ahora Farid hacía parte de los bravucones del colegio y en todo momento peleaba, discutía o insultaba a algún estudiante del salón donde estábamos; lo molestaba o también intentaba manipularlo para sentirse satisfecho. Era feliz con que todos los chicos de la escuela le temieran y aunque tenía temor por cruzarme con él, realmente aquel día desafortunado llegó.

—¿Qué te pasa, estúpido? ¡¿No ves que es mi chaqueta nueva?! —gritó él con mucha rabia.

—N-No sabía que era nueva... perdón...

—¿Cómo carajos ibas a saber si era nueva si llevas tu cabeza enterrada en esos libros de mierda? —preguntó con una actitud grotesca y repulsiva.

—Lo siento... realmente lo siento —le dije nervioso mientras observaba como él se acercaba hacia mí.

Alrededor habían llegado varios chicos e hicieron un círculo con nosotros en medio. Muchos animaban y le gritaban a Farid para que me golpeara, así que me sujetó de la camisa fuertemente y me alzó hasta que ya no sentía los pies sobre la tierra. Justo cuando estaba mirando su puño de una manera aterrada, el timbre del colegio me salvó de lo que pudo haber sido el primer golpe que me propinaba alguien de la escuela.

—Grrr... tienes mucha suerte, gusano. Te salvó la campana —dijo él para luego tirarme con fuerza contra el pasto, mientras me levantaba para acomodar mis lentes y sacudirme la camisa y el pantalón— Pero no creas que el milagro está completo, a la salida nos vemos.

Al verlo marcharse, sentí un gran temor que me hizo quedarme por un rato sentado en el suelo hasta que llegó George.

—¿Qué te pasó, Ned? —preguntó mi amigo, dándome la mano para ayudarme a levantar.

—Por fortuna nada, George... —dije sintiendo temor tras haber tenido que enfrentar de esa manera a Farid.

—Te ves muy pálido.

—Eso es porque Farid casi me golpea por haber derramado jugo sobre su chaqueta nueva. Muchos lo alentaron a que me golpeara pero el timbre me salvó de una paliza segura. Aunque... no sé si pueda salir de aquí... —le dije mientras las palabras del bravucón resonaban en mi cabeza— Amenazó con golpearme a la salida.

—Descuida, algo se nos ocurrirá para que puedas salir sin ser visto por él. Ahora vámonos, las clases aún no terminan —dijo George para entrar conmigo al interior de la escuela.

Sin embargo, por los pasillos crucé miradas con Farid quien me hacía con sus ojos una seña de que me tenía entre ceja y ceja. Yo como pude, volteé la mirada al sentirme intimidado y esperaba que se le olvidara lo que había prometido a la salida. Cuando entré al salón, estaba inquieto y eso se notaba bastante al mover mis piernas de lado a lado mientras estaba sentado en mi pupitre, con el sudor bajando por mi cabeza y mi nuca, esperando que en algún momento el reloj se detuviera y el tiempo no transcurriera tan rápido. Después de las últimas horas de clase, la campana sonó y salí hacia el salón de George, pero para mi mala suerte ya se había ido.

—¿Y ahora yo como me libro de Farid? —pensaba mientras intentaba pasar desapercibido para que nadie notara mi presencia, al caminar y mirar hacia todos lados rogando por no encontrarme con Farid.

No podía creer que tuviese que escapar de ese lobo grandulón que me había intimidado, me sentía como si tuviese que escapar para que no me atraparan. Cuando abandoné los pasillos de la escuela, estaba en la entrada y observé que no había nadie en los alrededores. Suspiré aliviado y marchaba hacia mi casa, cuando de pronto al pasar por uno de los callejones, alguien me atrapó y me puso su mano en la boca.

—¡Cof! ¡Cof! —tosí tras el agarre.

—¿Con que nos volvemos a encontrar eh? —dijo Farid tras haber escuchado su voz.

—¡Farid, suéltame! —dije al mover mi cabeza y poder soltarme de su agarre.

—¿Quién te crees que eres para decirme qué tengo que hacer?

—No soy nadie pero lo que haces no es lo correcto.

—¡Grrr...! ¡Esto es lo correcto, estúpido enano! —gritó con rabia y me dio un certero puñetazo en la boca del estómago que me hizo caer de rodillas y perder el aliento— Esto es para que aprendas y tengas en cuenta quien es el más fuerte de la escuela, idiota. Me debías lo de mi chaqueta.

No sé que pasó por mi cabeza pero sentí una rabia intensa de partirle a Farid la nariz para que dejara de comportarse como un idiota. Sin embargo, me dolía mucho el estómago y me recosté como pude en el callejón a esperar que el dolor pasara, observando como Farid se burlaba de mí. Era increíble pensar que me había preocupado por el golpe que su padre le había dado en la entrega de las calificaciones, sintiendo mucha impotencia y rabia tras el puño que me propinó.

Es un desgraciado... un estúpido desgraciado —pensaba para luego de unos minutos, ponerme en pie y marchar a casa sin su desagradable presencia.

Cuando llegué, lo primero que hice fue mentirles a mis padres cuando les comenté que tenía dolor de estómago. Mamá me dio unos desinflamatorios y con eso se fue aliviando el dolor, hasta que decidí llamar a George para preguntarle porque no me había esperado.

—Perdóname por no esperarte, es sólo que la chica que me gusta me pidió que la acompañara hasta su casa y me olvidé de lo que te había prometido.

De la misma rabia que sentí por lo que George me había dicho, colgué la llamada y me eché a llorar bajo la almohada. Es increíble que a quien consideraba mi mejor amigo, olvidara que me golpearían y justo por eso Farid lo hizo. Yo esperaba que lo que había pasado jamás volviera a sucederme y que ese roce que tuve con Farid no pasara a mayores, así que pensé en que tal vez todo había sido mi culpa y pensé en disculparme con él.

FaridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora