Capítulo XIII

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Luego de haber hablado con George el día anterior nuevamente me preparaba para la escuela. Aquel día debíamos presentar varias tareas pero la que llamó más mi atención fue la de describir los sucesos que estaban pasando en los alrededores. Si quería ser un futuro periodista, sentía que eso debía ser el tema central del momento e hice un ensayo de tres páginas sobre ello. Sin embargo sólo hice un resumen del mismo, puesto que el tiempo no era mucho y la atención de mis compañeros fácilmente se perdía si hablaba demasiado, por lo que sólo dije los aspectos más importantes del mismo.

—¡Fue un ensayo genial, Ned! —exclamó George sentado en la mesa de mi pupitre, colocando su pata derecha sobre mi hombro izquierdo cuando terminamos la clase de Lenguaje y dirigí la mirada en dirección hacia él.

—Muchas gracias, amigo. —dije sonriendo y sacando los cuadernos para la clase siguiente— Tu ensayo sobre la importancia del manejo de los diversos entornos virtuales no estuvo nada mal.

—Como futuro ingeniero informático debo saber todo lo referente a la tecnología y demostrar la utilidad que ésta tiene, ¿no lo crees? —preguntó él para luego levantarse de la mesa.

—Eso es muy cierto. —le respondí cuando giré la cabeza y pude notar al siguiente profesor que venía entrando.

Cuando el profesor entró, nos pidió que sacáramos una hoja y nos preparáramos para el examen sobre los últimos temas que él había dejado. Como George estaba en recuperación por la paliza que le dieron y no había estudiado del todo, había elaborado una copialina que pegó al costado de mi pupitre durante la mañana y que nadie había notado. Nadie excepto el profesor.

—¡Es una vergüenza que usted haga esto, señor Dimaggio! —exclamó el profesor Santillana alterado.

George no dijo nada y estaba sonrojado de la vergüenza que tenía porque el profesor lo había regañado en frente de todo el salón. Yo no era el mejor de todos, no obstante me puse en el lugar de mi amigo y se sentía como si en ese momento sólo quería que me tragara la tierra. A la distancia, le comenté que recordara lo que más sabía de la copialina que había visto haciéndole señas porque no podíamos hablar al momento del examen.

—A ver jóvenes. Les explico como realizarán el examen. Como verán, cada uno de ustedes debe transcribir cada una de las preguntas que se encuentran en el tablero, relacionadas con los temas que hemos visto en el último mes y por lo cual deben copiar las ocho preguntas que allí se encuentran. Tienen exactamente una hora para poder realizar su examen, sin más que decir que el tiempo les rinda y éxitos. —dijo el maestro para luego irse hacia el frente y sentarse en su lugar.

Había observado las preguntas del examen y no eran difíciles como yo pensaba, por lo que se me hizo fácil recordar las respuestas. Sin embargo, para sorpresa de todos George fue el primero en terminar cuando habían transcurrido ya cuarenta minutos.

—Tome profesor. —dijo él mientras yo sólo escuchaba pero a la vez mantenía la vista fija en el examen, para luego observar una señal de George de que todo estaba bien al levantar su pulgar derecho con confianza.

Diez minutos después de que entregó mi amigo, ya habían entregado varios compañeros más y luego me levanté para entregar el mío. Todavía estaba sorprendido porque George entregara primero que yo. El tiempo del examen terminó y en la hora siguiente el maestro se dedicó a calificar cada una de las hojas que les entregamos.

—¿Cuánto sacaste, eh? —le pregunté al mostrarle mi hoja— Yo saqué un 10.

—No me fue tan mal, sabes. Saqué un 9. —sonrió él ampliamente mostrando su hoja.

—Bueno, un 9 no es algo malo la verdad. Peor es haber perdido el examen como algunos de los demás.

—Memorizar en menos de 10 minutos las respuestas de un examen cuando te quitan la copialina debería ser considerado un tiempo récord, jajaja.

—Jaja, pues sí. 

Ambos reíamos sobre lo sucedido hasta que la hora del recreo llegó pero preferimos quedarnos en el pasillo de la escuela. No obstante, hubo algo que alteró el recreo de aquel día cuando varios policías entraron en la escuela, les habían pedido a cada uno de los profesores que metiera a los estudiantes en los salones y trancaron las puertas.

—Chicos, por favor mantengan la calma. —decía el maestro intentando mantenerla él también en medio del estupor generado.

—¿Qué pasa, profe? ¿Por qué hay tanto alboroto...? —pregunté luego de estar en el salón con todos mis compañeros.

—Hay un maleante que se metió acá y los policías están tras él...por lo que se nos ha pedido a todos los docentes que estemos con nuestros estudiantes dentro de los salones. —respondió nervioso el profesor.

Algunos momentos de pánico y nerviosismo se vivían dentro de la escuela, por lo que se podían escuchar gritos y llantos no sólo en el salón dónde estaba por parte de mis compañeras, sino también en los demás salones aledaños donde se encontraban tercer y cuarto año. Cuando todo pasó luego de casi hora y media, se escucharon disparos en el patio de la escuela que hizo los gritos más desesperados y sonoros en el colegio debido al tiroteo. 

—¡Ahhh...! ¡Por Dios, profe...! ¡Tengo miedo, tengo miedo! —gritó una de mis compañeras asustada sin saber qué hacer.

—Tranquila hija...por ahora lo único que podemos hacer es estar acá todos juntos. —dijo él mientras se acercaba gateando hacia ella para abrazarla e intentaba calmarla un poco.

Yo sentí momentos de pánico y de terror. Muchos tomaban fotos de lo que sucedía y cuando todo se mantuvo en un momento de calma, los profesores de grupo de cada salón fueron avisados por medio del grupo institucional para que llamaran a los padres de familia de cada uno de nosotros. A ciencia cierta, no se sabía mucho sobre el tema y, según los rumores, decían que habían dado de baja a un hombre muy peligroso junto con otros más.

—Por favor, recojan todo que pronto vendrán sus padres por ustedes...les aconsejo seguir todos los protocolos que me envían y no fomentemos el desorden. Cuando salgamos y los recojan, por seguridad no salgan de casa para nada...—dijo el maestro nervioso con su rostro tan pálido como un papel mientras que nosotros seguíamos sus indicaciones.

La escuela estaba conmocionada ante lo que había sucedido. Muchos lloraban, veían como todo había pasado de ser un día tranquilo para vivir algo tan fuerte como esto debido a los constantes momentos de horror, pánico y angustia que se vivieron tanto dentro como fuera de ella. 

—¿Te encuentras bien, hijo? —preguntó mi padre.

—Sí papá, estoy bien... —le respondí notando la preocupación en él y con el corazón acelerado producto de esta conmoción.

—Ufff...me alegro. —dijo él aliviado.

—¿Estás bien, mi bebé? ¿No te pasó nada? ¿No tienes ningún rasguño? —preguntaba la señora Lilibeth.

—Estoy bien, mamá...aunque no puedo negar que todo esto me dio mucho miedo...—dijo George asustado.

Los momentos de angustia eran intensos y no quería preguntar nada que quizás alterara los nervios de los demás. Cuando llevamos a George y a su mamá a su casa, no sé de dónde tuve el valor para preguntarle a mi padre por el camino sobre lo que había pasado.

—¿Quién era ese hombre al que la policía asesinó en el colegio, papá? —pregunté con curiosidad.

—Era el cabecilla de la banda delincuencial que operaba en toda la ciudad. Según escuché, se metió en la escuela para pasar desapercibido pero la comunidad lo alertó cuando lo vieron entrar armado. —respondió mi padre todavía preocupado y aterrado.

Después de que hice mi pregunta, papá se dirigió hasta la casa y le colocó seguro al auto. Cuando entramos cerró las puertas y las ventanas con llaves y seguros en su preocupación de mantenernos a salvo.

FaridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora