Para Natalia el día se le había pasado bastante rápido. Sentía que se había sacado un enorme peso de encima, aunque seguía teniendo esos nervios constantemente.
Luego de lo de la azotea bajaron y cada uno se fue por su lado. No habían vuelto a hablar del tema del pitido, ni de los gritos, ni nada relacionado a eso. De hecho, en la comida todos estaban en silencio, con la mirada en su plato, pensando.
Pensando en todo y nada a la vez. Natalia no terminaba de encontrarle una explicación lógica a todo lo que estaba sucediendo. No lo comprendía. Estuvo todas estas horas pensando en los mismo, pero no había hecho ningún tipo de avance. Incluso pensó en buscar algún libro que pudiera explicar algo, pero no tenía energías suficientes. O más bien, tenía miedo de lo que pudiera encontrar.
Estaba exhausta mentalmente, necesitaba un descanso.
Eran cerca de las 20hs y Natalia caminaba por el pasillo del subsuelo, donde se encontraba el área de deportes, buscando el baño. Acababa de salir de la cafetería, y en los primeros pisos los baños solían estar sucios, así que decidió ir al de los vestidores, ya que eran los que estaban más cerca.
Debido a que nunca había ido estaba caminando en busca de estos. Encontró una puerta de uno de los vestidores, pero el letrero decía que era el de hombres.
Pensó en seguir buscando el de mujeres, pero recordó que era el puto fin del mundo y que a nadie le importaría si entrara a ese. Además, no era la primera vez que entraba a un baño para chicos.
Abrió la puerta y, para su sorpresa, estaba bastante limpio. Sonrió al notar ese detalle.
No había ido para mear, solo quería lavarse las manos, la cara y los dientes, pero al adentrarse más en el vestuario y ver las duchas pensó en bañarse. Y lo iba a hacer, pero la puerta se abrió detrás de ella, lo que hizo que girara en esa dirección.
Era Alba, otra vez. Parecía que tenían un imán, siempre terminaban juntas.
Y solas.
—Lo siento. —Balbuceó la rubia. Natalia intentó ocultar su media sonrisa.
—No tía, no te vallas. —Alcanzó a decirle antes de que se fuera. —Quédate, no me molesta.
Alba estaba maldiciendo mentalmente en todos los idiomas y de todas las formas que conocía. Había bajado desde el quinto piso hasta aquí para no encontrársela. ¡Incluso había entrado al baño de hombres a posta!
Aunque la pelinegra no se veía para nada incómoda, ni con segundas intenciones, ni nada. Estaba actuando con toda la normalidad del mundo, algo que Alba agradeció bastante.
—Está bien. —Acepto la mayor. No tenía la quería que haya ninguna clase de tensión ni de incomodidad entre las dos, así que decidió imitar la actitud de la más alta.
Natalia bajó la mirada al cigarro que tenía Alba en una de sus manos, en la otra tenía la caja de estos, la cual guardó en su bolsillo trasero para sacar un encendedor mientras caminaba hacia unos asientos que estaban al lado de una ventana.
—¿Vas a fumar? —Preguntó la menor siguiéndola con la mirada.
—Si ¿Te molesta? —Preguntó amablemente. Natalia negó y se quedó mirando como encendía el cigarro. —¿Quieres? —Volvió a negar.
—¿Cómo te sientes? —Le preguntó Natalia al sentarse junto ella. Alba puso cara de pánico. Por un segundo pensó que se lo estaba preguntando por lo del beso, pero se recompuso soltando el humo por la ventana.
A pesar de que la rubia intentara estar tranquila la presencia de la más alta la ponía un poco nerviosa. A Natalia, que se había dado cuenta, le hacía gracia, pero no tenía la intención de incomodarla así que reprimía todas las risas que la mayor le provocaba.
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1 Minuto con 40 Segundos
Teen FictionNatalia Lacunza, una joven de 18 años, se ve obligada a convivir con personas que nunca había visto en su vida para sobrevivir a su realidad 1'40" dura el dolor 1'40" dura la ansiedad 1'40" dura la preocupación 1'40" dura la incertidumbre 1'40" du...