Capítulo IX

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Cuando alcé la vista al cielo, pude observar como las nubes chocaban entre sí y se originaban los relámpagos que se reflejaban en el clima de la ciudad. Saliendo de la escuela cuando no había nadie alrededor era peligroso, sin embargo no me sentía asustado porque iba preparado con algunas cosas por si algo pasaba.

—¿Qué haces aquí todavía? —preguntó Ted al tocar mi hombro, lo cual me asustó mucho al no esperarlo.

—¡Mierda! —exclamé cuando escuché su voz erizando mi cola.

—¿Te asusté? —preguntó al observar mi reacción.

—Ufff... mucho... pensé que era alguien más... —le respondí mientras sentía como poco a poco el alma me volvía al cuerpo.

—¿Como Farid, por ejemplo? —dijo él suponiendo.

—Para que decir que no si sí... desde que lo expulsaron por mi causa, he sentido temor porque me haga daño. —le comenté sintiendo pequeñas gotas de lluvia comenzando a caer sobre nosotros.

—Si estás solo, serás presa fácil para él. Quizás estando los dos, no pueda con nosotros. —dijo caminando junto a mí para luego sentir más seguridad tras estar con él.

—Gracias por acompañarme, Ted. Realmente has sido mucho más atento y un gran amigo, mejor que George quien cambió conmigo bastante. —le comentaba mientras sonreía un poco.

—No agradezcas, es lo que los amigos haríamos. Si gustas, puedo acompañarte hasta tu casa. —dijo él pero sentía que ya estaba haciendo demasiado y no quería molestarlo más.

—¿No será mucha molestia?... lo digo porque realmente siento que ya haces mucho... —le comenté algo apenado.

—No, no es ninguna molestia. Al contrario, es un placer. —dijo Ted con una sonrisa amplia que resaltaba de sus labios.

Para la fortuna de ambos no vimos a Farid alrededor así que llegamos hasta mi casa con la ropa húmeda por las gotas de lluvia que habían caído sobre nosotros. Sin embargo, le pregunté a Ted que pasaría con él.

—Yo estaré bien. Me sé defender si algo pasa, así que no temas por eso. —dijo el canguro despidiéndose de mí para luego caminar de regreso hasta su casa.

Después de abrir la puerta al introducir la llave, la cerré de inmediato al notar que mis padres no estaban y dirigí mis pasos hacia mi recámara. Giré la perilla de la puerta, tomé una toalla para secarme la cara y el cabello y luego coloqué mi maletín arriba del escaparate. Luego de haberme quitado el uniforme, tomé un short de color amarillo y una camisilla blanca para vestirme.

Me pregunto que habrá pasado con Farid. —pensaba mientras estaba acostado, cerraba los ojos y poco a poco iba quedando dormido.

Después de una hora de la prolongada siesta que había tenido, miré hacia la ventana y noté que llovía fuertemente afuera. Decidí llamar a Ted para ver si se encontraba bien y había llegado justo antes del aguacero.

No te preocupes, ya estoy en casa. —dijo él tras contestar mi llamada.

—Estuve preocupado. —le respondí mientras todavía mantenía la mirada fija en la ventana.

—Eso es muy bueno de tu parte  el que te preocupes por el bienestar de otros. Gracias por tomarte la molestia de preocuparte por mí. —dijo con una sonrisa halagadora.

—También hiciste lo mismo por mí. ¿No?

—dijo él— No fue nada. Gracias por llamar, es hora de ayudar a mamá con algunas cosas Ned. Hablamos después, chao.

—Está bien, cuídate.

—Tú también. 

Al finalizar la llamada, encendí el televisor y conecté uno de los videojuegos que me gustaba tanto. Allí me mantuve entretenido hasta que recibí un mensaje de la mamá de George. Cuando lo leí, decidí llamarla para preguntar qué era lo que sucedía.

—¿Ted, George no está contigo? 

—No, él no está conmigo. La última vez que lo vi estábamos en la escuela y como me vine con alguien más no supe si él llegó a casa.

—George no ha vuelto desde hace un par de horas y estoy muy preocupada.

Cuando su madre dijo eso, sentí una gran preocupación y decidí ir hasta su casa para averiguar lo que había sucedido. El aguacero no fue impedimento para que tomara mi bicicleta y me fuera hasta la casa de George. Al llegar, su madre estaba muy angustiada y lloraba por no saber donde se había metido su hijo.

—Tengo un mal presentimiento... siento que a mi hijo le ha pasado algo...

—Se que está muy preocupada por George, señora Gabriela pero lo mejor que podemos hacer ahora es tranquilizarnos. Está lloviendo muy fuerte allá afuera y apenas cese el mal tiempo prometo que la ayudaré a buscarlo.

—Muchas gracias, Ned. Eres un buen chico.

Como mi madre me había enseñado a preparar algunas bebidas aromáticas, tomé algunas hojas de toronjil y de menta para preparar un té y tranquilizarla. Cuando el té estaba servido, le di una taza y tomé otra para conversar de otros temas que distrajeran su preocupación. Sin embargo, escuchamos el sonido de alguien que tocaba a la puerta y lo que vimos nos estremeció bastante.

—Muy buenas tardes. —dijo el policía que había tocado— Señora, ¿reconoce usted a este chico? —preguntó el uniformado mostrándole una foto.

—¡Es mi hijo! —exclamó ella sin dudarlo.

—Nuestros uniformados lo localizaron en un terreno baldío sin muchas de sus pertenencias. Logramos contactarla porque al menos al chico le dejaron sus documentos personales y otros papeles, entre los cuales encontramos la dirección donde residía. —le explicaba el oficial a la señora.

—Pero... ¿dónde está oficial?... díganme donde tienen a mi hijo...

—Por el momento el chico se encuentra en una clínica para poder recuperarse de los golpes que le dieron. Sin embargo, su hijo está en un estado bastante deliciado señora. Le pido que sea fuerte para cuando lo vea. —le comentó el oficial lamentando todo lo sucedido.

A pesar de que George me había dado la espalda no quería que le sucediera nada malo. Escuchar al oficial decir aquellas palabras realmente me partían el alma, me ponía en el lugar de su madre y sabía que estaría destrozado si algo le sucediera a quien más quiero. Su madre le pidió el favor al oficial que la llevara hacia donde George se encontraba, por lo que el uniformado nos subió a ambos a su auto para ver por nuestra propia cuenta lo que en palabras se nos fue dicho.

FaridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora